El trabajo de tres generaciones de lutieres ha posicionado a Guitarras Bros como uno de los talleres artesanales más genuinos y tradicionales en la construcción de guitarras clásicas y flamencas
VALÈNCIA. En los campos de Gata de Gorgos, en la comarca de la Marina Alta, hay un chalet blanco rodeado de olivos y naranjos; sencillo, de dos pisos y cercado con una valla. De su fachada cuelgan dos lonas medianas con el nombre de Guitarras Bros, siempre bajo la mirada de un vecino especial: el Montgó, testigo de la historia de los habitantes de esta casa que, a lo largo de casi setenta años, han hecho su aportación a la música tanto en España como fuera de ella como empresa familiar, como taller artesanal. De esos que extraña que todavía existan. Ahí solo trabajan cuatro lutieres cuyas ocho manos, con la ayuda de maquinaria antigua, dan forma a maderas preciosas de gran calidad para fabricar el mástil, la boca, la cintura, la pala, el zoquete y la caja de las Guitarras Bros, cuya alma propia sacan guitarristas y cantantes cuando actúan sobre los escenarios.
El éxito y el reconocimiento han tocado la puerta de este sencillo espacio artesanal que construye guitarras clásicas y flamencas, pero que no ha desviado el tesón de las tres generaciones que han pasado por la empresa. Y es que, como decía Francisco Broseta Monroy, padre de los hermanos David y Adam Broseta Cholbi, «lo que se trabaja con las manos se hace con el corazón». Y eso lo demuestra todo lo que hay en el taller, empezando por el equipo integrado por ellos, su tía Amparo y Juan, un joven lutier argentino.
Sus manos son las que fabrican guitarras personalizadas y lo hacen en unas humildes instalaciones, con paredes viejas y desteñidas, mesas de trabajo de las de siempre, maquinaria antigua y herramientas y utensilios por doquier. Un espacio que también encierra historias dignas de ser contadas y que, con orgullo, comparten los hermanos Broseta, nietos de los fundadores de Guitarras Bros —Herminia Monroy y Francisco Broseta Rogla—, constructores de guitarras desde finales de los años cincuenta.
Una historia que surgió en València, pero cristalizó en Gata de Gorgos. Y es que, ya a temprana edad Broseta Rogla se sintió atraído por la música y la ebanistería y llegó a trabajar en la casa de guitarras Dolores Marín, en Xirivella, mientras que Herminia hacía trabajos de barnizado y acabado en Guitarras Vicente Tatay, en València. Ante la necesidad de complementar el trabajo, ambas firmas se unieron y fue así cuando la pareja se conoció, se enamoró y, con el paso del tiempo, se casó. El destino los llevó a la población alicantina, dado que Broseta Rogla fue contratado por un constructor de guitarras para que le enseñara a perfeccionar la técnica. Le gustó la zona y, después de un tiempo, compró una finca que convirtió en el taller de lutería que hoy en día es Guitarras Bros, donde aún hay recuerdos de él, como los mástiles de madera de cedro —de Honduras— que se almacenan en una pequeña habitación y que fueron cortados y marcados por el fundador, hace 54 años.
Aunque, oficialmente, la empresa surge en 1974, el matrimonio ya fabricaba guitarras en València, pero dado que Francisco era muy pionero y estudioso de la técnica lutier, hizo la primera guitarra del mundo que tenía catorce cuerdas, siete por debajo del diapasón y siete por arriba. «Un instrumento único», expresa Adam Broseta Cholbi, que junto a su hermano David dirige la empresa en la actualidad.
El fundador falleció en 2004, pero quedaron su mujer, Herminia, y sus hijos, que aprendieron el oficio. Especialmente Francisco Broseta Monroy, el mayor —fallecido en 2017—, que se quedó al frente del taller y fue introduciendo a sus hijos David y Adam en la creación artesanal. «Mis abuelos trabajaban mucho a nivel de tienda, haciendo quizá guitarras más comerciales, pero mi padre cambió el proceso, y apostó por la calidad en lugar de por la cantidad», narra el joven lutier de 36 años. «Empezamos a hacer menos pero de más calidad; guitarras más exóticas, más mimadas a nivel de pulsación, de matices, de sonido», agrega, mientras destaca que su padre impulsó la internacionalización de la marca porque personalizaba el instrumento, estilo que no fue bien visto por el gremio de entonces, pero que algunos acabaron imitando.
Precisamente, ese gesto fue reconocido por la revista especializada londinense Guitarist, que al conocer la pequeña empresa probó las guitarras y, a una de ellas, la modelo B40, le dio las cinco estrellas como la mejor del mundo en 2005. «Creo que eso marcó un antes y un después en la empresa. Yo era pequeño y no me enteraba demasiado, pero lo cierto es que mi padre abrió mucho mercado internacional. Antes, con mi abuelo, se empleaban maderas como el palo santo y el ciprés, y mi padre empezó a trabajar el ébano exótico, el ziricote, que no estaban tan vistos en guitarras», comenta Adam, quien en todo momento aclara que sus antecesores han sido artesanos, más no músicos, pero al igual que él y su hermano David, aprendieron a tocar la guitarra porque es importante entender el lenguaje musical que hablan sus clientes.
Esto ha hecho que expertos guitarristas y músicos, no solo de España sino de otras partes del mundo, se acerquen al taller con la clara idea del instrumento que quieren, empezando por el tipo de madera. «Buscan guitarras más personalizadas, aunque ya no a nivel estético sino también en calidades de pulsación y de matices de sonido porque la comodidad en el instrumento es importante a veces más que el sonido. Esa es una parte que, al final, marca la diferencia de nuestro taller», asegura.
Asimismo, explica que es importante «sentirte cómodo, que puedas pulsar a gusto, dado que cada uno tenemos una pulsación —y agrega—: si un guitarrista quiere una pulsación fuerte, equilibramos con cuerdas de tensión fuerte, con altura más alta». Un ejemplo del instrumento individualizado es el tres cubano que, ocasionalmente, fabrican gracias a la amistad y sugerencia del guitarrista cubano Inti Cardoso, quien trabaja con ellos desde hace más de veinte años testando las guitarras.
El esmerado trabajo artesanal que hace el equipo Bros, además del sencillo taller donde construyen las piezas, sorprende a quienes acuden en busca de una guitarra, porque encuentran un sitio modesto, lleno de maderas de gran calidad, fierros y material por todas partes, que solo cuatro lutieres utilizan en la creación del instrumento. Esto los cautiva, además del trato familiar y cercano que tanto Adam como David les brindan. Por eso cada persona —famosa o no— que pisa el chalet acaba entablando amistad con ellos y no duda en aceptar la invitación a quedarse un día a dormir en la segunda planta, para conocer el proceso de construcción. ¡Hasta es posible que algún famoso haya lijado los cantos de la guitarra que ha pedido otro famoso, sin que este último lo supiera! «Tenemos un trato muy familiar. Vienen, están arriba, de repente bajan. No podemos ir mucho al pueblo porque a veces se arman unas… o, de repente, alguien los ha visto, corren la voz y se planta aquí medio pueblo, o empiezan a llamar…», cuenta Adam entre risas. Anécdotas hay muchas y de figuras de renombre, como Alejandro Sanz, Antonio Carmona, Dani Martín, Melendi y el Gran Wyoming, por citar algunos que han pasado por el lugar. Pero la discreción es parte de este trabajo, porque los hermanos Broseta reconocen el buen trato que también reciben de ellos y saben que su visita al taller es un momento de desconexión.
Es inevitable mencionar la visita que la cantante y compositora inglesa Amy Winehouse hizo al taller poco antes de 2006. «Estuvo varias horas aquí con mi padre, eligiendo una guitarra que luego se convirtió en su favorita y con la que escribió el disco de Back to Black, además de las últimas piezas que compuso», cuenta Adam como una de las experiencias más entrañables de la historia del taller. Igual sucedió con Andy Summers, guitarrista de The Police, que conoció el sitio y pidió una guitarra a su gusto. El personaje que en junio pasado se llevó un instrumento flamenco fue Mick Jagger, líder de The Rolling Stones, quien cumplió su deseo gracias a la intervención del guitarrista Piraña con los hermanos Broseta, que le fabricaron una especial y se la entregaron en el hotel donde se hospedaba.
Si le preguntas quién es el mejor guitarrista de hoy en día, Adam no duda en señalar a Diego del Morao, aunque expresa su admiración por Paco de Lucía, su espina clavada, porque nunca fue cliente de Bros, dado que él tenía su propio fabricante.
No se trata de exagerar —y el mismo entrevistado lo aclara—, pero el diseño, la elaboración y el acabado de las guitarras ha hecho que algunos cantantes o guitarristas acaben adquiriendo más de veinte piezas de diferentes modelos, cuyos precios en catálogo parten de los 350 euros y pueden llegar hasta los seis mil euros o incluso rebasar los diez mil euros. Todo depende de lo que el cliente pida. Por eso, una guitarra se puede construir en dos meses o formar parte de una lista de espera de ocho a diez meses. Esta situación ha hecho que el taller descatalogue temporalmente el tres cubano y la guitarra acústica para, así, centrarse en la elaboración manual de la clásica y la flamenca. Y es que, como asegura el entrevistado, las guitarras se convierten en parte de quien las posee: «Como el caso de Amy Winehouse. Tuve la oportunidad de hablar con su padre y me decía que todas las canciones que tocaba o componía se sentaba a hacerlo con nuestra guitarra. Y eso que ella tenía una marca que la patrocinaba y le pagaba una pasta por llevar sus guitarras en cada gira. Después, en su casa, componía con la mía. Para mí, esas cosas son muy especiales».
Como también es especial la relación con el presentador Pablo Motos quien, identificado con la marca, suele regalar una pieza a famosos que se presentan en su programa de El Hormiguero. El empresario recuerda que un día, hablando con su padre, Pablo Motos le decía: «¿Qué le regalas a alguien que seguro tiene un Ferrari? Por eso, cuando les doy la guitarra, muchos al final del programa me dicen "¿pero esto es en serio o era parte del show?". Les aclara que es un regalo y se van superemocionados con un producto muy español».
Adam tiene muy presente lo que su padre le transmitía con sus enseñanzas: «Me decía algo que recordaré toda la vida: "lo que se trabaja con las manos se hace con el corazón". Y al final creo que es cierto, porque la diferencia de una guitarra hecha a mano tiene algo que no tiene la industrial hecha con una máquina; incluso si las hiciéramos con el mismo material». Hay personas que invierten mucho dinero en una pieza, incluso piden que se note que es una guitarra hecha a mano. «Esto quiere decir que la artesanía tiene las imperfecciones de lo que está hecho a mano, y hay guitarristas que se gastan mucho dinero y quieren ver alguna pequeña imperfección que marque esa diferencia», explica el lutier.
Ejemplo de ello es el barniz cuyo acabado no queda del todo recto, así que una parte del instrumento puede tener un pequeño relieve por el pulido a mano, pero es aceptado por el cliente. Sin embargo, Adam reconoce que los artesanos son exigentes y tienen un control de calidad «muy exagerado», sobre todo porque construyen con el antiguo sistema tradicional español, «básicamente como las hacían mis abuelos, con la misma herramienta», de ahí que no hayan puesto absolutamente nada nuevo.
Que las guitarras Bros viajen por todo el mundo, sobre todo en países donde el flamenco gusta mucho es satisfacción, orgullo y resultado del trabajo de muchos años y del actual equipo. «Aquí todos hacemos un poco de todo. Cada uno tenemos nuestros procesos marcados, pero nos ayudamos en todo», expresan.
Cierto es que su padre fue su mejor maestro en lutería y les enseñó no solo la técnica sino también a administrar el negocio y a atender al cliente. «Me siento muy agradecido con mi padre porque nos ha enseñado tanto de la vida como de todo lo que hacemos aquí —dice—; él nos dio a elegir si queríamos estudiar una carrera o no, pero siempre nos decía que el taller estaría ahí». Y tanto Adam como David tuvieron que tomar las riendas del taller «casi a la fuerza», debido a una grave enfermedad de su padre, quien, presintiendo lo que venía, tuvo la idea de comprar una cámara y grabarse haciendo un proceso de trabajo muy especializado que sus hijos aún no dominaban. «A los pocos días de fallecer regresamos a trabajar, pusimos el vídeo y vimos las manos de mi padre y su voz diciéndonos ''chicos, por si acaso no acaba bien la cosa, os explico cómo tienen que hacer esto''». Es así como David, Adam y Juan, el más pequeño de los hermanos, que en la actualidad no trabaja con ellos, se convirtieron en la tercera generación que heredó Guitarras Bros.
Adam reconoce que el surgimiento de las nuevas tecnologías les ha ayudado mucho en la expansión internacional, de tal manera que un día pueden recibir un correo pidiendo una guitarra y al día siguiente esta ya va en camino. A diferencia de aquellos años en que las guitarras de sus abuelos no eran tan conocidas y cargaban el coche con una gran cantidad, rumbo a Andalucía, donde iban de tienda en tienda, llamando a la puerta. «Hay una historia muy chula que mi abuela cuenta: Hicieron un viaje, no tenían dinero y nadie les compraba ni una guitarra y se les acabó la gasolina. No les quedó más que decir o vendemos o vendemos». Y así fueron construyendo su propia historia, sus propias guitarras hasta convertirse en lo que hoy en día es el taller de lutería Bros.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 101 (marzo 2023) de la revista Plaza