La trayectoria del diseñador valenciano, fraguada en compañía de sus hermanos, se caracteriza por las múltiples facetas en las que trabajó el diseño
VALÈNCIA. Creativo, empresario y mecenas. La personalidad plural de José Martínez-Medina aunaba diferentes perfiles que se entremezclaban y confundían incluso dentro de un mismo proyecto. Como otros muchos críos de su época, José Martínez-Medina y Montoro (1919-2006) comenzó bien pronto a entrar en contacto con su negocio familiar, un taller de mobiliario. A los trece años, al igual que harían también sus hermanos, Juan y Vicente, Pepe ayuda a su padre en tareas de pequeño calado como el calco de patrones. La temprana entrada en el negocio familiar hermana a los Martínez-Medina con otros empresarios valencianos como los Hermanos Mariner, o italianos, como los Borsani (Osvaldo y Fulgenzio), quienes estaban al frente de una compañía, Tecno, con la que Pepe mantendría en el futuro un estrecho contacto. Gracias a la labor en el taller, Pepe aprende el conocimiento de los materiales y la importancia del detalle, dos claves en sus posteriores proyectos.
Manuel Martínez Torán, investigador de la UPV y autor del libro que mejor analiza la figura del diseñador (José Martínez-Medina. Diseño de muebles e interiores, Alfons el Magnànim), fue también comisario, junto a Teresa Alapont, en una exposición retrospectiva sobre su trabajo (Diseñando una vida, Centre del Carme, 2014). «Pepe llevaba en los genes la capacidad emprendedora —afirma Martínez Torán—. Por un lado, existía una necesidad de supervivencia, ya que Pepe y sus hermanos heredan un negocio familiar requisado que mantiene la producción durante la Guerra Civil, y a Juan, su padre, como responsable. Por otra parte, su talante cultural era muy abierto».
Gracias al taller, José Martínez-Medina entra en contacto con dibujantes empleados por su padre, caso de Ricardo Ivars o Arturo Boix (hermano de Ricardo, el escultor). La relación de la empresa con el mundo del arte valenciano proseguiría años después, ya que la compañía tenía por costumbre contratar personal procedente de Bellas Artes, caso de un joven Artur Heras y otros, que trabajarían como proyectistas desde los años 50 y 60. El interés por el dibujo de Pepe cada vez es mayor, de modo que en los años anteriores y posteriores a la guerra compatibiliza el trabajo con clases nocturnas en la Escuela de Bellas Artes de València.
* Lea el artículo completo en el número de mayo de la revista Plaza