El sector de la danza se encuentra en un momento de incertidumbre. Sin embargo, con la reciente puesta en marcha de Espai La Granja, la internacionalización y el relieve de algunos proyectos escénicos valencianos y la celebración de la 35ª edición de Dansa València, que aspira a consolidarse como foro para creadores, compañías y agentes culturales, hay motivos para la esperanza
VALÈNCIA.- La crisis desata el ingenio. El año pasado, Cultura movilizó alrededor de cuatro millones de euros en un balón de oxígeno para los creadores llamado ReaCtivem. La propuesta venía a redondear las ayudas esbozadas en el Plan Resistir —dirigidas a cubrir los gastos corrientes para autónomos y microempresas— y, como señaló Joan Ribó, alcalde de València, durante su comparecencia pública: «los sectores culturales son también tejido industrial y suponen una importante fuente de generación de empleo».
La situación de incertidumbre provocada por la pandemia redobló diagnósticos y recomendaciones para volver a recuperar el pulso a la cultura. Entre las del Consell Valencià de Cultura, por ejemplo, la elaboración de estudios estratégicos, la apuesta por la coordinación entre administraciones, la profesionalización del sector —una forma educada de apuntar hacia la precariedad que asola a los creadores— o la necesidad de una legislación que impulse, proteja y ayude a construir tejido. De todo ello podríamos extraer un mantra repetido hasta la saciedad por los diferentes actores del sector: hace falta reinventarse. Mientras las administraciones públicas asumen el peso social de la cultura, lo que se tercia para agrupaciones, compañías, artistas, espacios o mediadores es un nuevo ejercicio de imaginación.
Con los datos en la mano, servidos por Econcult, la unidad de economía de la cultura de la Universitat de València, las estadísticas del sector en relación a hábitos de consumo cultural abren una brecha preocupante entre creadores y público. Si bien en 2019 el número de espectadores de danza permanecía estable, los indicadores de gustos y gastos arrojaban un alto porcentaje de encuestados que no dudaban en señalar su falta de interés (un 29,7%) o de tiempo (26,5%) como principales motivos para no ir o no repetir experiencia en el patio de butacas. El confinamiento y una desescalada alargada en el tiempo acentuaron la preocupación en el sector; según la base de datos del Ministerio de Cultura, 2020 redujo a la mitad el número de representaciones, espectadores y recaudación por espectáculo.
Tanto las cifras como los eslóganes dibujan un panorama delicado para las artes escénicas. Imaginación, reinvención, reciclaje o sinergia son conceptos que se repiten una y otra vez como elementos para llevar a cabo un análisis de las posibilidades del sector. Sin embargo, más allá del aspecto creativo de la cuestión se encuentra también una serie de factores sociales, laborales y económicos para los que artistas e intérpretes reclaman una solución. Uno de ellos, puesto sobre la mesa del gobierno durante las conversaciones en torno a la reforma laboral, es el estatuto del artista. Como señala Ángela Verdugo, coreógrafa y presidenta de la Associació de Professionals de la Dansa Comunitat Valenciana (APDCV), «se trata de un aspecto vital, porque gran parte de las complicaciones que tenemos en el desarrollo de nuestro trabajo surgen del choque entre la legislación y nuestra realidad laboral».
De ahí que este estatuto suponga una revisión total de las actividades de los artistas y sus diferentes tipologías, así como también la adecuación de un organismo como la Seguridad Social a este contexto de trabajo. Este no es el único escollo al que hacen frente los artistas: «Estamos pidiendo desde hace tiempo que la administración haga de paraguas de los creadores, igual que lo hace con los empresarios», apostilla Verdugo, que considera que son pocos los creativos que se venden bien a sí mismos.
Para Guillermo Arazo, al mando desde hace nueve meses de Espai La Granja, centro de recursos y mediación para la danza y las artes, un movimiento adscrito al Institut Valencià de Cultura, «hace falta un tejido, no tanto profesional como empresarial, para que los proyectos tengan mayor recorrido». En ese sentido, Espai La Granja proporciona herramientas para intentar conectar a los creadores a un mapa de diferentes centros estatales y que puedan seguir trabajando y desarrollando las residencias.
Pero ¿en qué consisten esas herramientas? Arazo comenta que han puesto a disposición de los creadores las figuras de acompañamiento y mediación. «En el primer caso, se trata de una consultoría con los creadores; observar cómo se desarrollan esas piezas, no solo artísticamente sino en la faceta de producción. Adónde dirigirse en materia de subvenciones, cómo llevar a cabo la presentación de proyectos o cómo continuar el trabajo de residencias de creación». En cuanto a la mediación, se ha tenido en cuenta a aquellos colectivos que empiezan a conocer lo que es la danza contemporánea, sin dejar de incidir en el tema de la internacionalización, «cómo presentarse a proyectos como Europa Creativa o qué subvenciones se pueden conseguir a través de las distintas instituciones internacionales». Arazo destaca que la labor principal del centro es desarrollar herramientas para que los creadores puedan seguir trabajando e investigando, aunque «lo que falta es esa cultura empresarial aplicada a la danza».
Desde el punto de vista de Javier González las empresas también tienen mucho que aprender de la danza. Este psicólogo especializado en el desarrollo de personas y competencias en el ámbito empresarial realiza actividades donde se utilizan diferentes herramientas de las artes escénicas como la respiración o la voz con otras más relacionadas con el coaching, como la inteligencia emocional. «El sector demanda continuamente cosas nuevas que se salgan de lo convencional», por ello este profesional, con más de veinte años de experiencia, intenta sacar a los empleados de su zona de confort, «invitándoles a explorar su trabajo a través de herramientas dinámicas que desarrollen competencias transversales como pueden ser la comunicación, la negociación o la resolución de conflictos».
Ángela Verugo:«Desde hace tiempo pedimos que la Administración haga de paraguas de los creadores»
Pero la transdisciplinariedad, la capacidad de conectar ámbitos y prácticas creativas ajenas, supone un arma de doble filo para el sector de las escénicas. «Si se busca la innovación, especialmente desde el mundo empresarial, hay que proporcionar un margen difuso que permita probar e investigar; de otra manera lo único que se encuentra es el producto», opina Verdugo.
La coreógrafa incide en la importancia de las dinámicas de los encuentros entre profesionales del sector «para conocer qué está pasando en otros territorios, así como para formarnos en aspectos en los que todos tenemos carencias». Puntos de encuentro como el Festival Dansa València, que celebrará su 35ª edición en abril, y la cada vez más creciente colaboración entre centros, instituciones y profesionales de diferentes sectores de las artes y la creación. Un esfuerzo colectivo, con la voluntad de revalorizar una marca y una identidad creativa lastrada por años de indefinición en materia de políticas culturales, que está empezando a dar sus frutos. El salto internacional de compañías como Maduixa o Taiat Dansa, así como el reconocimiento a nivel estatal de creadoras como Asun Noales, son indicadores de que algo está cambiando.
María José Mora / directora de Dansa València
VALÈNICA.- Hace apenas un año que María José Mora aterrizó en Dansa València. Con la idea de dar un nuevo impulso al Festival —en abril celebrará su 35ª edición— esta programadora, intérprete —codirige la compañía Marea Danza— y gestora ha trazado las líneas estratégicas para arrancar un nuevo ciclo, en el que se conecte la danza con el mercado, la programación expandida con la búsqueda de nuevos públicos y las sinergias entre el festival y centros e instituciones, tanto a nivel autonómico como estatal.
— Ha sido tu primer año al frente de Dansa València, ¿qué líneas tenías en mente al asumir el proyecto?
— El proyecto se basa en cuatro líneas estratégicas: realizar una programación dedicada tanto al mundo profesional como a la ciudadanía, transformar con ayuda del arte la comunidad con proyectos con contenido social y con mediación enfocados a la ciudadanía, promover un aprendizaje mutuo entre los diferentes agentes que componen el sector y, por último, activar y sostener la creación.
— ¿Qué retos y líneas de programación te has marcado como objetivos a corto y medio plazo para Dansa València?
— Siempre digo que Dansa València es un festival que mira a muchos lugares. Por un lado, atiende a la ciudadanía con una programación que recoge lo más representativo de la creación estatal, llevando el arte y la danza a espacios urbanos y no convencionales. Por otro lado, no podemos olvidar que el festival es un exhibidor, un espacio de profesionales. Por lo tanto, el festival tiene una complejidad en sí mismo, porque no es solo un evento para disfrutar; también para trabajar y que sirva de escaparate para el talento valenciano.
— ¿Qué vamos a encontrar este año en Dansa València?
— Tendremos una parte que atenderá al talento local con compañías y creadores valencianos, un 40% de la programación, otra con creadores a nivel estatal y algún espectáculo internacional. La programación atiende a diversos lenguajes de la danza y a diferentes formatos, así como a creadores emergentes y consolidados. Habrá actividades específicas para la formación de profesionales que se impartirán en el Conservatorio Superior de Danza y en el Espai La Granja. Lo más novedoso en este nuevo ciclo es que el festival no queda encerrado en un espacio y tiempo concreto; nuestro objetivo es dinamizar la danza en todo el territorio valenciano a lo largo del año. También se hará un trabajo en dos direcciones con el Circuit Cultural Valencià, formando un grupo de programadores en artes del movimiento, ofreciéndoles herramientas para la programación y que, al mismo tiempo, este grupo de programadores se comprometan a acoger compañías en sus municipios a través de programas de mediación o residencias remuneradas.
— Recientemente el Festival ha pasado a formar parte de COFAE (Coordinadora de Ferias de Artes Escénicas del Estado Español), ¿qué supone para Dansa València esta alianza?
— Conectar con otras personas o festivales que están en un mismo camino de trabajo es vital porque compartes conocimientos y generas redes. Nuestra programación está realizada para exportar talento y para que los que vengan se fijen en nuestras creaciones. Cuando los creadores son vistos desde otra mirada, los proyectos artísticos pueden crecer mucho más.
— Más allá de la programación escénica, ¿hasta qué punto puede Dansa València ser un lugar para la mediación entre profesionales y empresas?
— Estamos haciendo un papel de mediación muy importante y este año se intensifica con puntos de encuentro y sesiones de trabajo en las que propiciar conexiones entre creadores y profesionales. Asimismo, habrá una mediadora que trabajará mediante unos talleres en los que se comentarán las diferentes piezas. El festival puede ser ese espacio donde convivan agentes y se lleven a cabo encuentros.
«la programación está realizada para exportar talento y para que los que vengan se fijen en nuestras creaciones»
— Cuando se alude a los festivales artísticos resulta inevitable hablar también del público y del trabajo de programación y comunicación que hay detrás…
— Tenemos que partir de que la danza es un lenguaje abstracto al que el público tiene cierto respeto, de ahí la importancia de una buena comunicación; explicar bien el festival y quitar este 'halo' de temor. Nuestro trabajo es llegar al público y para ello realizaremos varias acciones, desde trasladar la danza al campus de la universidad, hasta renovar la web para que sea más intuitiva ofreciendo herramientas para poder entender la danza. A nivel municipal, hemos creado, junto al IVC, una figura que medie entre los espectáculos, las residencias y el municipio para fomentar y promover futuros espectadores.
— Según los datos proporcionados por el IVC, en la edición de 2019 más de 7.800 personas asistieron y las salas alcanzaron un 89% de aforo, unos datos bastante positivos. ¿Cuáles son las expectativas para esta edición?
— Dansa València siempre ha tenido público. En las pasadas ediciones, y pese a la pandemia, el festival tuvo afluencia, y este año esperamos que la gente sepa que ir al teatro es una experiencia cultural segura. En esta edición queremos llegar a determinados colectivos a los que no hemos llegado en otras ediciones, como el público joven. Va a haber danza en el río Turia, en la plaza de la Lonja, en el Parque Central… si el público no viene a nosotros, iremos a buscarlo.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 89 (marzo 2022) de la revista Plaza