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La memoria de Ricardo Bastid sigue en el exilio

Los lienzos se van deteriorando y mientras su sobrina lucha porque su obra no caiga en el olvido, las instituciones valencianas siguen sin hacerse cargo

20/09/2019 - 

VALÈNCIA. El 19 de septiembre de 1919 nació Ricardo Bastid. Lo hizo en la calle Barcelona de València. Y aunque él no lo sabría, viviría en un mundo que no se portaría bien con él. Ni siquiera cuando falleció. A los 17 años, Bastid empezó a sacarse Bellas Artes en el turno vespertino. Fue autodidacta, y empezó a componer sus primeras obras. Pero si ser artista nunca fue fácil, menos aún es serlo cuando estalla una Guerra Civil. Así le pasó a él.

Las circunstancias en las que se desarrolló por este periodo bélico, y la posterior dictadura, le obligaron a marcharse al exilio, a Buenos Aires, Argentina, durante su última etapa de vida. Allí se ha quedado su recuerdo. Con la democracia ya en marcha, los que volvieron fueron mimados, y en el borrón y cuenta nueva, pusieron memorias de más. Así ha sido con la vida y obra de Bastid, que en su centenario solo es defendida por su sobrina Milde. Es ella la que cuenta con la parte más importante de la obra del artista y la que gasta altruistamente su tiempo en divulgar quién fue su tío. Ha intentado por activa y por pasiva contar con el apoyo de las instituciones culturales valencianas, pero otra vez, se impone el borrón y cuenta nueva. 

Los pasillos y las habitaciones de Milde Tomás están abarrotados de bocetos y obras acabadas de su tío. Su casa es un museo de arte sin valor real en una industria que vive de la fama y la popularidad. Conserva hasta el más mínimo detalle, desde una obra de gran formato hasta un retrato en un garabato.

La obra de Ricardo Bastid es también su vida: se alistó aún siendo menor a las tropas republicanas. Sus familiares le recogieron y le obligaron a volver a casa; pero al poco tiempo, se volvió a escapar él para alistarse por segunda vez. Venía de militar en sindicatos de estudiantes y llegó a tener un cargo dentro de las tropas republicanas, cosa que provocó que le buscaran cuando España cayó en manos del franquismo. "Le ofrecieron delatar a sus compañeros del sindicato como una manera de rebajar su condena en el Consejo de Guerra. Él les mareó diciendo que recopilaría la información necesaria y acudiría a los cines Doré esa misma tarde para contarlo todo. Aviso a todo el mundo y se empezó a esconder de casa en casa", cuenta su sobrina, que desgrana la historia completa para este diario. Era 1939 y hasta que tuvo una ulcera sangrante que le hizo volver de urgencia a su casa, Bastid estuvo escondido en los hogares que les iban prestando simpatizantes de su lucha.

Con la causa contra él enfriada, Bastid se recuperó y viajó a Madrid y estuvo en la escena intelectual en la que compartía vida con Luis Jiménez de Asúa, Nicolás Sánchez-Albornoz, Manuel Lamana o Antonio Buero Vallejo, además de su compañero de viaje, Ricardo Muñoz Suay. Madrid acogió su obra bien, y llegó a hacer una exposición individual de su obra en la revista Ateneo, además de exponer una de obras en el Palacio de Cristal en el 55.

El paso de Bastid por Madrid no fue tampoco un camino de rosas. Fue encarcelado y presionado para que confesara delitos de rebelión. También fue falsamente acusado de ser el responsable de la muerte de un desertor durante su carrera militar. Fue torturado en Plaza del Sol y compartió cárcel con muchos de los intelectuales que vivían en Madrid en aquella época. 

Foto: ESTRELLA JOVER

De aquella experiencia salió la que sería su primera novela, Plaza del Sol, que fue editada únicamente en Argentina. Porque mientras la historia de su vida avanza, la obra de Ricardo Bastid también se va desarrollando. Es autodidacta, pero escribe narrativa, poesía y meditaciones, además de crear una obra pictórica profundamente melancólica y muy carismática a primera vista.

Cuando le avisaron de que le iban a capturar y que posiblemente se estaba jugando su vida; cogió el caballete y las pinturas, traspasó la frontera francesa con un pasaporte falso, y se embarcó en el exilio, que finalmente le llevaría a Argentina. Nunca pudo volver. Mientras gozaba de un modesto pero constante reconocimiento como artista en Buenos Aires, aquí en España se le buscaba por rebelión, cargos que nunca retiraría el Estado y que se llevaría hasta su tumba, en marzo del 1966, cuando falleció a causa de un accidente de tráfico.

El refugio, la familia, los horrores de la guerra

La obra de Bastid cuenta con tres líneas claras, bodegones aparte. La primera, retratos familiares o de sus compañeros de cárcel, cuando no había nada más que hacer entonces. La segunda, una última etapa con motivos religiosos que responden más a encargos que a devoción católica. La tercera y la más importante, aquellas obras con las que militaba, con las que describía los horrores que había visto, el país en el que España se había convertido durante la guerra. En su obra no perdona las familias que se rompen ni los campos de concentración. Sobre lienzo, pone figuras que sufren juntas, que siempre están en contacto, con un rostro casi inexistente, sin identidad individual, pero con duelos propios de la época.

Foto: ESTRELLA JOVER

Los colores son oscuros casi siempre y se contagia esa rabia acumulada, esa pena intrínseca de quién pasó toda su juventud escondido en casas o encerrado en una cárcel. Bastid se convierte así en un testigo de primer nivel de todo aquello que ocurrió, y decide contarlo a través del arte. Su obra es historia viva de las secuelas de una guerra que aún está perdonada.

Tras su fallecimiento, la familia recuperó una parte importante de su obra. Pero todo lo que la vida y los lienzos y los garabatos de Bastid pueden contar se está perdiendo. Los lienzos se van deteriorando poco a poco, y a pesar de la insistencia de su sobrina, las instituciones siguen sin tomar partido sobre el asunto. Solo el CSIC ha tomado iniciativa propia para reconstruir su vida dentro de una investigación mayor sobre artistas exiliados. 

Biblioteca Valenciana cuenta con parte de la documentación que ha ido recopilando y donando Milde; mientras que el MACVAC de Vilafamés tiene tres de sus obras, también donadas por la familia, y desde esta semana y hasta final de año tendrán una visibilidad destacada. 

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