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memoria industrial

Guardianes de la historia de un pueblo que se agota

DANIEL GARCÍA-SALA

El Puerto de Sagunto industrial ya comienza a ser historia. En 2022 se cumplirán 120 años de su fundación, pero el trabajo de archivo y memoria histórica es complejo y amplio. Instituciones e iniciativas ciudadanas se encargan de conservar los espectros de la ciudad obrera

| 25/12/2021 | 13 min, 36 seg

VALÈNCIA.- ¿Puede caber la historia de todo un pueblo en un almacén? En principio, por larga y amplia, no. Sagunto, por ejemplo, tiene más de 2.200 años de vida, con un extenso patrimonio que sale a relucir en cada baldosa que se levanta. Por allí han pasado todas las civilizaciones y creencias posibles, y todas han dejado huella de una forma tan compleja y tan emocionante que nunca parece acabarse. Pero a unos cinco kilómetros del castillo romano, un poco menos al norte del Grau Vell que separa la Marjal dels Moros de la de Almenara, se fundó toda una ciudad hace menos de cien años. Un siglo en el que su crecimiento, relacionado siempre con la industria, ha acabado doblando el tamaño del núcleo histórico.

En 2022 se cumplen 120 años de la autorización administrativa a la Compañía Minera de Sierra Menera que lo originó todo. Un pueblo de familias obreras, dedicado exclusivamente a la industria, un modelo que escapa de todas las convenciones, que no depende de ríos, agriculturas o apariciones religiosas. Un pueblo hecho para el trabajo. A lo largo de estos años, la minería dio paso a la siderurgia, se desarrollaron las infraestructuras locales, y desde la década de los 80, aquella idea sobre la que se construyó el Puerto de Sagunto, ha ido desapareciendo. La última noticia ha sido la amenaza del cierre de la línea de laminado de la fábrica Pilkington, que finalmente (y tras una huelga de casi diez días) la plantilla ha conseguido esquivar de manera temporal. Es el penúltimo aviso de la muerte del Puerto tal y como se concibió, mientras ahora se transforma en un centro logístico (gracias a Parc Sagunt) y quiere atraer al turismo de playa.

Sagunto no se puede contar, pero el Puerto de Sagunto cuenta con 119 años de vida perfectamente documentados. Porque su historia joven y alborotada ha sucedido en el siglo de la fotografía, del vídeo y de la radio. También el de la prensa y las hemerotecas, el de la importancia de los archivos. Y también porque aún hay testimonios vivos de una parte importantísima del pueblo. El nacimiento, auge y caída del Puerto está ahí, pero ¿acaso alguien lo ordena? ¿Quién se encarga de mantener la memoria industrial, obrera y ciudadana de estos años, ahora que la ciudad se transforma social y urbanísticamente hablando? ¿Quién se encarga de que los restos y los espectros no se queden mal enterrados como restos arqueológicos sumergidos en asfalto y cemento?

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La historia de todo un pueblo, o una parte muy importante, cabe en un almacén. Concretamente en unos 40 metros de largo y 20 de ancho, ubicado en un polígono a unos pocos cientos de metros del gran monumento de patrimonio industrial que sigue en pie, el Horno Alto Nº2, símbolo del pueblo a la altura del Castillo Romano en el núcleo de Sagunto. La nave estuvo abandonada durante años y ahora ha sido alquilada por el Ayuntamiento para poder guardar el archivo de empresa de Altos Hornos del Mediterráneo.

Falta de estabilidad

La Fundació de la CV de Patrimoni Industrial i Memòria Obrera del Port de Sagunt se constituyó en 1994 para poner en valor todo el archivo y los monumentos que quedaron desde el cierre total de la actividad en 1984. Desde entonces, el organismo ha pasado por diferentes etapas, que han ido dependiendo de la implicación de las empresas privadas y las instituciones públicas. Se ha dejado sin actividad a veces, se le ha dado fondos otras, pero nunca ha tenido estabilidad suficiente para poner en marcha un proyecto definitivo de puesta y en valor y conservación de su archivo.

Hoy Sonia Garcés es la única persona que trabaja en ello, es técnica de patrimonio y se encarga de todo, si bien hay un patronato integrado principalmente por el Ayuntamiento de Sagunto, la Generalitat Valenciana y el Centre d’Estudis del Camp de Morvedre. Ella es la guardiana y la persona que ha de gestionar el futuro museo industrial, o las visitas guiadas al Horno Alto. Ante la falta de personal y de recursos —afectada especialmente desde la crisis económica de 2008, que hizo que la implicación privada se quedara a cero—, la Fundació ha depositado su archivo a diferentes instituciones.

El grueso, el documental, lo ha asumido el Ayuntamiento de Sagunto, que se ha comprometido a conservarlo y empezar a inventariar y digitalizar lo que guarda ahora en la nave. Se trata de 240 palés con 30 cajas cada uno. Contienen documentos de todo tipo, desde la biblioteca de la empresa, hasta salarios, expedientes escolares del alumnado de la escuela del pueblo, fotografías, anuarios, informes internos, turnos… Todo papel imaginable se encuentra ahí. Hay también un croquis de lo que se puede hallar en las cajas, pero no se sabe con certeza ni el cómo se conservan esos documentos, ni su valor, ni dónde están. El trabajo de documentación empezará en 2022, cuando entren en vigor los presupuestos municipales, y el trabajo empezará desde cero.

El archivo de empresa ha ido bambando por diferentes lugares, pero finalmente tienen un destino, que dependerá de la paciencia, los recursos y el personal que dedica el ente municipal. «El trabajo es asumible aunque largo, pero solo depende de voluntad política», explican algunos técnicos del Archivo Municipal de Sagunto. Su departamento, con siete trabajadores y trabajadoras, será el que asuma los trabajos. Ganas y disposición no faltan, pero avisan de que será un proceso lento.

Las cajas hay que abrirlas, analizar cada documento, su origen, su estado y su valor, expurgar los que carezcan de interés y valorar la manera de digitalizar y conservar los que sí lo tengan. Papel a papel, 7.200 cajas, no hay un cálculo posible del número de documentos. Las cajas descansan en la nave, y están preparadas para evitar su deterioro contra viento y lluvias. El viaje va a ser arduo pero emocionante.

Otra parte del archivo es el fílmico. En este caso la Fundación ha confiado en la Filmoteca, dependiente del Institut Valencià de Cultura (IVC). El último depósito lo realizó el año pasado, al comprobar que las películas se estaban deteriorando al no contar con unas condiciones de almacenamiento adecuadas para los celuloides. Ahora, las películas están guardadas en el archivo de Paterna, pero la falta de personal del IVC no permite hacer más que eso. Desde que se depositaron, ni siquiera se ha podido evaluar la situación en la que están, ver qué hay en las películas ni mucho menos enfrentarse a un proceso de digitalización y catalogación. La institución pública se enfrenta a una infradotación de personal que le tiene prácticamente paralizada, y a corto plazo no hay visos de que la situación se vaya a resolver. 

Las películas depositadas comprenden vídeos corporativos y documentales sobre el proceso siderúrgico, pero también escenas cotidianas de la vida del Puerto de Sagunto. Al ser un pueblo nacido de una industria, era la propia empresa la que se encargó, en un primer momento, también, de la vida fuera de la fábrica. El equipo de fútbol, las fiestas patronales, la escuela, el hospital… De todo eso también hablan los negativos y positivos, que tienen una vida mucho más corta que el papel. El deterioro es rápido e inminente, la conservación del archivo audiovisual del Puerto es un reto a contrarreloj. 

Más allá de los documentos oficiales

La Fundación se ha desecho así de todo lo que no puede asumir, pero no se ha vaciado de contenido. Garcés se encarga ahora de los monumentos del patrimonio industrial. Por una parte, el Horno Alto Nº2, ahora cerrado a las visitas para acometer la reforma de algunos desperfectos provocados por las lluvias. Los trámites para que la estructura sea declarada Bien de Interés Cultural ya está en marcha. Por otra parte, también está previsto que, a lo largo de 2022, se licite el proyecto de obras para habilitar finalmente la Nave de Efectos y Repuestos como el futuro Museo Industrial. Los materiales del proyecto museográfico, que aún no se ha diseñado, también esperan en un almacén. Y respecto a la Nave de Talleres, adquirida en 2018 por la Generalitat para crear un centro cultural tras el fiasco de la Ciudad del Teatro, está previsto acometer todas las obras necesarias próximamente, a falta de los últimos trámites administrativos.

Julián López estuvo en aquellas reuniones, las de los acuerdos para llevar a cabo el cierre de la planta de Altos Hornos del Mediterráneo. El Puerto de Sagunto escribió durante meses varias páginas de la lucha sindical y obrera. El gobierno de Felipe González decidió cortar por lo sano y cerrar Altos Hornos del Mediterráneo, cebándose con Sagunto para salvar los Altos Hornos de Vizcaya y la asturiana Ensidesa. López entró en la siderúrgica en la década de los 50, y a los pocos años, ya fue advertido del peligro al que se exponía si seguía diciendo en voz alta que la plantilla se tenía que organizar para denunciar las condiciones.

La historia del archivo de AHV es de parte. «Sabiendo cómo ocultaban los accidentes laborales, seguramente esos documentos no tengan toda la verdad», relata el sindicalista de Comisiones Obreras. Él mismo comprobó cuando reubicaban a los trabajadores accidentados para que no contaran como bajas laborales, les apartaban para que las cifras y los titulares no hicieran saltar las alarmas de lo que ocurría allí dentro. Tampoco puede defender el papel de la prensa, que hizo un flaco favor en el proceso de negociación que finalmente amortiguó los peores males previstos y que supone todo un hito sindical en aquella época.

Preguntar a las personas

Julián López está a punto de superar las ocho décadas de vida, que ha dedicado en cuerpo y alma al trabajo sindical, y lo pone en valor siempre que puede: el trabajo para que al final, la totalidad de los 5.000 empleados encontraran una alternativa digna al trabajo. Él es memoria andante de la historia del Puerto, primera persona del singular que cobró una relevancia vital en el proceso de desmantelamiento. Como él, varios jubilados se reúnen en el casino recreativo diariamente para pasar las mañanas y las tardes. Al igual que los celuloides, su testimonio tiene, desafortunadamente, fecha de caducidad.

Este factor ha sido clave en el trabajo de investigación de Buenaventura Navarro, uno de los mayores estudiosos y divulgadores de la historia del Puerto de Sagunto. Ha escrito varios libros y lleva más de dos décadas dedicado a ordenar y contar la historia del pueblo. En opinión de Julián López, que además es amigo, ha hecho la aproximación más fidedigna a los tiempos más tensos del cierre.

Los dos se reúnen para el reportaje. Se lanzan piropos, se dicen necesarios. Son dos de tantos, del otro lado de la memoria, que no se encuentra en ningún lugar, sino que se respira en el aire. Es la memoria obrera del Puerto de Sagunto la que explica cuestiones sociológicas, urbanísticas, demográficas y hasta electorales, que lo hacen singular hasta con su hermano mayor, el Sagunto romano.

«Lo primero es ocuparse de preguntar a las personas, porque es la urgencia. Es importante aproximarse también a los archivos de la memoria industrial que, aunque sean documentos oficiales de las empresas, también son memoria obrera», explica Navarro. Se ha recorrido los principales archivos de las organizaciones sindicales o de la compañía Sierra Menera para tejer una historia que aún queda por contar.

Los responsables del Archivo Municipal, la Fundación y todos los entrevistados coinciden: en el momento en que haya un Museo Industrial y una apuesta en valor mucho más seria del archivo de empresa, será la propia gente la que desempolve sus archivos personales y los pondrá a disposición de esas iniciativas colectivas. Sin todo lo que la gente tiene guardada en su casa y en su mente, no hay memoria completa.

El IVAM ha adelantado algo de ese trabajo. Lo hizo en Industria/Matrices, tramas y sonidos, comisariada por Lorenzo Sandoval y Tono Vizcaíno. Lo que empezó siendo un trabajo de archivo encargado por Sergio Rubira, anterior subdirector de Colección y Exposiciones, se convirtió en una muestra que estuvo hasta el pasado mes de noviembre en la Galería 3 del museo. Sandoval y Vizcaíno han hecho un trabajo de recopilación de patrimonio inmaterial industrial en los carteles de movilizaciones sindicales, en las canciones surgidas en el trabajo, en las raves y en iniciativas ciudadanas que también explican la vida en València, Alcoi, Castelló, y por supuesto, Puerto de Sagunto.

Según explica Vizcaíno, este caso es paradigmático por diferentes cuestiones. La primera, el hecho de que toda la vida estaba impregnada por el trabajo. En el Puerto de Sagunto la bocina que avisaba del cambio de turno sonaba por encima de las campanas de las iglesias, el equipo de fútbol es el Club Deportivo Acero, y los villancicos que han podido rescatar tienen en sus letras argot siderúrgico. Si bien el grueso del trabajo en la industria recaía en los hombres, las mujeres también salieron a defender el empleo del que dependía su familia; las manifestaciones eran parte de los cuidados domésticos.

Esta recopilación se realizó en varios archivos personales y sindicales. Por ejemplo, CCOO tiene una colección de cintas con grabaciones de la radio pirata que montó la plantilla, Radio Unión. También todas las iniciativas que siguieron a la clausura. Porque la marcha de la empresa abrió otro reto: la reapropiación de la ciudad. Y ahí entra la reivindicación histórica del uso público de los Jardines de la Gerencia, las casas de los altos cargos ahora abandonadas y bandalizadas a la espera de que se les dé algún uso.

Ciudad Prohibida es un colectivo que en los últimos años ha reivindicado la transformación de la Gerencia como generador cultural. La Asociación Memoria Industrial y Movimiento Obrero (AMIMO) y la Associació de Patrimoni Industrial Valencià (APIVA) organizan frecuentemente jornadas de reflexión y difusión de la historia del Puerto. Sagunt Territori Acústic recoge algunos de los espectros sonoros de la ciudad que es y fue. Entre tantos, no solo se mira el pasado sino que se posibilita la memoria en el futuro. Un trabajo colectivo, desinstitucionalizado, que suma microhistorias para generar un relato común y completo.

Buenaventura Navarro señala que es importante llevar estas iniciativas al terreno más institucional, darles apoyo; al igual que dejar huellas de los hitos del pueblo, como el colegio donde enseñó una María Moliner que luego revolucionaría la lengua española, o señalar la casa de Juan Tudón Badía, uno de los primeros sindicalistas y último alcalde republicano de Sagunto. «Sin las personas no hay Historia», reza Navarro, y en efecto, el Puerto cuenta con toda una red de personas que luchan por sostener la historia más allá de un almacén, y que la identidad obrera permanezca, aunque todas las fábricas cierren.

* Este artículo se publicó originalmente en el número 86 (diciembre 2021) de la revista Plaza

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