Inspirado por las vidas de santos, todos con muertes para enmarcar, Fernández Aguilar lleva años recopilando óbitos de científicos que, ahora, son el hilo conductor de su último libro
VALÈNCIA.- El libro nació de un encuentro casual, cuando el escritor Eugenio Manuel Fernández conoció a un responsable de la editorial Almuzara y le comentó que estaba trabajando en un nuevo libro. "Cuando era pequeño empecé leyendo hagiografías, esas vidas de santos que además tenían unas muertes muy sufridas y muy acordes con su labor. Luego me dio por biografías más serias y fui descubriendo que algunos de los científicos no habían muerto en la cama, como yo suponía, sino de cualquier manera: condenados, suicidios, asesinados... Así que empecé a recopilar muertes durante años, y de ahí ha salido Esto no estaba en mi libro de historia de la ciencia", explica el divulgado. La propuesta ha recibido el aplauso del respetable, y ya va por la segunda edición.
Curiosa forma de divulgar. Fernández Aguilar lleva años en esto y reconoce la fórmula perfecta: "Prefiero pensar que no hay un secreto, que cada uno tiene una manera de hacerlo y, así, llega a un determinado público. A otros puede no gustarles lo que hago, pero seguro que hay otro divulgador por ahí, con su propio estilo, que se adecúa más a sus gustos —y añade— yo no sé hacerlo sin humor, y si es humor un poco negro, mejor".
Una declaración de principios que va al pelo de este título que nos recuerda que la historia de la ciencia atesora muertes por doquier. Y no, los libros de historia no nos la suelen desvelar: científicos con prometedoras carreras truncadas por experimentos fallidos con desenlaces fatales, hórridos accidentes, asesinatos viles, además de envenenamientos, ejecuciones de toda clase... "La verdad es que no es un libro de divulgación científica al uso, aunque sí que aprovecho la historia de los científicos para explicar qué hicieron, pero los principales elogios que he recibido no han sido de gente de ciencias sino de filólogos o historiadores".
Recientemente, con motivo del 50 aniversario del alunizaje del Apolo XI (o del estreno de Hemos llegado a la Luna de Stanley Kubrick) Fernández Aguilar se pasó una semana atendiendo a medios de toda España (algunos incluso desde el extranjero) para que disipara las dudas que, al parecer, aún existen. Es comprensible ya que es el autor de La conspiración lunar ¡Vaya Timo! (Ed. Laetoli) pero lo que no es tanto es que su libro se haya puesto de moda diez años después de haberse escrito. Cabe preguntarse ¿sirve de algo divulgar? ¿Cuántas veces más va a tener que explicarlo? ¿Tan mal estamos?
Al respecto explica que "no creo que estemos tan mal. Es verdad que hay mucha gente que no se informa y que hay muchas páginas en internet que se dedican a difundir tonterías, pero también hay otras que explican muy bien las cosas. Solo hay que buscarlas". Él, para predicar con el ejemplo, tiene dos blogs: Ciencia en el XXI y Ciencia en blanco y negro.
Pero, como dicen los amantes del New Age y otras filosofías de bolsita de azúcar, "la muerte no es el final". En este caso, casi fue el principio del libro. "Aunque llevaba años recopilando información decidí hacer el libro cuando nació mi hija y a mi mujer le pusieron la epidural. El descubridor de este tipo de anestesia fue el médico español Fidel Pagés Miravé quien, curiosamente, se mató en un accidente de tráfico", explica este físico.
Lo mejor que se puede decir de Eso no estaba en mi libro de historia de la ciencia es que es una obra de divulgación científica para leer en la playa. Pocas formas hay más gráficas de calificar un libro ameno. Y lo es. Envenenamientos, asesinatos, suicidios, accidentes... y algo de mala pata. Si es que en el fondo, los científicos también son personas.