Atajar una situación de malos tratos está en manos de la sociedad pero al final son las mujeres las que ponen freno a su situación. Pueden pasar años o no decidirse nunca. El grupo GAMA de la policía local de València ayuda a dar el primer paso
VALÈNCIA.- Con miedo. Con angustia. Con su mente y corazón divididos. Recordando el titular de un medio de comunicación hablaba sobre una nueva víctima de la violencia de género. Sin saber qué les deparará el futuro. Solas. Así llegan, la mayoría de las veces, las mujeres que sufren malos tratos al retén de policía. Y lo hacen para poner freno a ese delito que desde hace tiempo sufren en la secreta intimidad del hogar o con el cómplice silencio de vecinos y familiares que prefieren mirar hacia otro lado. En ese retén, un agente del Grupo de Atención a los Malos Tratos (GAMA) de la Policía Local de València la atiende. Es consciente de su fragilidad y de que en sus manos está su futuro, por ello hará lo imposible para sacar de nuevo esa fortaleza interior que tiene para que rehaga su vida.
Sus primeros pasos son escuchar su situación, ofrecerle medidas de protección, asesoramiento y el acompañamiento personal para formalizar la denuncia. Con esa denuncia, agente y víctima estarán en constante comunicación e incluso el agente podrá realizar visitas sorpresa en el caso de sospechar que el agresor está quebrantando la orden de alejamiento. Un trabajo especializado que comenzó en València pero que ya se está implantando en otras localidades de la Comunitat Valenciana para actuar con mayor celeridad en este tipo de casos y dar una mejor atención a las víctimas.
Denunciar no es un proceso sencillo, puede durar años y «parece que la responsabilidad última solo recaiga en la mujer», lamenta la concejala de Protección Ciudadana, Anaïs Menguzzato. Una presión que en su opinión no deberían tener, pues se trata de mujeres «deterioradas psicológicamente que, la gran mayoría, llevan tiempo sufriendo agresiones y vejaciones y tienen la autoestima baja. Sin olvidar que algunas también reciben amenazas de sus agresores». Por ello insiste en que la violencia machista «atañe a toda la sociedad y son cada vez más los espacios en los que puede ser detectada (colegios, centros de salud, familiares, vecinos...)».
Las últimas campañas contra la violencia machista lanzan un mensaje para implicar a la sociedad con lemas como Todos tenemos algo que decir o No estás sola pero no han terminado de cuajar y las estadísticas avalan la soledad de la mujer: En más de la mitad de los casos presentan ellas las denuncias. Según cifras del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial, de las 19.431 denuncias presentadas en 2016 en los juzgados valencianos, 18.049 mujeres aparecen como víctimas de violencia machista (un 11% más que en 2015). De ellas, 9.824 eran de la provincia de Valencia, 6.610 de la de Alicante y 1.615 pertenecían a la de Castellón.
La estadística refleja que de las 4.617 solicitudes de órdenes de protección en 2016 (un 5,5% más que en 2015), en el 79% de los casos el juez adoptó dicha medida de protección, llegando a las 3.656 a lo largo del año. En la Comunitat se adoptaron 3.366 órdenes de alejamiento y 3.242 medidas de prohibición de comunicación.
Para la coordinadora del grupo GAMA, Estefanía Navarrete, es de vital importancia lo que se denomina ‘consolidación de la decisión’, pues de no realizar ese acompañamiento a la víctima «aumentarían las posibilidades de que retirase la denuncia y se dejase llevar por el miedo o sucumbir a las promesas de su pareja», lo que llevaría a una situación peligrosa: «La mujer se ha ido, ha puesto la denuncia, la retira y vuelve a casa con su agresor».
El miedo al «qué dirán» es algo que bien conoce Lola —nombre ficticio—, quien desde hace más de dos años recibe la protección de los agentes del grupo GAMA. Con dos hijos y una relación a sus espaldas de veinte años, tomó la decisión de denunciar después de un episodio que creyó que sería el último: «Una noche me tiró al suelo, me pegó, me mordió y me rompió la ceja. Y todo eso porque estábamos hablando sobre la relación, que no iba bien. Estaba inmóvil y sólo pensaba que me iba a matar. Cuando fui al centro de salud para que me curaran no dije nada al médico por miedo a que le hiciera daño a mis hijos. Me tapé todas las heridas para que nadie las viera», rememora con una fortaleza abrumadora. Lola pasó la noche en casa y al día siguiente fue a hablar con la madre de su ahora exmarido para recibir consejo. «Me dijo que era mi culpa, que yo le incitaba y provocaba». Así que se dirigió al centro social de Campanar y fue entonces «cuando una agente me asesoró y me llevó de nuevo al centro de salud para que me firmaran un parte con lo que me había pasado», relata.
Precisamente, los centros de salud son un espacio clave para la detección y ayuda a las mujeres. Por ello, en octubre de 2016 el grupo GAMA junto a los centros de salud de la zona norte iniciaron un proyecto piloto en el que se realiza un circuito de derivación directa a través de profesionales de referencia. Es decir, si una mujer acude a su médico de cabecera y este observa que puede estar sufriendo agresiones, llama a la Policía para que hable con ella. «Queremos ser proactivos, acercarnos a ellas para que no tengan que hacerlo todo solas», explica Navarrete, quien resalta que «hay que unir los protocolos para ayudarla y que no vuelva a casa con su agresor».
Sin ir más lejos, Lola lo hizo. Regresó a su casa el día que fue agredida por su entonces marido. «Antes de denunciarle no era capaz de hacerlo porque no sabía a qué me iba a enfrentar, pero ahora sé que se sale adelante porque desde el grupo GAMA te apoyan desde el primer día», comenta agradecida y resalta que «muchas mujeres no ponen la denuncia porque creen que no van a estar tan apoyadas por la policía y dar ese paso conlleva perder la estabilidad familiar y económica, y sufrir el ‘qué dirán’».
Según explica, la orden de alejamiento la ayudó en el proceso porque «es una persona con la que vives desde hace tiempo [en su caso desde los 18 años] y no dejas de quererlo de la noche a la mañana, así que ese distanciamiento te ayuda a desenamorarte, a dejar de idolatrarle y lo ves como realmente es: una persona que quiere verte hundida». En su opinión, dicha orden debería ampliarse porque «cuando termina el tiempo decretado no quiere decir que estemos bien».
Lola es una de las 1.400 mujeres que están protegidas en la ciudad de València. Un trabajo que se lleva a cabo en colaboración «activa y fluida» con UFAM Protección (Unidad de Protección a la Familia y Mujer) de la Policía Nacional. Actualmente, el grupo GAMA tiene a su cargo a seiscientas mujeres víctimas de la violencia machista pero también se encarga de la violencia intrafamiliar y las denominadas 'otras', en las que se incluyen agresiones sexuales por desconocidos o penas de alejamiento por delitos de lesiones. En total, 313 personas más.
Un proyecto piloto iniciado en València une a centros de salud con la policía para ayudar a las posibles víctimas de violencia de género
Del mismo modo, los agentes trabajan en red con todos los recursos públicos (Centro Mujer 24 horas, Centro Municipal de Información y Orientación a la Mujer o los Servicios Sociales), donde las mujeres reciben todo tipo de ayuda y servicios. «La labor de los psicólogos es fundamental porque no entendemos qué nos pasa, por qué esa persona no es buena y no sabemos cómo podemos salir de esa situación», comenta Lola, agradecida por lo mucho que la han ayudado.
Fernando asiente con la cabeza. Es agente del grupo GAMA y conoce muy de cerca su realidad y la de otras mujeres: «Desaprender lo vivido cuesta mucho y por la forma que tiene Lola de enfrentarse a los problemas ya ha tenido suficiente; pero hay mujeres que necesitan más tiempo». Otras, matiza, vuelven con sus parejas: «Te parten el corazón porque has trabajado con ellas, estado cuando te han necesitado y un día, de pronto, vas a su casa y ves que están conviviendo otra vez con su agresor».
Consciente de esa realidad y de la atracción de la mujer por hombres de unas características similares, todos coinciden en la importancia del apoyo psicológico para que «las mujeres se deshabitúen de ese perfil» y abogan por incrementar ese apoyo social para que la reiteración con otro agresor sea mínima.
Ese apoyo psicológico se hace extensible a los niños y niñas, las víctimas más vulnerables. El simple hecho de que los menores puedan ser testigos o víctimas de dicha violencia conlleva repercusiones negativas a nivel físico y psicológico, llegando incluso a condicionarlos para que en un futuro puedan ser posibles víctimas o agresores. En 2015, los Centros Mujer 24 Horas de la Comunitat Valenciana prestaron atención a través de talleres psicoeducativos a 98 menores. En ellos se trabaja la diferencia que hay entre buenos y malos tratos, el sentimiento de culpa y rabia, la autoestima o los vínculos familiares entre otros.
Para Menguzzato, concejala de Protección Ciudadana y anterior directora general del Instituto Valenciano de las Mujeres es «esencial» una educación sobre igualdad de género para «producir el cambio». Defiende una educación en valores donde los roles de la mujer y del hombre sean de igualdad, pues «se ha demostrado que la relación de hombres y mujeres es un fracaso».
«Muchas mujeres no ponen la denuncia porque dar ese paso conlleva perder la estabilidad familiar y económica, y sufrir el ‘qué dirán’»
Estefanía Navarrete explica que el grupo nació en 2003 desde las bases y «por la voluntad de los compañeros cuando se detectó la necesidad de atender de una forma especializada a aquellas mujeres que llegaban llorando a los retenes o cuando nos entraba una orden de alejamiento». Coincidió con la puesta en vigor de la Ley 27/2003 (regula la orden de protección) y posteriormente «el trabajo fue respondido con el respaldo oficial y se estableció una forma nueva de trabajar la atención a las mujeres víctimas de la violencia machista».
Un tiempo en el que se han producido cambios significativos en la protección de la mujer. «Cuando comencé las mujeres se quedaban en sus casas con las faltas de lesiones y ahora la Ley Integral dice que con la primera agresión se puede producir la detención», expresa. Sin embargo, aunque valora que la reforma de 2015 del Código Penal introdujera la libertad vigilada en delitos de violencia doméstica habitual, cree que la policía tendría más capacidad de trabajo si «se contemplara esta posibilidad como medida cautelar», ya que les permitiría «trabajar más cerca del agresor».
En esos catorce años han protegido a más de 8.000 víctimas, realizado más de 15.000 visitas domiciliarias, hecho alrededor de 14.000 gestiones con servicios sociales y efectuado más de 5.000 acompañamientos a víctimas. Y desde el 3 de octubre de 2016 son un grupo exclusivo, una orden que firmó la propia Menguzzato nada más ocupar el cargo. Ahora ya no son policías que compatibilizan sus funciones en sus respectivas unidades con su trabajo en GAMA, sino que son trece agentes que tienen dedicación exclusiva y cuentan, además, con el apoyo de otros 28 agentes y, desde hace unas semanas, coches propios. Para este año, Menguzzato propone incrementar el grupo con seis agentes más y reforzar la formación para el grupo GAMA y el resto de agentes.
Un trabajo que se ve recompensado con mujeres como Lola, que ahora afronta con ilusión su futuro: «Durante años me han puesto tantos frenos que ahora me doy cuenta de que tengo muchas más capacidades de las que creía y que puedo luchar por lo que quiero sin necesitar a nadie a mi lado». Y llena de emoción exclama: «No sé qué podría haber hecho sin su ayuda».
* Este artículo se publicó originalmente en el número 30 de la revista Plaza