Aunque esta es una sección de sociedad y cotilleos, aprovecho para disertar sobre estilo: señoras y señores, la elegancia es ante todo una cuestión de estructura ósea. Por eso el esqueleto del Hemisfèric albergó, en la noche del 17 de septiembre, la presentación del nuevo diseño del diario Valencia Plaza. El ojo del pionero edificio la Ciudad de las Artes y las Ciencias pudo observar y acoger en su seno a la numerosa sociedad valenciana reunida por el poder de convocatoria del presidente de Ediciones Plaza, Enrique Lucas, y por el director del diario, Javier Alfonso.
La forma es la segunda condición indispensable de la elegancia que no está en las palabras sino en cómo están dispuestas, si hablamos de literatura. En moda, la forma se conoce como el corte; y en industria, ingeniería, arquitectura, comunicación se llama diseño. El nuevo diseño del diario Valencia Plaza pretende ser ahora casi invisible, para acompañar y potenciar al contenido, dotándolo -cito a su creador, Jesús Terrés- “de mejores condiciones como agilidad, velocidad, contenido audiovisual, mejor imagen, mayor tamaño, más información, secciones, artículos y, cómo no, periodismo sin medias tintas”. O sea, el diario local entendido como del siglo XXI, hasta el infinito y más allá.
El tercer requisito de la elegancia es la elección de los elementos. El mejor resultado se obtiene mediante la simplicidad como punto de partida, sin sobrecargarse como esas cantantes de ópera que llevan encima los terciopelos de Tosca, las joyas de Aida, los crisantemos de Butterfly y los velos de Norma. Y como las personas elegantes tienen como principal precepto pasar inadvertidas, es necesario que personas más adictas al destape como yo se encarguen de comentar qué celebritys se dieron cita esa noche y en qué circunstancias se encontraban después del verano. Aunque antes de seguir con la elegancia he de decir que el inicio del evento coincidió con el final de la preselección de las falleras menores infantiles, guapísimas niñas con un número adherido en el pecho que, como pájaros de otoño, presagian la llegada de próximas actividades falleras, que se cruzaron los invitados más puntuales.
Cabe decir que como fue esta una reunión más sociológica que política se notaba un ambiente relajado lejos del control mental y de lengua que exigían otras épocas. A eso de las ocho y cuarto llegaron las autoridades políticas, el presidente de la Generalitat, Ximo Puig -con un elegante traje negro azabache y corbata verde a pintas azules que hacían juego con sus gafas-, el alcalde Joan Ribó -que con su atrevido estilo lució para la ocasión camisa oscura de mangas cortas que dejaban al aire sus varoniles brazos y pantalón color beige claro con correa de cuero curtido-, el delegado del Gobierno, Juan Carlos Moragues -que no recuerdo cómo iba vestido- el conseller de Transparencia -que estoy seguro que no usó transparencias en su vestuario-, Manuel Alcaraz y la titular de Sanidad, Carmen Montón que, como casi todas las chicas guapísimas de la fiesta, había elegido un sencillo conjunto negro, con el claro propósito de fastidiarnos a los cronistas.
Nutrida fue también la representación del PP con su presidenta regional, la simpatiquísima Isabel Bonig, la coordinadora general del partido, Eva Ortiz, el presidente provincial del PP de Valencia, Vicente Betoret, la portavoz adjunta en Les Corts, María José Catalá y Vicente Rambla. Todos ellos tan accesibles que yo, si no hay un par de escoltas de por medio, pierdo el sentido de la situación periodística.
Reconozco que sé muy poco de lo que se llama la sociedad valenciana, así que intenté sobornar a Lucas Soler, de Culturarts, que vino vestido de manera casual tirando a concejal de Podemos, para que me revelara algún cotilleo pero fue imposible quebrar su sobriedad. Nos perdimos en una conversación sobre si Valencia ha dejado de ser una mujer y ahora es un hombre, y llegamos a la conclusión de que tal vez sea un travesti, que es del gusto de todos. Afortunadamente Ángela Valero de Palma, organizadora de eventos que sí es partidaria de las transparencias, me ayudó a ubicar a todos los abogados de Broseta abogados y a los de Gómez-Acebo, como Juan A. de Lanzas -que es un apellido que me encanta- , así como a los que vinieron en representación de empresas como Vodafone, muchísimos bancos como Caixabank, la Caixa Popular y la de Ontinyent, empresas radicadas en Valencia como Iberdrola, Zenith Media, Hidraqua, Publips, Consum, La Florida, Murviedro, Mapfre o Audi, que a la sazón habían puesto en exhibición un par de cochazos cedidos por Dionisio López de Levante Wagen, que estaban iluminados con unos focos colocados estratégicamente en el suelo.
También se reunieron bastantes autoridades portuarias seguramente debido al reciente nacimiento de Marina de Empresas, el clúster emprendedor de Juan Roig, porque me encontré con Manuel Palma que iba conversando de un grupo a otro, a Juan Antonio Delgado, Marta Villalonga y también me pareció ver pasar como una exhalación al incombustible Rafael Aznar.
Hablando con el entrañable Juan López Trigo, de Boyden, estaba Emiliano de la Bodega Montaña, que se ha recuperado tan bien de su último achuchón que a finales de mes organizará una tertulia bajo el título “gastronomía, ni muerta ni sencilla” en la que mezclará a Ricard Camarena con Josep Lluis Albinyana y un servidor, entre otros. También vi, aunque poco, a Sergio Adelantado con su esposa Sara, y a Pilar Caro, de la fundación Conexus, de empresarios valencianos en Madrid, con la que ya había coincidido en mis tiempos del CQC en el Senado de la capital.
Por si alguien hubiera necesitado un retoque de última hora, estaba doctor plástico Juan A. Mira acompañado por Silvia Pardo que llevaba un look elegantísimo y moderno que pocas pueden lucir tan bien.
La secretaria autonómica de Economía Sostenible, María José Mira, estuvo rodeada de un nutrido grupo de empresarios como José Vicente González, Vicente Lafuente, Francisco Javier Quiles o Enrique Belenguer. También hubo una nutrida representación del mundo del arte, la filósofa postpornógrafa y crítica de arte Marisol Salanova, o Ignacio Carrión, el dandy periodista y premio Nadal. Quique Medina y su gorra, el joven director de comunicaciones de La Rambleta. Carmen de Rosa, presidenta del Ateneo con la que me quedé con ganas de hablar. También estuvieron el coordinador de Intramurs Óscar Mora, con sus pelos rizados y el mejor pantalón de la noche, y la video creadora Salvia Ferrer, directora artística de Intramurs a los que me pareció oír de un proyecto fabuloso para el desaparecido cine Princesa. Conocí al timidísimo periodista Joan Oleague. Estaban los del Carme Teatre, que han reabierto sus puertas. Todo esto parece indicar que, junto a los otros empresarios, Valencia puede volver a molar y a generar proyectos de toda índole sin restricciones para las ideas.
Mientras hacía el recorrido hacia en interior del recinto, me encontré con la periodista Mariola Cubells, que se ocupa de las relaciones externas del Espai Rambleta, vestida de amarillo transgresor y muy bien acompañada por su compañera de la SER, Ana Mansergas, que ha regresado de Kenia con un gran bagaje. Carlos Pascual, el notario, hablaba con el director de Cinema Jove, Rafael Maluenda. Y de paso conocí en persona a los diseñadores Tomás Gorría y Paco Ballester, a los que sólo había leído en Facebook.
Con tanto ajetreo me perdí gran parte del catering de Gourmet pero no al menos una cerveza reparadora que deglutí mientras tocaba la banda del cubano Julio Montalvo con la cantante de boleros Eugenia Sancho, formación que contaba con una percusionista que llamó mucho la atención a los asistentes tanto por su forma de tocar como por su presencia escénica.
Eché de menos en esta ocasión a Neni Reyna, que andaba ocupada con sus mil y un asuntos, a Olga Adelantado que está sellando el reencuentro de las galerías de arte con el IVAM, y a la siempre activa Cuchita Lluch, que está más tiempo en Madrid tras su boda con Juan Echanove. Espero que cuando visite a la nueva pareja me cuenten cosas de nuestros nuevos senadores allá en el foro.
A la salida, todos los invitados recibieron un obsequio de Creoo, que a mí me lo dio personalmente Cristina Jiménez Torres su directora comercial, regalo consistente en un útil y nada embarazoso de transportar bloc de notas y unos lápices.
En resumen: con tanto buen rollo cada vez me gustan más los empresarios y los negocios. (Y recuerden que el arte, aunque no lo parezca, es también una empresa).