Hace unos días sentía que iba a estallar mi cabeza, que mis neuronas bullían sin control, disparadas, cabreadas, vertiginosas. Comencé a escribir este artículo bajo el agobio de la desesperación. Es difícil desconectar de las atrocidades de cada día. Están ahí. Y son un exceso. La pasada semana ha sido brutal. Tras la presunta corrupción que se investiga, la corrupción manifiesta, la malversación eficiente, la degradación del discurso público es demoledora.
El denominado caso Koldo ha tenido rápida reacción y destituciones de responsables institucionales, y se está investigando, pero lo vivido con respecto a la presidenta autonómica de Madrid ha sido puro surrealismo, tremenda indignación. No se puede mentir, no se puede testificar contra la realidad, contra la verdad. Y no se puede tolerar que el jefe de gabinete de esta presidenta mayor del populismo trumpista, amenace a un medio de comunicación, a eldiario.es, como si fuera un matón mafioso, poniendo en evidencia que esos métodos se están utilizando y deben funcionar, seguro, porque no ha se ha dado una condena unánime ni el apoyo de los medios que están trabajando en este coro de la destrucción masiva.
Atravesamos tiempos gravísimos para la política. La derecha y su ultraderecha están minando la sociedad de trampas mortales para la democracia. Falsedades, injurias, manipulación informativa. Desde las mentiras de una representante institucional madrileña, las mentiras de su jefe nacional del PP, las mentiras de otros dirigentes, las decisiones dictatoriales de Vox, que el PP va tapando y toreando, la censura, la blasfemia constante de esos señores del poder, los de siempre.
Aquí contamos con un President dicharachero, vacío y risueño, de alcaldesas, alcaldes y concejales que vibran en esta burbuja que han creado de buenhacer, de cambio y de felicidad suprema. Y con su ultraderecha galopando sin freno, machacando y dictando su ideología, porque para condenar una agresión fascista en Castelló, el concejal ultra de Seguridad, de Vox, califica de descerebrados a quienes denuncian los hechos, la realidad, la verdad.
Es una sensación insoportable. Trump amenaza con un baño de sangre en EEUU si pierde las elecciones, calificando, además, a los inmigrantes como animales, salvajes y criminales. No estamos tan lejos de este señor corrupto, maltratador y delincuente que quiere seguir manejando los hilos que mueven este mundo. Mientras, no cesa el genocidio de Israel en Gaza, no podemos escapar de la muerte y del hambre de las niñas y niños palestinos, de las mujeres y de los hombres, de los periodistas, de los cooperantes.
A veces pienso que soy yo, que he quedado paralizada por tanta barbarie, por tanto miseria política y humana, por tanto horror y feísmo de la actualidad. A veces sopeso la realidad como una isla perdida, como una habitación cerrada, sin aire ni deseos. A veces caigo de lleno en estos agujeros negros, sin sentir, sin pensar. Porque duele sentir y pensar. Mucho.
En estos días de fiesta fallera he necesitado traer los recuerdos de aquella felicidad transitoria, aquellos instantes de vivir engullendo la vida. Tras la plantà oficial de las Fallas de València, madrugábamos al día siguiente, al amanecer, para recorrer los principales monumentos festeros. Era un ritual anual que compartía con mi querida amiga Reyes. Armadas con calzado cómodo, cámara de fotos en condiciones, nos trasladábamos por las calles céntricas, en las proximidades de ese eje que circunvala la Plaça de l’Ajuntament de València. Y siempre el mismo recorrido…. Con esas fallas destacadas de Convento Jerusalén, Plaza El Pilar, calle Corona, -que forma parte anímica de mi vida valenciana-, Na Jordana y las creatividades, bellas y alternativas, de las calles del barrio del Carmen. La meta era también la misma, una mesa en Santa Catalina, con esos inigualables buñuelos recién elaborados y un café, aunque durante los días falleros, estos placeres dulces procedían de la plaza del Doctor Collado.
Este año, no estamos en València. Pero ya lo sabemos todo sobre estas fallas que nos ha contado mi colega y amigo Alberto, realizando el mismo recorrido. Además, hemos conocido en directo online la falla de la Plaça de l’Ajuntament. Y nos ha gustado. Dos palomas de la paz que buscan el encuentro en tiempos donde la muerte amenaza toda esperanza. Dos símbolos que descansan en andamios de madera, transmitiendo la fragilidad de una deseada construcción, envueltas en un entrono disperso, de consumismo y señales que marcan este nuevo mundo. Y sobre la valla, cuatro inmigrante intentando saltar para incorporarse a un abismo incierto, sin determinar.
Somos testigos del derroche e hipocresía de estas y estos vividores que viven cómo aquellos personajes de la gran novela de Tom Wolfe, La hoguera de las vanidades. Inmersos en una trama maldita de egolatría, populismos y abusos. Somos testigos y víctimas de estos poderes podridos.
Buen lunes. Buena semana. Buena suerte.