Es muy probable que esta sea la última campaña electoral en la que convivan la liturgia tradicional de los mítines, los carteles y oras formas tradicionales con el nuevo espacio social generado en las entrañas de internet y de la inteligencia artificial. Estamos ante una nueva realidad que necesita de una nueva adaptabilidad por parte de los partidos y de las organizaciones en general. Y es que ahora vamos a necesitar desaprender mucho para poder adaptarnos a unos nuevos conocimientos. Solo así seremos capaces de ofrecer nuevas respuestas, más certeras y más próximas a la demanda real de la ciudadanía.
El siglo XXI es diferente, y eso que no ha hecho más que empezar. Ahora convivimos en un cambio geométricamente acelerado, líquido o gaseoso, una guerra perdida entre lo analógico y la inteligencia artificial. Ya nunca nada volverá a ser igual. La nostalgia, la resistencia al cambio solo generará una mayor sensación de frustración y derrota. Se puede ser un romántico, pero no dejes de creer que ese espacio no va a volver. José Ignacio Latorre en su libro -Ética para maquinas- escribe: “La decisión misma que toma una inteligencia artificial, basada en un análisis extenso de variables, tendencias, noticias, memoria histórica y aprendizaje de patrones, son imbatibles a nuestros ojos. No hay otro remedio que convivir con las máquinas".
Y es tan diferente este siglo XXI que ya ni las encuestas las entendemos como herramientas fiables que nos permitan analizar la realidad. Los encuestados cada vez esconden más sus preferencias reales y después los datos son utilizados en muchas ocasiones de manera espuria para horadar a la opinión pública. Las encuestas igual orientan que desorientan. Igual movilizan que desmovilizan al electorado.
Asistimos, por tanto, a un escenario electoral que presenta un alto número de indecisos ante la convocatoria de las próximas elecciones. Encuestas que ahora ofrecen una victoria al PSOE y que podrían estar dirigiendo estrategias para tensionar el comportamiento electoral de la derecha y desmovilizar a la izquierda. “Bueno, si no voy a votar no pasa nada, total van a ganar igual”. Encuestas que tensionan y que desmovilizan. El caso de Andalucía es todo un ejemplo. Por no hablar de lo ocurrido en Estados Unidos con Trump, con el Brexit o con Bolsonaro.
Y por otra parte, también nos encontramos con un alto porcentaje de voto oculto. Un voto cada vez más difícil de predecir y que suele ocultarse por temor y por vergüenza. Si hasta ahora este voto oculto se asimilaba más a las propuestas más radicales hoy puede encontrarse también tras siglas que se han convertido en marcas de difícil defensa, básicamente por los diversos casos de corrupción. En este caso concreto se encuentra claramente el electorado que en anteriores citas apoyó al Partido Popular y que en la actualidad siente vergüenza del comportamiento de un gran número de sus dirigentes.
Si todo esto - la volatilidad de la política, el elevado número de indecisos y el aumento del voto oculto- lo mezclamos y agitamos como un coctel, obtenemos una ecuación de solución imposible, y con variables tan indefinibles que sólo tras el escrutinio de votos nos permitirán analizar y comprender mejor la influencia de la inteligencia artificial con los nuevos comportamientos.
La democracia pues, de alguna manera, vuelve a su significado y a su origen más puro: una persona un voto. Votemos pues, cada uno de nosotros y nosotras, hagámoslo. La democracia, nuestro futuro, está en nuestra mano y en la de nadie más. Que no nos la manipulen.
Alfred Boix es portavoz adjunto del PSPV en Les Corts