VALÈNCIA. Las cosas no van bien en el Gobierno valenciano. El Botànic II firmado en Alicante por PSPV-PSOE, Compromís y Unides Podem allá por el mes de junio dista mucho, por el momento, de transmitir la estabilidad e ilusión del primer acuerdo alumbrado en 2015.
Una desconfianza general especialmente acentuada entre la formación del puño y la rosa y la coalición valencianista. El adelanto electoral promovido por el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, pese a la oposición pública y manifiesta de Mónica Oltra generó una fractura difícil de sellar.
De hecho, las negociaciones ya dejaron entrever cierto pesimismo en el futuro de las relaciones. El acuerdo sellado a última hora en una reunión exprés en el Palau de la Generalitat convocada por el jefe del Consell la misma mañana de la investidura dejó una cicatriz de las que siguen doliendo cuando se tocan.
Con estos antecedentes, el inicio de la legislatura ha arrojado diversas escaramuzas que, por momentos, han propiciado momentos de tensión a la altura de los peores atravesados en todo el mandato anterior. Las críticas de la coalición a Pedro Sánchez o a la ministra María Jesús Montero; el choque por la ampliación del Puerto, los enfrentamientos públicos de Compromís con el conseller de Hacienda, Vicent Soler, por los presupuestos o el propio amago de dimisión de la consellera de Innovación, Carolina Pascual, al verse vencida en la batalla de competencias por el titular de Economía, Rafa Climent; son algunas pinceladas de una relación que se percibe desgastada.
De hecho, no son pocos los estrategas socialistas que ya vaticinan una "legislatura corta" para el Botànic II, tal y como ocurre con el posible pacto de Pedro Sánchez con Unidas Podemos. La base de este augurio radica en que el 'pegamento' de la primera legislatura -la buena relación entre Puig y Oltra- se ha secado y ya no resulta efectivo. Siendo así, resulta más complicado que el resto de altos cargos de sus partidos se frenen o se muerdan la lengua a la hora de batallar con los socios y, al mismo tiempo, rivales.
Es por ello que algunos, especialmente en el PSPV, prevén un mandato incompleto que podría concluir incluso a finales de 2021. Debido a su decisión de adelantar los comicios autonómicos para hacerlos coincidir con los generales, Puig logró distinguir las elecciones valencianas de las del resto de España... tan sólo por un mes. Parece obligado, por tanto, que el presidente de la Generalitat acometa un nuevo adelanto para separarse más del resto de comicios y darle sentido al concepto de calendario propio. De hacer esto efectivo, lo lógico es que las elecciones autonómicas se celebraran a mediados o en la segunda mitad de 2022, para poner distancia con el resto de la citas con las urnas prevista para mayo en el resto de autonomías.
Ahora bien, en la formación socialista hay quien verbaliza la flexibilidad de la que dispone Puig para apretar el 'botón nuclear' en el momento que considere más beneficioso para los intereses de su partido. Es más, la gran ventaja del líder socialista es que en esta ocasión la decisión podría ser menos traumática que la adoptada este año, cuando propinó un golpe de timón difícilmente justificable -más allá de la pura estrategia- para intentar aprovechar el tirón de Pedro Sánchez y debilitar a Compromís.
En este sentido, el futuro adelanto de Puig será, posiblemente, más fácil de explicar que el anterior e incluso podría llegar a ser clave para que los socialistas valencianos tengan la oportunidad de seguir al frente del Palau. Cierto es que el líder del PSPV todavía debe enfrentarse a un congreso del partido en el que cualquier manual político recomienda pelear por seguir como secretario general si pretende repetir como candidato. Si supera ese escollo, distintas fuentes socialistas opinan que ya estaría listo para empezar a jugar con el calendario y aplicar un adelanto que, depende del escenario, podría producirse entre el segundo y tercer año de legislatura.