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monolito en su memoria en abastos

20 flores por Valentín: València aviva el recuerdo del obrero muerto por la Policía en 1979 

26/06/2019 - 

VALÈNCIA. En torno a las siete y cuarenta de la tarde de este martes, Agustín Quiles, valenciano residente en Oslo, estaba en la última parada del 93 en Gran Vía Marqués del Turia cuando vio llegar el autobús. “¿Éste para cerca de Ángel Guimerá?”, le preguntó al conductor. Un pasajero se lo confirmó. Quiles subió al autobús. Acababa como quien dice de llegar a València, vía Amsterdam, en un vuelo de KLM que había aterrizado en el aeropuerto de Manises a las cuatro y media.

En realidad no se dirigía a Ángel Guimerá, sino al Mercado de Abastos. Iba a participar en el acto organizado en memoria de Valentín González Ramírez, un joven valenciano víctima de la represión policial en 1979. Quiles había sido convocado por sus amigos del grupo de WhatsApp ‘I, II y III, República’. Para ellos la cita era especial porque iban a inaugurar un monolito que se ha instalado a apenas unos metros de donde cayó muerto el joven bracero, tras ser disparado en el pecho a bocajarro por un miembro de los grises.

La escultura, instalada por el Ayuntamiento de València, ha sido donada por la Plataforma per la Memòria del País Valencià, quien ha conseguido, a través de miles de donaciones de particulares, el dinero necesario para crearla. La pieza ha tenido un coste de 10.000 euros y ha sido realizada por el artista Pascual Boqueda. Su inauguración, con motivo del 40 aniversario de la muerte de Valentín González, convocó a varios centenares de personas. Es la concentración en su recuerdo más numerosa de los últimos años, equiparable a cuando hace 10 se inauguró una placa en su memoria en el pasaje del Mercado de Abastos, que ahora recibe su nombre.

Pero si entonces la postura de las autoridades institucionales fue tibia, en el mejor de los casos, este año fue diferente. La CNT, sindicato al que pertenecía el joven, llenó de banderas rojinegras una convocatoria en la que participaron representantes de diferentes colectivos ciudadanos. Y, junto a ellos, como gran novedad, representantes del Ayuntamiento de València y la Generalitat.

Así, además de la Concejal de Cultura, Glòria Tello, participó la nueva consellera de Memoria y Transparencia, Rosa Pérez, en lo que, como ella misma recalcó, era su primer acto público. En su breve discurso, Pérez evocó a Valentín González como “otra víctima más en la lucha por la democracia”; en este caso, advirtió, una “víctima sin justicia”.

En un discreto segundo plano se encontraba el ex presidente de la Generalitat y senador socialista Joan Lerma, quien acudió a título privado por haber sido vecino de la familia de Valentín González en su infancia. También se pudo ver por allí al profesor Josep Guia, al escritor Alfons Cervera o a la periodista Rosa Solbes, autora aquellos años de un reportaje extraordinario en Valencia semanal sobre el asesinato de Valentín González, la posterior huelga general que paralizó la ciudad, así como del funeral que se convirtió en una manifestación de dolor masiva, al congregar a centenares de miles de personas.

Pero de todos los asistentes, quizás la más relevante fue una persona que no habló: Reme Ramírez, la madre de Valentín González. Por primera vez desde su muerte hace 40 años, encontró fuerzas para acompañar a su marido, Valentín, a su hija Paqui, a su yerno y a su nieto, a un tributo a su hijo muerto que cobraba especial sentido con su presencia.

Fue Paqui González la que recordó durante su intervención, breve y sentida, que cuando murió su hermano se hicieron entonces dos promesas: que su muerte no podía quedar impune, y que no se olvidaría. Lo primero no se cumplió, habida cuenta que no ha habido ningún castigo para los responsables de la muerte de su hermano. Ni el agente, que sólo fue desplazado, ni quien ordenó la carga, completamente innecesaria ya que la huelga era pacífica, fueron condenados por lo que en su día se calificó como asesinato.

Sí que se ha cumplido, sin embargo, la segunda promesa, la de que no se olvidaría su muerte. Y ejemplo de ello era el acto que se estaba celebrando en el sitio en el que cayó el joven bracero. “Valentín, hermano; nosotros no olvidamos”, concluyó emocionada, y tras ello se abrazó a su madre primero y a su padre después. Entre el público, José Asensio, autor de un documental sobre el joven cenetista y su muerte.

Tras una serie de parlamentos, algunos más largos que otros, se realizó una sencilla ofrenda de 20 flores, una por cada año de vida del joven trabajador. 40 años después de su muerte, la ciudad de València iluminó la memoria de Valentín González con una escultura que recordará a todo aquel que la vea que en ese rincón de la ciudad un trabajador fue asesinado por defender sus derechos y los de sus compañeros.

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