MEMORIAS DE ANTICUARIO

La erótica del arte

“He pintado cuadros bajo el acoso de las formas”

Andrés Cillero (Valencia 1934-1993)

25/09/2016 - 

VALENCIA. Mark Twain definió la más famosa Venus de Tiziano de 1538 como "la pintura más loca, salvaje y obscena del mundo”. Quizás el gran escritor estadounidense exageraba…o quizás no. Cada espectador es libre de ser provocado, mucho o poco, por el arte, y no seré yo quien dude de que al creador de Tom Sawyer esta Venus provocaba, al parecer, movimientos telúricos en su lo más profundo de su ser. El célebre columpio de Fragonard, obra cumbre del más exaltado rococó, puede contemplarse como un simple ejercicio de virtuosismo, un tanto cursi, o podemos ser más curiosos y preguntarnos si quizás hay una intrahistoria más suculenta. Efectivamente: el promotor de la obra es el joven de la izquierda, amante en secreto de la mujer que se balancea. A la derecha aparece el marido de esta. En el cuadro hay dos espectadores: nosotros que estamos fuera y el joven que tiene en ese momento una visión erótica más allá de los muslos de la dama, a la cual no hemos sido invitados. Si nos acostumbramos a desentrañar las historias de los cuadros, el arte se pone más interesante.

La vida respira sexualidad y Eros se halla apostado en todas las esquinas, así que no nos debe llamar la atención la cantidad de artistas que se han movido entre la preeminencia de lo erótico en su obra a, cuando menos, ser seducidos, en algún un período concreto de su carrera por el mundo de lo carnal: por supuesto Picasso esencialmente en sus últimas series de grabados , Dalí, Manet (con su celebérrima Olympia), Courbet (con su icónica “El origen del mundo”), Klimt, Goya (sus majas), Egon Schiele, Rodín, Degás, Lautrec, Balthus. Resulta curioso, no obstante, observar cómo con la superación de las primeras vanguardias y el camino a la abstracción por medio del expresionismo abstracto, el erotismo como tema es abandonado, en tanto en cuanto se trata de un género que transita de la mano de una figuración que se arrincona. No obstante, con las nuevas corrientes figurativas, ya entrado el siglo XXI, en cierta forma se ha vuelto a retomar. Sería un imperdonable olvido dejar de mencionar que el cómic, la fotografía y el cine han venido supliendo con creces esa ausencia de lo sexual en los grandes formatos pictóricos y escultóricos más intelectualizados y dirigidos más a plasmar la psique del artista que sus impulsos más inmediatos. En el mundo de la fotografía serían innumerables los artistas cuya obra tiene un marcado carácter sexual, sobresaliendo los trabajos de Robert Mapplethorpe o Helmut Newton.

Hay distintas formas en que lo sensual se hace presente en las artes. Existe un “gran arte” de un indiscutible carácter erótico: así pocos discreparán en que la obra del artista francés Boucher está imbuida de tal lenguaje. Más propiamente en el ámbito de las artes aplicadas y en la arquitectura existe un empleo del erotismo y la sexualidad de forma mucho más explícita, exacerbada, rozando lo grosero: una gárgola de la Lonja, una miniatura sobre marfil, un reloj con autómatas puede ser el soporte. En los siglos XVIII y XIX se da una explosión de esta temática: escenas galantes subidas de tono mediando adulterio. La intención transita entre lo jocoso y la provocación. Nos quedarían aquellas obras cuyo mensaje erótico se haya más recóndito y no todo espectador lo percibe ya sea porque conecta con el eros de cada uno de forma individual o porque el componente sexual viene representado simbólicamente. En estas obras es todo muy sutil, puede ser una mirada, un gesto, o un Macguffin o código oculto secundario a la trama principal del cuadro.

Hay distintas formas en que lo sensual se hace presente en las artes. Existe un “gran arte” de un indiscutible carácter erótico: así pocos discreparán en que la obra del artista francés Boucher está imbuida de tal lenguaje. Más propiamente en el ámbito de las artes aplicadas y en la arquitectura existe un empleo del erotismo y la sexualidad de forma mucho más explícita, exacerbada, rozando lo grosero: una gárgola de la Lonja, una miniatura sobre marfil, un reloj con autómatas puede ser el soporte. En los siglos XVIII y XIX se da una explosión de esta temática: escenas galantes subidas de tono mediando adulterio. La intención transita entre lo jocoso y la provocación. Nos quedarían aquellas obras cuyo mensaje erótico se haya más recóndito y no todo espectador lo percibe ya sea porque conecta con el eros de cada uno de forma individual o porque el componente sexual viene representado simbólicamente. En estas obras es todo muy sutil, puede ser una mirada, un gesto, o un Macguffin o código oculto secundario a la trama principal del cuadro.

Lo erótico en el arte se ha percibido en muchas ocasiones como un atributo que produce una cotización al alza de la pieza. En las artes aplicadas existen numerosos ejemplos al respecto: ¿qué mejor representación de lo sexual por un objeto inanimado que la ingeniería mecánica de un autómata?. Esta clase de artilugios con forma humana pueden alcanzar, en ciertos casos, precios astronómicos si el movimiento que llevan a cabo cuando se les acciona o bien cuando un reloj da la hora movimientos inequívocamente sexuales entre los personajes representados: los coleccionistas de lo extraño y lo poco frecuente se lanzan como locos si aparece uno en el mercado. los hay de muchas clases pero ya decía que la rareza en las antigüedades era un valor en sí mismo para una mayor apreciación para los coleccionistas. Tendemos a pensar que en épocas presididas por la moralidad y el puritanismo esta temática estaba arrinconada, sin embargo el erotismo más explícito por no hablar de lo abiertamente pornográfico ha estado presente en todo momento histórico desde los frescos romanos hasta el arte actual.

Por cuestiones obvias, poco después de la invención de la fotografía empezamos a ver daguerrotipos de tema erótico, y estos documentos antiguos son objeto de deseo del coleccionismo fotográfico en todo el mundo. Lo que seduce en este caso a los ávidos recopiladores de imágenes en papel u otro soporte del siglo XIX o de los albores del XX, es una combinación entre la cercanía geográfica del material documental y lo irrepetible y extraño del mismo. A mayor seducción, más valor económico. Si nos situamos en Valencia, no tiene demasiado interés una fotografía o un álbum de estas de origen centroeuropeo, pero sí que lo tendrá si este es español y si fuera valenciano mucho mejor. Y siempre pondrá los ojos como platos a los cazatesoros una escena bizarra de sexo explícito que un simple posado con la anatomía de él o ella.

Despojados del corsé moral impuesto por la dictadura, en el ámbito valenciano los artistas dejan expandir su ansia de hablar a través de sus obras con libertad y es a partir de los últimos setenta cuando lo erótico se manifiesta en plenitud: Andreu Alfaro artista del que tuve dos dibujos de carácter erótico, lleva a cabo desnudos con una economía de medíos pasmosa, Miquel Navarro realiza creaciones en las que los órganos sexuales de ambos géneros se erigen en protagonistas absolutos: lo fálico más en algunas de sus esculturas y el órgano femenino más en sus acuarelas y obra gráfica. Andrés Cillero es un formidable traductor de la líbido y el erotismo del cuerpo femenino en un contexto posmoderno capitalista. Ya con anterioridad de forma más académica y formalmente canónica o sugiriendo, Francisco Pons Arnau con un erotismo más de la insinuación, la mirada y el gesto y Luís Arcas o Genaro Lahuerta con trabajos más académicos.

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