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renacimiento y fuera de ruta editan textos contra la desmemoria de la represión

La literatura rescata las voces olvidadas en la posguerra de Bastid y Uriel

19/12/2021 - 

VALÈNCIA. Coinciden en la balda de novedades dos escritos que en realidad no lo son, que en realidad son un ejercicio de arqueología dejada por hacer desde hace años. Son dos autores valencianos, dos autores que han sufrido la represión franquista, dos autores que dejaron algo que contar. Se trata de Ricardo Bastid y Pablo Uriel, cuyos familiares se han convertido en guardianes de su testimonio para que, cuando fuera posible, su historia se compartiera.

La de Bastid y la de Uriel son testimonios que, como los cientos de miles de otras historias, se han configurado como un reflejo de la España que ahora se hace imposible pensar que ha sido tan cercana. Una de guerras, de represión, de exilios políticos. Una memoria que dialoga con el presente, pero que remiten a aquello que ocurrió, a las heridas aún abiertas.

En el caso de Ricardo Bastid, este diario ya ha contado el caso de este artista valenciano, de este artista total, que primero escondido en diferentes casas, y más tarde encarcelado y finalmente en el exilio, cuya obra ha permanecido en un silencio primero intencionado y más tarde cómplice. Es Milde Tomás, su sobrina, junto a los investigadores Pablo Allepuz y Óscar Chaves quienes han peleado por poner de relieve su potencial como narrador y como artista plástico. Ya se pudo comprobar con Puerta del Sol, una novela en clave autobiográfica sobre el Madrid de la represión que compartió con otros intelectuales de la talla de Luis Jiménez de Asúa, Nicolás Sánchez-Albornoz, Manuel Lamana o Antonio Buero Vallejo, o compañero de viaje, Ricardo Muñoz Suay.

La novela, publicada ya en su exilio de Buenos Aires, relata las torturas y las consecuencias directas que vivió él durante la dictadura. Ahora, la Editorial Renacimiento, en su colección Biblioteca del Exilio, publica Los años enterrados, uno de los manuscritos escondidos en la colección de Milde Tomás que ha salido a la luz gracias a muchos esfuerzos. Lo hace con un extenso estudio sobre la obra a cargo de Allepuz y Chaves.

Bastid abandona la autobiografía más clara para abrazar una metanarración con tres historias cruzadas de artistas en la posguerra, que hablan del poder y de la represión, pero que también se plantean el papel del arte desde el exilio y la memoria a la que compromete la historia. “Ricardo Bastid escenifica la producción, circulación, y recepción de la memoria como un acontecimiento eminentemente afectivo, capaz de enlazar subjetividades y de generar comunidades reunidas en torno al valor social de lo recordado”, explica el prólogo. Las cerca de 300 páginas de novela reflejan la visión de Bastid, no únicamente desde la militancia, sino también desde la pulsión artística que no perdió pese a la continua amenaza de la dictadura. Sus obras aún siguen inéditas, a la espera de que alguna institución artística la asuma o la quiera mostrar de manera pormenorizada.

Uriel, símbolo incómodo de la barbarie de las guerras

Sento elevó una historia que, si bien ya se había publicado, permanecía en las sombras. Se trata de Pablo Uriel, su suegro, del que hizo la trilogía Dr. Uriel, uno de los relatos en cómic más laureados de la escuela valenciana en los últimos años. Ahora, la editorial Fuera de Ruta, vuelve a editar un libro que no era inédito pero tampoco se había publicado de manera completa, No se fusila en domingo, un relato muy complicado, porque la barbarie de las tropas del bando nacional no excusan las que también vivió desde las trincheras republicanas durante la Guerra Civil.

Pablo Uriel, recién graduado en Medicina, tuvo como primer destino un pueblo de Aragón donde entró a la fuerza, mientras él hacía piragua, la rebelión franquista. A partir de entonces, sin dejar de olvidar su vocación como doctor, fue preso de las dos trincheras de la guerra, y consiguió escapar de tres fusilamientos supuestamente inminentes, de los que finalmente, salió sin problemas.

Fue cuando a su hija le explicaron en la escuela en qué había consistido la Guerra Civil cuando el propio Pablo creyó que su testimonio era un buen ejemplo para explicar esa época de una manera diferente, sin disculpar a nadie, señalando todo, pero sobre todo, rompiendo con el axioma de los “años de Paz” en España. La paz había sido en realidad represión, cárceles, muertes y humillaciones inútiles. Todo a favor de una narrativa para legitimar una dictadura.

No se fusila en domingo son las memorias de una historia que tiene cierto componente de suerte, una historia extraordinaria que podría haber quedado en una cuneta. Elena Uriel completa el relato de su padre con unas ilustraciones, y en estas ediciones, añaden un epílogo inédito hasta ahora.

Las dos novelas, la de Bastid y la de Uriel, cuentan en realidad, la importancia de las ausencias. Las historias que pudieron contar y no se ha hecho aún. Dos de tantas.

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