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Horta is sexy: FAM, narrativa neorural para acercar a los urbanitas al campo

Conexión intergeneracional. Toma de conciencia. Crossover entre campo, cocina y diseño. Otro motivo para imaginar nuestra relación con la huerta

2/02/2019 - 

VALÈNCIA. No, no busquen aquí y ahora salvadores de la patria agrícola. Ni recetas mágicamente sencillas para problemas morrocotudamente complejos. No va de eso. De lo que vamos a tratar es de una suerte de fenómeno de atracción a la vez que de reivindicación. O de cómo calmar nuestra conciencia frente a la perplejidad de haber, generacionalmente, dado la espalda a un horizonte natural y productivo con poca comparación. De cómo a través del diseño, de narrativas nuevas, se puede contribuir a superar los clichés en torno a la actividad agrícola de l’horta. 

Edu, Ana y Rosa son un triángulo familiar sintetizando algunas de las cosas buenas que representa ese cambio en la mirada. Crossover entre campo, cocina y diseño; transfusión de conocimiento de padres a hijos. El resultado, una reformulación de nuestras relaciones de estilo creativo con el campo.

Sí, ya sabemos que no tenemos perdón, pero por eso mismo es tiempo para elevar el hurra hacia aquellos que ponen su talento al servicio de la causa. Edu, el padre, es agricultor desde que empezó a trabajar y hasta que, muy a su pesar, ha tenido que dejar de serlo por la escasa rentabilidad entre naranjos. Rosa, la madre, se ha dedicado quince años a la cocina hasta que dijo basta porque el producto que recibía no casaba con su ética alimentaria. Ana, la hija, lleva la comunicación de marcas en un estudio creativo, partiendo de la base de que la verdad es el mejor de los storytellings. 

Ellos tres, en piña, son el proyecto FAM. Porque tenemos… ídem. Gracias a él, Edu ha vuelto a la agricultura. “Se resiste a quitar los pies de la tierra y su tiempo libre lo dedica al policultivo a pequeña escala, para casa y amigos”. Es agricultor a media jornada. “A efectos prácticos, representa la columna derecha en el timeline de Instagram: nos muestra el producto en su hábitat natural”.  Rosa ha pasado a tener como principal hobby la cocina. “Es la columna de la izquierda en Instagram: nos muestra cómo la cocina transforma el producto”. Y Ana… Ana “En este caso lo tenía fácil, estaba todo en casa y llevaba viéndolo desde que tenía uso de razón: el padre es el que cultiva en l'horta, la madre los cocina los productos de l’horta y todos los comen en casa. Solo teníamos que ponerle nombre y forma. Representa la columna central de Instagram: una interpretación sobre el producto que invite a la reflexión. Un impás entre el campo y la cocina”.

Su simbolismo es poderoso. Su excepción, un reflejo de la norma. ¿La relación de nosotros los valencianos con l’horta no debería ser mucho más parecido a esto? En una sobremesa, hace cerca de un año, cuenta Ana, “mientras conversamos, nos damos cuenta de cómo la monotonía de un domingo en familia se rompe al ponernos a hablar de lo que más nos gusta: horta y gastronomía. De repente lanzo la pregunta de, ¿por qué no abrimos una cuenta de Instagram donde mostrar lo que tenemos en casa?”.

La creación de contenidos, el trabajo fotográfico, sus collage de realidad, configuran una muestra de las posibilidades a explorar por los talentos creativos. Una llamada de atención: por qué no tener l’horta como temática recurrente. 

La pretensión, simple: atraer al urbanita a un campo desconocido. La manera de conducirlo, “una estética atractiva, poco común en el sector agrícola”. Ante los mensajes llamando a las puertas de sus stories, preguntando qué se escondía tras el proyecto, Rosa, Ana y Edu decidieron invitar a los usuarios a su enclave, ponían la comida. “Para nuestra sorpresa, tuvimos que colgar el cartel de completo y acabamos sentados en una mesa imperial unas 60 personas entre conocidos y desconocidos. Aquello parecía una boda. Y nosotros contentos por conseguir traer la ciudad a l’horta”. 

Si la temporalidad del producto marca los platos, también lo hace con el timeline,  “tenemos una extensión de campo modesta que nos permite cultivar y un agricultor que lleva esta primera fase. La tierra marca la temporada de los contenidos. Si es tiempo de cítricos (pomelo, naranja y limón), por ejemplo, sobre estos productos serán las fotos a publicar. Cuando ya recogemos el producto de la huerta, es la actualidad la que marca el enfoque del producto descontextualizado, fotografiado en la columna central. En en este punto es donde apretamos un poco la tuerca para seguir con nuestra labor de concienciación sobre algunos alimentos, su uso y relación con la agricultura. Se cierra la línea en Instagram con la cocinera, quien decide la receta a elaborar sobre el producto de temporada. Al final, este proceso nos ha llevado a ser casi una guía de consulta de qué productos de l’horta de València están en temporada y algunos consejos o ideas para consumirlos”.

Esta estrategia que ellos mismos definen como ‘neorural’ busca pescar en caladeros no previsibles: "nos abren la puerta a un público que no tendría por qué ser nuestro target por la temática pero que se quedan por la estética.  Nuestro objetivo es mostrar l’horta en clave creativa para seguir ganando adeptos”. 

Foto: FAM

La conexión intergeneracional entre Ana y sus padres es también un reflejo de la cadena de conocimientos que debiera verbalizarse. “Es increíble pensar que en València tenemos una de las seis huertas periurbanas que quedan en Europa. No podemos dar la espalda a este territorio tan exclusivo que nos permite tener la despensa llena de productos kilómetro cero a diario. Mi padre desde pequeña me decía: mira cómo lo cultivo que si un día no tienes trabajo, al menos no te morirás de hambre”. 

Algunas lecturas finales. El divulgador Miquel Minguet, agricultor y cicerone turístico, señala el cambio en los últimos diez años: “hace diez años la narrativa siempre incidía en ‘qué pena que la huerta se esté perdiendo... si no se ha perdido ya’. Pero ha cambiado, muchos movimientos pensando en el kilómetro cero han acabado llegando a la huerta. Iniciativas como ‘De l’hort a la plaça’ han hecho mucho para visibilizar”. Minguet teclama diferenciar entre la imagen turística, romántica, de venir desde afuera… pero luego también centrar la atención en la realidad de los agricultores. “Un buen camino debe pasar por señalizar los productos que se han hecho en tu entorno, en la huerta de València”, determina.

El creador agrícola Hèctor Molina recuerda las enseñanzas de unir la creatividad con el campo: “las artistas tienen desarrollada una sensibilidad que me resulta mágica y a la que veo mucha relación con el mundo de la agricultura ética y responsable”. 

Tengamos hambre de l’horta. 

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