Hablamos de coger vuelo, no directo, pero que llegará a Hanoi para empezar con la diversión más loca. Que toca lo de bailar entre vehículos de dos ruedas convirtiéndonos en uno de ellos con nuestras patitas. En ruidosos mundos de colores vibrantes y olores emocionantes. Con las personas bonitas como fundamento de la felicidad verdadera. Ya sea en riqueza de callejeo o entre lujeríos repletos de humildad. Con la calidad como cualidad y empezando con un par de Dry Martinis, que para qué uno. El del Bamboo Bar, muy seco, como nos gusta. Y con tres aceitunas rellenitas que le dan un toque graciosín. Para seguir con el del House of Barbaard con ginebra del país con el nombre de Baigur y vermut Mancino. Florales que nos llevan de paseo por arrozales. Lo del loto total con delicadeza personal. Y ambos con la compañía local, la de un pho de pollo para ir abriendo boca.
Vamos con un Gimlet en Nê Cocktail Bar. Cítricos vainillosos con su algo de dulzor en modo primor. Porque consigue un equilibrio que te lleva en balancín sin fin por los privilegios que nos conceden los rollos de arroz rellenos de güebo y cerdo de Bánh Cuôn Bà Xuân.
En The Player nos preparan un Whisky Sour con todo el cariño posible y probable. Como guardianes de nuestro bienestar tras tormentas que requieren la calma. La que nos salva de cualquier malez y de paz absoluta con ese guisito de intestinos que es parte del destino en Tam Vi.
Continuamos de andurreo e investigando nos encontramos con The Haflington y su Málà Negroni. Delicia picosona que justifica el retrepe de escaleras y posterior descenso. Porque son sabores ascendentes y valientes. Con la base del clásico rebién versionado y contando con desparpajo que quiere el arroz con gambas de Com Dao Loan Mai.
El permanente curioseo nos conduce hasta el Rabbit Habit y su Elixir. Conjunción de ginebra con hierbas y su cereza con resultado anisado, que aun así resulta acertado para los menos aficionados. Sofisticación divertida que nos da la vida con un bánh mì pâté xá xíu en Banh Mi 25.
Subimos raudos al bar del Mercury a por un Old Fashioned de libro. Con vistas que son milagrito. El de cruzar las vías siguiendo el sendero que te conduce a lo de estar contentos por saber elegir con acierto y que nos sonría la vida mordisqueando unos anacardos antes de un gran festín.
Volvemos a las alturas en el Upper Heaven con un Manhattan. Potencia clarificadora que hace la luz en nuestras mentes. Porque nada es importante si no es lo que nos ayuda a seguir adelante. Y avanzamos en lo correcto simplemente con el salteado de verduras del Hoang Cuisine.
Última noche en la ciudad y nos despedimos en el 9 Luv Cocktail & Gin Bar con una versión muy espacial del Dirty Martini. Elaborado con una ginebra de aromas a olivillas llamada Four Pillars. Idea muy total que nos convence como ideal con esos palitos de algún vegetal. Y así tal cual, decimos hasta lueguito. Volveremos para contaros Hue y Ho Chi Minh, amiguitos.