A sus casi treinta años, La Filmoteca valenciana celebra este marzo, y por primera vez en su historia, un concurso para elegir director. Una nueva era para prolongar un prestigio bien ganado
VALÈNCIA.- Miguel Vivó se encuentra delante de la mesa de montaje de la cabina del cine Rialto. Verifica que las colas tienen las medidas exactas y comprueba que las marcas de final del rollo están en su lugar. Una película de dos horas puede constar de seis rollos que deben ser revisados uno a uno. Días antes de su pase, los proyeccionistas contemplan a trasluz los fotogramas del principio y final de cada rollo.
Parecen fotógrafos viendo negativos. «Son positivos», sonríe Vivó. Matiz. Como que el material que manejan, aunque popularmente se les llame celuloides, ya no está hecho de nitrato de celulosa, sino de poliéster. Tras ver el rollo, también lo palpan, para comprobar que no tiene rugosidades. El cine aquí se siente.
Vivó está desde el primer día en La Filmoteca. Él y su hermano Vicente, fallecido en 2009, llegaron juntos. Proyectaban películas en la Mostra y en el Valencia Cinema. También en el Centre Cultural Bancaja, antes de ser Bankia. Ricardo Muñoz Suay les conocía y les llevó con él al edificio Rialto. Eso fue en 1988. Cuando oye hablar de Ricardo, el fundador y alma mater, Miguel sonríe como quien recuerda a un viejo amigo.
Enfrente de la mesa de montaje en la que trabaja se encuentra el ordenador de la cabina, desde el cual se controlan el sonido y la calidad de la proyección. Las luces se encienden desde un panel aparte. La cabina de la sala Berlanga, corazón de La Filmoteca, es amplia, unos quince metros cuadrados, y está ocupada por dos grandes proyectores.
Antes de cada sesión, en los altavoces de la sala suena la música de una vieja película italiana reproducida desde una pletina. Ya está digitalizada y cualquier día la conectarán desde el ordenador. La melodía es la señal de aviso, una reminiscencia para los cinéfilos como la magdalena de Proust. Abajo, en la platea, al oír la música, el controlador de sala, Jorge, cierra las cortinas.
Las puertas del armario de la cabina están llenas de postales de películas. Una noche en la ópera, Casablanca, San Francisco, Doctor Zhivago, El Álamo... los clásicos predominan. Pep, el compañero de Miguel Vivó desde 2009, apaga las luces de la sala y conecta el proyector. Comienza la sesión.
Cerca del proyector, en un estante, se encuentra un disco duro; un DCP en la terminología profesional. Es la segunda película de las sesiones de hoy. Ya está descargada en el ordenador interno del proyector. En ocasiones, en los pases de cortos o de clips de películas, se ha llegado a emplear un lápiz USB que se enchufa directamente al proyector. Menos 70 milímetros, en La Filmoteca de València se pueden exhibir todos los formatos; incluso películas en Beta o VHS.
Estamos en la quinta planta del edificio Rialto. En el patio de butacas de la cuarta planta, más de trescientas personas disfrutan de una de las sesiones de la programación regular. Como un faro en el lado noreste de la Plaza del Ayuntamiento, el Rialto se yergue flanqueado por otros hitos como el Ateneo Mercantil.
El equipo de programación trabaja en la misma planta que se halla la cabina, la quinta. Nuria, Rebeca, y en un rincón, junto a la ventana, parapetado tras sus gafas, José Antonio ‘Piti’ Hurtado, sempiterno jefe de Programación. Toma notas a mano con su lápiz mientras consulta por internet los nuevos ciclos de otras filmotecas. Su quehacer es una metáfora de toda la institución, donde se combinan modos artesanales con nuevas tecnologías.
Este mes de marzo La Filmoteca, a punto de cumplir treinta años, verá cómo por primera vez en su historia su director será elegido por concurso. Entre los cinco candidatos su actual responsable, José Luis Moreno. Creada por Ley de 30 de diciembre de 1986, la institución como tal se fue gestando a lo largo de 1987 y ofreció su primera sesión el 1 de abril de 1988. En la actualidad depende del ente CulturArts, que dirige Abel Guarinos.
Junto al IVAM, La Filmoteca valenciana, bajo sus distintos nombres, es una de las instituciones culturales decanas de la Generalitat. Cada año por la sala Berlanga (antes Juan Piqueras) pasan decenas de miles de valencianos. Otro tanto sucede con La Filmoteca d’Estiu, proyecto creado por José Luis Rado durante su periodo como director de la institución (1998-2011). En apenas un mes concentra a más de veinte mil aficionados a los pies del Palau de la Música. La Filmoteca también tiene extensiones en Alicante y Castellón, donde se programan ciclos específicos.
El entonces conseller font de mora quiso censurar un ciclo dedicado a la guerra de Irak y Cotino otro sobre cine gay, pero la resistencia de los trabajadores lo impidió
Elia Kazan, Wim Wenders, David Lynch, Bud Boetticher, Víctor Erice... la nómina de grandes de la historia del cine que han pasado por València hacede ella una referencia internacional. En los primeros años fueron los contactos de Muñoz Suay los que lo hicieron posible. Su nombre abría todas las puertas. ‘Piti’ Hurtado recuerda en una ocasión, en el hotel María Cristina de San Sebastián, cómo el prestigioso cineasta mexicano Arturo Ripstein se arrodilló en medio del hall al verle y comenzó a corear: «Ricardo, Ricardo...». «El padre de Ripstein era muy amigo de Ricardo», explica Hurtado. La misma sonrisa que Miguel cuando dice «Ricardo».
Para Hurtado la clave del prestigio de La Filmoteca de València se halla en que «la filosofía de la política de programación se ha mantenido». Pese a las presiones sufridas en diferentes ocasiones durante el gobierno popular, años en los que por ejemplo el exconseller Alejandro Font de Mora quiso censurar un ciclo dedicado a la guerra de Irak, o el expresidente de las Cortes, Juan Cotino, quien lo intentó con otro sobre cine gay porque se organizaba con la asociación Lambda, la realidad es que La Filmoteca ha mantenido su integridad durante sus tres décadas de vida, contra viento y marea.
Los manidos recortes les han obligado a ajustar hasta el punto de que algunas semanas apenas había una quincena de trabajadores disponibles. La falta de fondos impide digitalizar el archivo. En el caso de Programación se pasan el día indagando entre embajadas o institutos culturales en busca de ciclos dignos pero baratos; se organizan a medias con festivales de cine... El último que han estrenado, dedicado al nuevo cine polaco, llega patrocinado por este país y fue presentado por la embajadora.
A lo largo de su historia La Filmoteca valenciana ha ido incorporando nuevas tareas, pero se puede decir que tiene dos funciones básicas: archivo y difusión. La primera, el archivo de películas, es esencial y la convierte en una memoria viva. Muñoz Suay sostenía que «los museos del futuro» serían filmotecas.
El museo en sentido estricto se halla en el Parque Tecnológico de Paterna y es un pequeño edificio de dos bloques con siete cámaras donde un equipo liderado por Nacho Lahoz conserva, recupera, cataloga y restaura las películas que entregan ciudadanos anónimos, empresas, cineastas...
En el archivo hay más de 26.000 títulos diferentes. Son unos fondos en los que ha sido fundamental la colaboración de la ciudadanía, tal y como recuerda la jefa de Publicaciones, Nieves López Menchero, una de las fundadoras originales de la institución. Entre ellos, distribuidores valencianos, que han donado clásicos de la historia del cine en su versión en castellano. «Hay más espíritu filmotequero entre la ciudadanía y los profesionales que entre los políticos», constata López Menchero.
«Hay más espíritu ‘filmotequero’ entre la ciudadanía y los profesionales que entre los políticos», dicen desde la institución
En el archivo de Paterna se pueden encontrar cosas sorprendentes. Hay películas familiares, vídeos de programas de televisión... En un estante, una rareza, una cinta de cine con imágenes de los Boston Celtics de los años sesenta. La película está degradada por el síndrome del vinagre. Se almacena aparte, con otras películas ‘enfermas’. Lahoz explica: «No se pueden restaurar, y no pueden estar junto a otras películas porque las contaminan». Es el limbo del cine.
Los pasillos del archivo están decorados con carteles de películas antiguas. Las alusiones al cine están por todas partes. En todas las paredes. Como en el Rialto. O en la cabina. O en el Centro de Documentación. Carmen Losada, Magu, también fundadora y en la actualidad jefa de Extensión, es la que se encarga de elegir las imágenes de los carteles de La Filmoteca, que rezuman cinefilia. El trípode que sostiene la cámara se completa con la vertiente industrial, con las ayudas a la producción audiovisual. Esta tercera pata se incorporó en 1999, ya con Rado al frente, cuando se la reconvirtió oficialmente en Instituto Valenciano del Audiovisual y la Cinematografía.
La cantidad de millones que ha gestionado en este ámbito ha variado según el peso político de sus responsables y la vocación del Consell. Las convocatorias de ayudas en los últimos cursos han pasado de una media de 1,5 millones de euros durante los últimos años a cinco millones de euros en 2016. Los mejores años se dieron durante el breve mandato del economista Eusebio Monzó, apenas unos meses. A su sucesora, Nuria Cidoncha, la única mujer que ha dirigido la institución, le tocó bailar con los recortes, tan duros que incluso acabaron con su histórica revista Archivos. La publicación, por cierto, volverá en breve, anuncia López Menchero.
Una de las últimas actividades incorporadas a La Filmoteca ha sido Cinema Jove, el festival que dirigieron Mario Viché y el propio Rado, y que dependía del IVAJ. Su director durante los últimos diecisiete años ha sido Rafael Maluenda, al que ha sustituido Carlos Madrid. Guillermo del Toro, Stephen Frears, Catherine Breillat, Nicolas Winding Refn, Kevin Smith, Richard Lester, Maren Ade... el festival también ha llenado la sala Berlanga de cine y talento.
Inmersos en el proceso de elección de su próximo director, La Filmoteca mira al futuro sin olvidar su pasado y se está diseñando una celebración por estas tres décadas; llegue quien llegue, festejarán su resistencia. La onomástica se hará patente con una exposición, actividades varias y, sobre todo, una reedición del primer programa original que incluía la proyección del film de los hermanos Lumière Llegada del tren (1895).
También servirá para reivindicarse. Porque hay una sensación que comparte buena parte de los profesionales de la casa, y es que su trabajo es más respetado fuera de València que dentro. Cuando Viggo Mortensen visitó la ciudad para presentar Jauja (2014) comentó: «Sé que este sitio es una cinemateca importante». Y los trabajadores se sonrieron. Sí, las estrellas de Hollywood respetan más La Filmoteca de València que los políticos valencianos.
VALÈNCIA.- El 28 de agosto será el centenario de su nacimiento. Veintiséis días antes, el día 2, se cumplen veinte años de su muerte. Productor de Luis García Berlanga o Juan Antonio Bardem, Ricardo Muñoz Suay es a quien hay que agradecer el prestigio del que ha gozado desde el inicio La Filmoteca. El cineasta valenciano originalmente volvió como asesor de la Mostra de Cine. Fue Emilio Soler, hombre de confianza del entonces conseller Ciprià Císcar, quien mediado el año 1986 le propuso crear una filmoteca: la idea le apasionó. Los primeros años estuvo bajo el manto del IVAECIM, que dirigía la que después fue ministra de Cultura, Carmen Alborch. Las primeras películas las llevaron a la Filmoteca de Madrid los cuatro primeros trabajadores de la institución, en un Seat Panda con las latas de cine a sus pies. Tras su muerte, la permanencia de su filosofía de trabajo ha hecho que grandes cineastas y estudiosos sigan descolgando el teléfono al oír València.
* Este artículo se publicó íntegramente en el número 29 de la revista Plaza