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mirando al mar

Hombre rico, hombre pobre

| 20/02/2022 | 6 min, 55 seg

VALÈNCIA.- Según la izquierda ‘progresista’ el deporte de la vela es de ricos. No les voy a dar la razón ni aunque la tengan, porque lo que dicen no lo dicen a través de la cabeza sino que lo hacen por el odio que tienen a un deporte que no les ha hecho absolutamente nada. Los hay que la odian tanto que les colocan de máximos responsables de la mejor marina del mundo y se cargan todo lo que huela a vela. En fin es la incultura y el borreguismo de este país provocados por la política.

Si analizamos concienzudamente el deporte de la vela se puede llegar a la conclusión de que efectivamente es un deporte caro para el que lo practica, si lo hace mediante sus propios medios. La vela de base es más bien barata, siempre que se practique en una escuela para pasar un rato agradable y aprender algo que no está al alcance de todos. Pero si esa vela de base se practica con el objetivo de competir, ya no sale tan barato. Los injustos impuestos con los que se ‘fríen’ a este deporte la encarecen.

Pero dejemos a los chavales y a sus papás, que no es cuestión de aguarles la fiesta; reconozcamos que la educación que se recibe en una escuela de vela no tiene parangón con otras educaciones paralelas. Por lo tanto habría que decir a los padres de niños de seis a dieciséis años que utilicen estas escuelas de vela para añadir valores positivos a su formación, como el trabajo en equipo. 

Tras muchos años navegando por los circuitos del mundo se llega a la conclusión de que hay regatas de ricos, de burgueses, de aficionados y de pobres. Y es que en este mundo náutico nos encontramos con ambos extremos. Los poderosos, los que quieren y no pueden y los débiles. El deporte de la vela en España siempre ha contado con grandes mecenas que han hecho posible la organización de las regatas o el poder armar un barco de competición, pero algunos organizadores y armadores han estado engañando sistemáticamente a los patrocinadores hasta que estos se han cansado y han virado para cambiar el rumbo de sus inversiones publicitarias.

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Las 52 Súper Series, los RC 44, el Circuito  Sail GP, la Copa América, la Vuelta al Mundo, los Maxis… son circuitos inventados por ricos para ricos. Bien es verdad que en los entresijos de ellos hay mucha gente normal, deportistas que van a regatear, cobran sus dietas y vuelven a casa. Pero no es menos verdad que esas competiciones no existirían si no fueran para el divertimento de las grandes fortunas. Si lo miramos desde este punto de vista, sí, la vela es un deporte de ricos y no está al alcance de todos.

Vela ‘amateur’

Pero no hay que exagerar, y mucho menos generalizar, porque también está la vela amateur. Esa vela que está formada por armadores anónimos que se compran un barco de serie con sus ahorros y participan en las innumerables regatas que organizan los fines de semana los clubes. Esa vela está formada por amigos que se juntan para pasar las mañanas del sábado jugándose unas cañas en el campo de regatas y donde cada tripulante aporta su sabiduría y su bocadillo para poder navegar un rato cada semana. Esta vela no es de ricos, aunque no digo que no sea cara e injustamente penalizada por unos absurdos impuestos, que al final no revierten en este deporte. En España todos los clubes organizan regatas, bien de vela ligera para los chavales o bien de crucero para los más mayores sin distinción de si son socios o no de la entidad. Esto genera puestos de trabajo, así como también despierta la economía del club, que en invierno y entre semana es bastante desastrosa.

Luego están las regatas que quieren y no pueden —las llamadas regatas burguesas—, que sirven para menear el palmito e intentar demostrar que están en la élite. Estas regatas fueron de mucha importancia para las ciudades y clubes en las que se organizaban, pero hace diez años, cuando los patrocinadores salieron espantados por la cantidad de mentiras que se les decía, pasaron a ser un quiero y no puedo, a pesar de que se resisten a morir en su organización y que deportivamente hablando ya están muertas.

Hay regatas en las que priman más las relaciones públicas que el deporte. Regatas que llenan las páginas de los medios de comunicación a base de comprar espacios con una comunicación totalmente teledirigida desde los despachos y en la que todo, absolutamente todo, es mentira. Mucho más cuando estos patrocinadores se dan cuenta, mediante las multitudinarias protestas de la flota, que las reglas de la regata están teledirigidas hacia un vencedor.

Regatas no puramente deportivas

También hay regatas dirigidas a ganar dinero y a provocar el encuentro entre empresarios. Es el caso de la Copa América, que desde hace muy pocas ediciones ha pasado de ser una lucha tecnológica y deportiva entre países a ser un lobby enfocado a la especulación económica. ¿Dónde quedó aquello de un club, un armador, un barco y un país? Hasta los más puristas de esta regata están realizando unas malas copias de aquella idea que tuvo Ernesto Bertarelli cuando ganó la Jarra de las Cien Guineas a Nueva Zelanda y, como Suiza no tenía un club de aguas abiertas, no tuvo más remedio que vender su defensa al mejor postor; es decir, en esa ocasión a València.

Lo mismo está haciendo ahora el CEO del equipo de Nueva Zelanda, Grant Dalton, que intenta vender su ‘estadio’ para celebrarse, que no su organización, a València o Málaga, a ver si nuestros políticos caen en la trampa y sueltan doscientos millones de euros a cambio de promesas de negocios, turismo y fama. En estos momentos la Copa América no es una prueba puramente deportiva, es una carrera de barcos que van levitando por el agua a ver quién es el que llega primero, sin táctica ni navegación. El más rápido y el que comete menos errores en las maniobras es el que gana.

Caso parecido es el Circuito de Sail GP, que se regatea con los viejos catamaranes de la Copa América y que está en posesión de Larry Ellisson y Russell Coutts. Cada una de las pruebas del circuito, y son ocho, le cuestan a las ciudades cien millones de euros por lo que la recaudación es de ochocientos millones de euros. ¿Es negocio o no? España, y concretamente Cádiz, ha pagado cien millones por ser sede del evento número seis de 2021 y ya tiene firmado otro año más. El equipo español, que tiene un barco que no es en propiedad y que se llama Victoria, recibe una subvención por parte de la organización de cuatro millones de euros con el compromiso de que en 2022 tienen que haber conseguido un patrocinador propio, al menos para pagar la inscripción de un millón de euros. En fin, un despropósito que en realidad solo dura dos días y que en algunos casos no se puede disfrutar de otra manera que no sea por la televisión. Pocas ciudades hay en el mundo como Cádiz, que cuenta con unas gradas naturales desde donde sí se pueden ver las regatas.

Se podrían escribir ríos de tinta sobre si la vela es un deporte de ricos, pero creo que cada uno puede practicar el deporte que le guste sin ningún complejo absurdo y sin ser teledirigido y aborregado

* Lea el artículo íntegramente en el número 88 (febrero 2022) de la revista Plaza

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