Reconozco que la primera vez que entré en Maipi tras el relevo, lo hice con cierta cautela. Sin dudar del compromiso de quienes se hicieron cargo –Germán y Carito son siempre garantía–, pero preguntándome si aquella barra se sostendría sin la presencia omnipresente en los últimos 40 años de Gabi y Pilar. Esta vez no tuve ningunda duda. Maipi goza de una salud envidiable. Ahí siguen el calorcito, los guisos a fuego lento y la certeza de que vas a salir con mucho mejor humor del que entraste. Están los platos de siempre, pero hay propuestas nuevas que todavía hacen más interesante la visita, como esta sepieta sucia con huevo frito. Una composición que una vez la pruebas no entiendes como no han ido de la mano antes. Funciona todo, el sabor  y las frescura del cefalópodo con la melosidad de la yema que impregna el plato dándole un matiz desconocido y sorprendente y el majado de frutos secos y jamón, que acaba por redondearlo. Es una fuera de carta, no siempre disponible, y quizás por eso, es todavía más seductor. María, a los fuegos, y Camilo pendiente de lo que pasa en las mesas y al otro lado de la barra se encargan de mantener el legado –ese del que tan bien habla hoy Marta Moreira aquí– bien arriba.

Me reafirmo. Cualquier tiempo pasado no fue mejor.