Nace en València Kylu Te Quiero, una banda que retrata los conflictos emocionales de la generación Z con las anécdotas de sus propios integrantes
VALÈNCIA. “Yo sabía que esta relación nos iba a dejar fatal”, es solo una de las frases que cualquier veinteañero del planeta podría encajar en una tarde de desahogo y cervezas. La pronuncian los componentes de Kylu Te Quiero, un grupo valenciano emergente que encapsula las realidades del “drama de la generación Z” con un toque musical. El grupo se conformó casi de casualidad de la forma más moderna posible: en la facultad de Bellas Artes de València. En apenas una semana ya estaban convencidos todos los componentes: Sergio Rico como batería, Rin Nadal como voz principal, la bajista Ainara Navarro y David Azorín como “voz secundaria”, aunque como este mismo asegura, casi siempre, "las voces las hacen entre todos”.
El trabajo del grupo consiste en la autoexploración de los sentimientos y la traducción de estos en canciones, tal y como lo demuestran sus dos primeros singles: Responsabilidad Emocional y Si Esto Es Una Broma, ¿Dónde Está la Gracia? en los que, de forma casi accidental, hablan de temas que podrían tratarse en terapia: "Sin quererlo en nuestros tres primeros singles sí que hemos acabado hablando de salud mental”, comenta Azorín,“aunque nuestra fórmula es ir componiendo sobre los que nos va surgiendo, no queremos encasillarnos en ninguna temática”. Esto mismo sucede con sus grupos referentes, como son Lisasinson, Aiko el Grupo o Los Fresones Rebeldes. La traducción al contexto actual es hacer un tema de lo que sería una conversación con tus colegas justo al salir del psicólogo: “Al ponernos a escribir nos sale natural hablar de este tipo de cosas, hablamos de manera despreocupada de esos problemas que podemos tener nosotros mismos”, explica el vocalista.
En septiembre publicarán Lo Que Deberías Hacer (Es Pedir Perdón), tema que llegará cargado de autocrítica contra la generación Z: “Nosotros tenemos la broma de a ver cuanto tarda alguien en enfadarse y dedicarnos un hilo en Twitter”, comenta Azorín entre risas, y asegura que al final es lo que tiene la libertad de crear sabiendo “qué se hace y el por qué se hace”: “Es una forma de tratar los temas serios de forma contenta, darle un contexto tranquilo y ayudar a normalizarlo. Al final las canciones son críticas a nosotros mismos, como si un tercero hablara de nuestras vidas”. Esta inquietud surge desde la tranquilidad de crear con un equipo "más de colegas que de músicos muy serios", que con su contexto y sus historias pueden generar letras en las que cualquier milenial podría sentirse o muy ofendido o muy identificado.
Entre los oyentes del grupo se encuentra la psicóloga de Azorín, quien ve los temas como un ejercicio de expresión artística y personal de lo más favorable: "Al final muchas veces yo voy al psicólogo y al día siguiente escribo las letras, suelen salir después de terapia", comenta el vocalista. De la misma manera lo hacen el resto de integrantes del grupo, quienes también van a terapia y tienen muy trabajado eso de "canalizar" las anécdotas y energías y ponerles un buen ritmo. Al final esta dinámica rodea todo el universo 'tontipop', en el que (casi sin quererlo) se pone un ritmo más bien feliz a temas generalmente "dramáticos" como pueden ser las rupturas amorosas o las gestiones emocionales.
De esta forma la música se convierte en herramienta de expresión y de desahogo, y cuando se corea a pleno pulmón se convierte en terapia para sus oyentes también: "Nos encanta cuando nos dicen que se sienten identificados con nuestras letras, es lo bueno de que estas se tomen a risa y con un poco de autocrítica". Todo este ejercicio resulta en una revisión propia que surge de muchas horas de "autogestión", y que a posteriori permite ver todo desde el lado del humor, para poder poner banda sonora a las "desgracias" generacionales y a los dramas milenials, todo ello revisado previamente en consulta y edulcorado entre guitarras, baterías y algunos efectos sonoros para suavizar un poco.