VALÈNCIA. Yolanda Díaz tiene entre ceja y ceja meter mano en los horarios laborales desde que entró en el Gobierno, en 2020. El verano pasado, antes del adelanto electoral, presentó un estudio con cien medidas que servirían para redactar la Ley de usos del tiempo y racionalización horaria. No pudo ser entonces, pero, en cuanto las vicisitudes parlamentarias lo permitan, volverá con ella. Sesenta expertos variopintos elaboraron con mimo aquel informe, que alertaba de que somos «pobres en tiempo», porque no disponemos de dos horas diarias de tiempo libre al día y dormimos poco.
Estamos entre los europeos que menos horas pasamos con Morfeo por las largas jornadas laborales, las peor repartidas a lo largo del día con extensas pausas de por medio. El pasar tanto día trabajando provoca, además, que el treinta por ciento de la población tenga problemas para desconectar del trabajo. Normal: no tenemos 'horarios saludables', sentenciaban los expertos. España es el país en el que más gente está trabajando o estudiando a las 18:00 horas, cerca del veinte por ciento, o a las 20:00 horas, casi el once por ciento, bastante más del doble que en Francia, Alemania o Italia.
Las soluciones pasaban por reducir la jornada laboral o, al menos, terminar antes en los sectores en los que sea posible, por ejemplo, en los comercios. También se proponía ajustar el horario lectivo en Secundaria y en las universidades. Como un elemento más en esta transformación de hábitos sociales, el horario televisivo de máxima audiencia tendría que adelantarse para que terminara a las 23:00, hora en la que casi comienza ahora, tras los anuncios correspondientes que ponen fin a El Hormiguero, el que marca, en la práctica, el cambio de oferta en nuestra programación.
Sin embargo, la ministra de Trabajo se refirió en concreto a la hostelería, cuando dijo que no es razonable un país que tiene abiertos sus restaurantes a la una de la madrugada. «Es una locura seguir ampliando los horarios hasta no sabemos qué hora». Pensando en esto, Begoña Rodrigo recordaba, al ganar su tercer sol para La Salita, otros días memorables, y ponía al mismo nivel cuando les dieron la primera estrella y cuando pusieron el aparato para fichar para que todos trabajaran cuarenta horas.
«En el debate sobre nuestra inadecuación horaria se percibe un tufillo a intentar homogeneizarnos con esa Europa de la que formamos parte»
No es un sector cualquiera el hostelero, con 319.000 establecimientos, que emplean a cerca de 1,7 millones de trabajadores, el 64% del empleo turístico, según el Anuario 2023 de Hostelería de España. Tampoco son los únicos que trabajan por la noche. Personal sanitario, fuerzas de seguridad del Estado, bomberos, taxistas, empresas de logística… hasta periodistas. Como en fin de semana. Para estos trabajos están los turnos, el cobro de la nocturnidad y lo que sea preciso para asegurar la seguridad y salud en el trabajo.
En este debate sobre nuestra inadecuación horaria se percibe, sin embargo, un tufillo a intentar homogeneizarnos con esa Europa de la que formamos parte, a la que queremos parecernos en algunas cosas como los sueldos; pero no en otras, precisamente, en los horarios de comida o la cantidad de bares, qué lugares, 1 por cada 175 habitantes, calculó el INE.
A escala cotidiana, ¿quién prefiere el sándwich rápido a la comida de mesa y mantel con los colegas, o quién renunciaría a la breve, pero fantástica, siesta entre semana si tiene una de esas jornadas laborales irracionales de turnos partidos? A escala macroeconómica, la oferta hostelera con sus horarios, con su nocturnidad y alevosía, son marca España. Nos gusta a los nativos y a los que nos visitan; es parte del paquete de atractivo turístico del país de servicios que somos. Señora ministra, por favor, en nuestras costumbres culinarias no queremos equipararnos a nuestros vecinos del norte.