La última semana de enero ha tenido como protagonista en la información nacional nuestra tierra. Para desgracia de todos, la corrupción ha sido el titular estrella y, una vez más, nuestro humor socarrón una especie de tabla de salvación para sobrellevar esta cruz latina y marcadamente mediterránea
Las detenciones, interrogatorios y registros realizados por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, con especial protagonismo de la Unidad Central Operativa –UCO– de la Guardia Civil (qué gran labor realizan y que poco valoramos su anónimo trabajo) han sido la imagen impactante, televisiva, la foto fija que queda en la mente de millones de españoles. Todo ello vinculado a una tierra, Valencia y a unas siglas, las del PP. Pero pese a que ser autodestructivos es una de nuestras aficiones más arraigadas, no debemos olvidar que la corrupción es consustancial al ser humano, especialmente cuando tiene un poder prologando y que cree ilimitado, la famosa sensación de impunidad de la que tanto se habla.
“El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”
Lord Acton
Soy consciente que la dictadura de lo políticamente correcto obliga a descargar todo tipo de ataques hacia los altos cargos del PP valenciano, añadiendo nuestra clásica retranca de sabiondos con frases como: “esto se sabía desde hace mucho tiempo” o “se veía venir que algo gordo había” y otras expresiones que seguro han utilizado o escuchado estos días. Ahora bien, abramos un poco el zoom y reconozcamos que desde siempre ha habido casos de corrupción y no solo en la política, que la trama de la familia Pujol en la Comunidad Autónoma catalana o el caso de los ERE en Andalucía no son asuntos menores, y siguen contando con el silencio o lo que es peor, la ignorancia de una mayoría social que los denuncie en los bares y en el trabajo –donde está la España real que debate todo y que sufre a esta clase política mezquina–.
Más de uno estará pensado ahora, “bien, pero no se debe utilizar aquello del y tú más”. ¡Claro!, para establecer comparaciones sobre como es la educación o el mercado laboral en otros países europeos si que es bueno compararse, en cambio para visualizar un mapa realista (y triste) de la corrupción en España hay que taparse los ojos y leña al mono, especialmente si lleva una gaviota encima y proviene de la Comunitat. Un periódico de ámbito nacional recordaba con acierto, el trato tan desigual por parte de las actuaciones judiciales y policiales a la hora de realizar detenciones. Y comparaba la corrupción de los Pujol con la del PP valenciano con el futbolístico titular ‘Valencia 24, Barcelona 0’, (ojalá fuera ese el titular tras la semifinal de la Copa del Rey).
IMELSA, CIEGSA, ERE, ADIGSA, FILESA, etc. suena parecido ¿verdad? Quizá por la I de ilegal, la E de español o la SA que más que de Sociedad Anónima sería de Saqueadores Acérrimos. Estos son algunos ejemplos cercanos y remotos de una lista interminable de corrupción en España. Casos en los que no sólo se investiga y juzga a políticos, sino donde también hay empresarios y a veces funcionarios, lo que los convierte en una auténtica trama de corrupción, en una ‘mafia’ aunque quizá no exactamente ‘calabresa’ como la calificó la portavoz de Ciudadanos en Les Corts, Carolina Punset.
Eso sí, cuando escuchamos la palabra mafia, pensamos en la película ‘El Padrino’ con cierto aire romántico y glamuroso made in Hollywood, y también en el clásico ajuste de cuentas que se salda con un tiroteo en alguna terraza en las bellas calles de Nápoles o Sicilia. Pero hay que recordar que según la RAE en su acepción ‘despectiva’ la mafia es “grupo organizado que trata de defender sus intereses sin demasiados escrúpulos”.
En Italia existen diferentes tipos de mafias dependiendo del territorio donde actúan, pero el asunto que más recuerda a lo que estos días se ha destapado en Valencia, es el caso ‘Mafia Capital’ que ahora se juzga en Roma, y afecta a las instituciones políticas de la urbe con una intensidad que lleva a uno a buscar el lado surrealista y a veces cómico de estas historias. Pese a que la operación está bautizada como ‘Taula’, creo que el caso global teniendo al ex alcalde de Xàtiva como gran confabulador, podría denominarse ‘la mafia del socarrat’. Seguro que más de uno habrá pensado que de la misma forma que los setabenses tienen un retrato de Felipe V boca abajo, quizá acaben planteándose algo parecido en alguna institución de las muchas que presidió el señor Rus. Ya veremos lo que dictamina la justicia y como finaliza este proceso.
Ahora asistimos a lo clásico cuando se destapan presuntos casos de corrupción y vemos el desfile de investigados en TV: destituciones, comisiones de investigación –la del Ayuntamiento de Valencia fue propuesta por Fernando Giner de Ciudadanos y aprobada por unanimidad de los grupos políticos–, gestoras –como la que ha nombrado Génova al ver que el PP de Valencia se “desfilaba” en el cuartel de la Guardia Civil–, y leyes y más leyes para acabar con la corrupción. Pero mucho me temo que en esas medidas no está la solución ideal, aunque sí la más visual. Una sociedad sin corruptos quizá sea una quimera, pero la educación en principios y valores seguro que ayudaría mucho a encaminarnos a una sociedad formada por hombres buenos, pero eso requiere seriedad, disciplina, esfuerzo, trabajo y renuncia, y no creo que estemos por la labor.
Los valencianos además de creativos y alegres somos socarrones, tenemos un sentido del humor que pocos han sabido plasmar con tanto acierto como nuestro añorado Luis García Berlanga, imposible no acabar este tintero recordando el título de una de sus grandes películas, ‘Todos a la cárcel’.