Durante los últimos lustros nuestros políticos sólo pensaban en el rédito electoral y la consabida inauguración. Ahora nos encontramos con que hay excesivos museos en Valencia
VALENCIA. Tres directores de otros tantos de los principales museos de la ciudad efectuaban hace unos días una reflexión en voz alta sobre la situación de nuestras instituciones y el futuro próximo de la política museística.
En muchos aspectos, no se iban muy allá de lo que hace unas semanas pincelábamos enValencia Plaza en torno a la necesidad de una corrección y la máxima urgencia de entendimiento a fin de una mayor coordinación interinstitucional. Sus conclusiones sobre algunos aspectos bien merecen una breve enumeración y cierta síntesis conceptual. Reconocer pecados es de santo.
Así, mientras uno admitía que durante una época, "por aquí”, se han creado contenedores sin saber para qué iban a servir -de hecho, aún no conocemos la real utilidad del Ágora, ordenada construir por el Emperador Francisco Camps como supuesta sede de la entrega de la Copa del América, sólo que se retrasó su apertura un año y aún está otros muchos sin terminar, y ya no va a tener ni tenis subvencionado después de un gasto de 90 millones, sobrecostes incluidos-, otro acertaba al asegurar que en “este momento histórico” hay excesivos museos en Valencia. Y lo mejor, que había que tender a una reorganización de la política museística para acabar con la multiplicidad de instituciones.
No seré yo quien les niegue la mayor. Al contrario. Menos aún, cuando han sido algunas de las premisas sobre las que no sé cuantos años llevo incidiendo desde diferentes ventanas periodísticas. Pero está bien que lo reconozcan quienes ahora gestionan esos mismos centros o estaban vinculados a ellos mismos de una u otra manera. Más que nada para poder tomar la palabra y comprobar dentro de un tiempo si sus oraciones han quedado simplemente en breves e íntimas jaculatorias. Pero estaría bien que alguien les hiciera caso, o lo pusieran sobre la mesa correspondiente, que muchos aún no saben cuál es.
Durante los últimos lustros nuestros políticos sólo pensaban en el rédito electoral y la consabida inauguración. Y para eso estaba el gestor, para organizar la fiesta correspondiente y el ágape añadido.
Ya se sabe que una exposición puede facilitar dos fotografías propagandísticas a un político: la que posa durante la presentación de la misma, y la que se hace durante su inauguración. Sólo hay que comprobar a cuántas exposiciones iban algunos y lo bien que sabían colocarse en medio del grupo para que a los medios de comunicación les fuera imposible separarlos de la imagen informativa cuando lo importante no eran ellos sino el contenido. El vicio, de momento, no parece haber sido del todo superado. Lo que correspondía era inaugurar sin tregua y dar muchas ruedas de prensa. Cualquier edil o conseller/a llegaba a explicar lo que un experto no sabía de qué forma justificar.
Si algo ha habido en las últimas dos décadas han sido exposiciones. Como escenario servía desde un vestíbulo hasta un pasillo prestado durante unas semanas. Luego venía la edición del catálogo correspondiente a golpe de talonario y que los comisarios y gabinetes viajaran de aquí para allá cobrando dietas sin parar. Algunos hasta se jactaban de haber llegado a dar varias vueltas al mundo con cargo al erario público. En algunos países latinoamericanos estaban más que felices porque les manteníamos desde aquí las programaciones de muchos de sus centros gracias a nuestras exposiciones. Muchos también miraban hacia otro lado.
Pero había más. Por ejemplo, la duplicidad de inauguraciones. La sintonía entre instituciones era tal que día sí día también se contraprogramaban para ganar protagonismo. Y lo peor, cada seis semanas, que es lo que suele durar una exposición, volvían a coincidir.
Un ejemplo de lo que se cocía y cuece por aquí sólo en algunas instituciones y centros culturales. El Centre del Carme tiene cinco o seis espacios, todos ellos abiertos con otras tantas exposiciones temporales; el MuVIM dispone de dos o tres salas y hasta utiliza un pasillo al que denominan la pequeña sala de la muralla; otras tantas tiene el IVAM. Y si ya saltamos a la Beneficencia, el número se multiplica, cualquier espacio es válido, hasta sus patios. Por no continuar con los museos municipales y sus salas temporales: las Naves, La Nau de la Universitat, las salas de la Politécnica, Las Atarazanas, l’Almodí, la Fundación Bancaja o el San Pío V. Y ya no contamos galerías privadas o espacios alternativos.
La pregunta clave es saber si esta sociedad tiene la suficiente población y además tiempo real para poder ser testigo de tanta exposición y, por tanto, si los recursos estaban/estarán bien destinados, que es otra de las premisas. Además de reflexionar sobre si todo realmente es válido y goza de la suficiente credibilidad y calidad para ser objeto o destino de lo público. Colgar carátulas de discos sin cartelas ni razón teórica lo sabemos hacer todos. Gastar una millonada en catálogos complementarios que acaban en librerías de lance a precios simbólicos es también más que sencillo. Y repetirse o no tener ordenado el orden museográfico es lo natural.
“Debemos acabar con la multiplicidad de las instituciones y aunar esfuerzos”, afirmaba uno de los participantes en el debate. Pues ya tienen faena. Urge un debate en profundidad sobre este asunto. No sólo una reflexión pasajera, que también está muy bien y ha sido un buen tema periodístico, si en realidad estamos interesados en reordenar nuestra política museística para sacarle mayor rentabilidad y saber a qué debe atender cada una de las instituciones implicadas.
Abierta la veda, que empiecen a disparar alargando proyectos, promocionándolos con intensidad, sumando iniciativas y colaboraciones y no campando cada uno a la suya y compitiendo en protagonismo, que debería ser el último fin. Ganaríamos mucho en todos los sentidos.
Por cierto, espacios como la Casa-Museo Benlliure o el Museo de Historia de Valenciason dos de los centros más interesantes y mágicos de la ciudad, pero todavía muy desconocidos. Por no añadir más. ¿A qué esperamos para devolverlos a la vida o, simplemente, para demostrar que están y existen, si es que alguien sabía de su existencia?