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CONSTRUCCIÓN DEL ESTILO  

La poesía oscura de ‘Los años del hambre’

5/07/2023 - 

VALÈNCIA. Una conversación con Olivia Martínez Giménez de León puede llevarnos a esas líneas de Camila Sosa Villada en su libro de relatos Soy una tonta por quererte que dicen “Un día las travestis decidían cuándo se terminaba la vida. (...) a veces reían y a mí me entraban unas ganas locas de preguntarles cómo era posible que mujeres que habían sufrido tanto, al punto de querer quitarse la vida, rieran de esa forma, con esas carcajadas que espantaban a los patos y llenaban de cuacuás el cielo”. ¿Cómo es posible que una autora, que escribe versos como “Soñé que mataba a un ciervo en la nevada, / y que cortaba su carne, y que vaciaba sus vísceras calientes, y que dormía en su esqueleto”, mantenga la serenidad en el rostro, mezclada por el entusiasmo por la escritura, tras haber haber sufrido todo el dolor que nutre Los años del hambre? El poemario, editado en 2022 por Candaya, combina estructuras y formatos: poemas en prosa escritos en primera persona, 275 frases numeradas, poemas brevísimos y textos en prosa en segunda persona. 

“El libro surgió hace bastantes años. Cuando empecé a hacer un trabajo de reconstrucción, de ver cómo estaba mi estado emocional y qué me había quebrado. A través de mi propia corporalidad. Empecé a escribir sin pensar, sin juzgarme. Surgió una escritura como un disparador,muy aséptica, muy rota. Poco a poco, empezaron a surgir otro tipo de escrituras, paralelamente. Llegó la pandemia y de repente me di cuenta de que tengo un libro con todos los retales que se habían juntado. Es poesía, pero casi tiene un hilo narrativo. Una ruptura inicial se eleva a otro tipo de búsquedas que a veces son luminosas, a veces muy dolorosas. Me di cuenta de que había un viaje, y también un libro”, explica la autora.

Martínez Giménez de León desarrolla un ejercicio literario que hace del trauma, una demostración de estilo que navega entre la violencia, el dolor, el deseo, el placer, la destrucción o la identidad de una mujer cuya infancia fue quebrada por los abusos y que, como alude el título, vivió años bajo el yugo del hambre propio de los trastornos alimenticios. Estos años, además de famélicos, son violentos. ¿Puede la escritura reparar el daño? “Nosotros somos también el relato que que nos constituye. Cómo nos vamos trabando. Mi libro no tiene un sesgo tanto de autoayuda sino más bien una una idea de poner el foco, mirar de cerca, mirar con cierta distancia por los años transcurridos. Al nombrar alivias, lo que no se nombra se hace más grande”.

La referencia temporal del título también alude, de forma no intencional, a los años transcurridos entre los hechos traumáticos y la conversión de ese daño en literatura, en belleza. De hecho, una de las secciones del libro comienza con una cita de Anne Carson: “La belleza. No es ningún secreto. No me avergüenza decir que lo amé por su belleza. Como volvería a amarlo si lo tuviera cerca. La belleza convence. Sabes que la belleza hace posible el sexo”. La autora se sitúa en un sitio estratégico para no experimentar más dolor y narrar unas historias con las que muchas mujeres se sienten identificadas. “Me he encontrado con lectoras que me dicen que este libro les apela. Yo estaba contando mi historia o las sensaciones extraídas de la que había sido mi historia. Y así poner ese foco luminoso a pesar de todas las violencias, pero también estaba contando la historia de muchas chicas. Que de una de otra manera también se habían sometido a diferentes ejercicios de violencia, tanto con su corporalidad como con su sexualidad”. 

“En el momento que algo lo escribes, ya se ha convertido en un objeto y ya no tiene por qué ser una intimidad. Al final la intimidad es algo que transcurre dentro de nosotros y no es absolutamente verbalizable. Puedo contarlo más trágico, pero puedo estar tomando una cerveza y riendo y ahí ya no hay dramatismo. Ese ejercicio de objetivar creo que es bueno. La vivencia íntima no se va a conocer nunca. Puedo contar los hechos, pero la intimidad que es interior, que realmente sigue ahí bullendo, eso no traspasa. Precisamente como el lenguaje es un elemento racional, que lo que hace es cortar, afilar, ahí hay una intimidad que puede ser hasta teatralizada”.  En el poema que cierra el libro, Raíz de malquista, se cierra con “Mis cicatrices / guardan / el secreto”. Tres estrofas antes, leemos “A mi tío / le llamaron igual / que al violador de su abuela. Mi violador / se llama igual / que mi padre”. 

Olivia incrementa la nómina de mujeres poetas de lo oscuro, de lo crudo. ¿Son las estructuras sociales y de poder quienes empujan a que esto sea así? “Hay una gran cantidad de mujeres escribiendo cosas grandiosas, es fascinante. Y cosas que de alguna forma, se saltan los límites. Es curioso porque históricamente hemos estado mucho más encorsetadas. Es como si se hubiera puesto una bomba a nivel poético. ¿El mundo oscuro? Pues sí. Pero la oscuridad tiene el reverso de la luminosidad”. La otra cara del dolor deja espacio para el placer y su componente de sexualidad. “En todo acto erótico también hay un acto de entrega, de sumisión, que es placentero. Si pensamos en Fragmentos del discurso amoroso, de Roland Barthes, el placer es también esa carencia, la incompletud. El amor está lleno de fricciones. Por un lado crees que has llegado a él, pero nunca llegas del todo. Entonces, te estás haciendo daño, ¿no?”. 

El cuerpo es determinante en esta obra: “El cuerpo como elemento de la tragedia, de esa infancia quebrada, el cuerpo como lienzo de tu propio maltrato, a través de los trastornos de la alimentación, el cuerpo como espacio anhelante, de deseo. El cuerpo es el gran protagonista. También el hambre. Hambre física y el ansia, nunca satisfecha”. 

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