El premio Nobel de Economía Paul Krugman señalaba en su época académica de Princeton, que la productividad no lo es todo, pero a largo plazo es casi todo. Es cierto que no todo vale para incrementar la productividad, pero sin incrementos en la productividad difícilmente habrá beneficios empresariales que remuneren dignamente al capital, ni incrementos salariales estables para los trabajadores, ni se asegurará la cobertura de los ingresos de los pensionistas, etc. Desde un clima de mayor libertad financiera, laboral, fiscal, mercantil…, las empresas podrán superar mejor los shocks provenientes del exterior (geopolíticos, energéticos, financieros). El reconocimiento de que el talento empresarial es el principal factor de productividad supone otorgarle su merecida recompensa social. Constatar que nuestra economía es cada día más conceptual y menos física, implica que el mix elegido será más realista. Propagar un cierto discurso acerca de la excelencia de la competencia, supone una contribución a la transparencia y eficacia del sistema económico a través de mejoras de la productividad.
El bienestar de los valencianos es un objetivo que es compartido, al menos, por los grupos políticos constitucionalistas presentes en les Corts Valencianes. Establecer un acuerdo legislativo sobre productividad, en base a un dictamen elaborado por una comisión de expertos, técnicos representantes de los sectores tractores…, y refrendado por el legislativo, supondría la garantía a largo plazo de dicho bienestar. Convendría, además, para gozar de plausibilidad, que este acuerdo se extendiese a lo largo de un horizonte temporal suficientemente amplio como para superar más de un ciclo legislativo. Como pista indicar el Ivie cuenta con, probablemente, los mejores expertos en productividad de España.
Si el precitado acuerdo no fuera posible, el Consell de turno debería iniciar, unilateralmente y sin demora, este proceso. Nuestro PIB per capita es inferior a la media nacional y, por ende, la tasa de actividad y la productividad también lo son. El corolario de todo ello se resume, en un plano más amplio, en que nuestro PIB (en paridad de poder adquisitivo, PPS) por persona empleada es inferior a la media de la UE-15, pero mucho menor respecto a la productividad por hora trabajada. Además, desde nuestra incorporación a la UEM, la política económica nacional no puede bascular ni en el tipo de cambio de nuestra moneda, ni en los tipos de interés internos. Parece claro que la estrategia a largo plazo no puede ser otra que mejorar la productividad y la responsabilidad exige actuar ahora, procrastinar lo que es imprescindible e inaplazable no es una opción honesta.
La productividad ha tenido en la Comunitat una evolución anticíclica a lo largo de los años. En fases de auge económico ha decrecido y, contrariamente, el declive se ha fortalecido. Esta aparente paradoja tiene su fundamento primario, aunque no exclusivo, en una intensiva utilización de la mano de obra como factor de producción en la fase alcista y, paralelamente, en la discreta inversión en capital, especialmente en la de alto contenido tecnológico, en la insuficiente difusión y comunicación de los hallazgos en innovación, en los tibios esfuerzos de concentración sectorial, en los voluntariosos procesos de reorganización de algunas empresas, en el discreto uso de las nuevas tecnologías, etc.
Como se ha indicado con anterioridad, al menos los partidos constitucionalistas presentes el les Corts deberían coincidir en la valoración de la productividad como el elemento esencial para promover el empleo y el bienestar de los valencianos a medio y largo plazo. Esta coincidencia en el diagnóstico debe conducir a convenir un cuadro de medidas legislativas, presupuestarias y administrativas que, superando el marco de una legislatura parlamentaria, configuren una estrategia que nos permita alcanzar una tasa de productividad acorde con la posición competitiva de España, como decimocuarta potencia económica del mundo (octava en 2007) y cuarta de la UE-24 (quinta en 2020, previa al Brexit).
Sería un acuerdo con clara recompensa en la cadena de valor de la productividad. El incremento de la productividad tiene como efecto inmediato ganancia en la eficiencia de las empresas, es decir, menores costes y mejoras en la calidad de los productos. Gracias a ello, se posibilita tanto la profundización de los mercados existentes, como la expansión a otros nuevos, lo que conduce a mejoras en el empleo, en los beneficios empresariales, en la inversión y en el consumo vía salarios y precios. Complementariamente, es preciso valorar los efectos inducidos en el cuadro macroeconómico: menor inflación, mayor recaudación fiscal, ventajas comparativas reales respecto a los tipos de interés nominales fijados por el BCE, etc.
Desde la definición más simplista de la productividad como medida de la eficiencia económica, que muestra como unidades de inputs económicos se convierten en outputs, hasta las más realistas que incluyen, junto a los inputs de trabajo y capital, la Productividad Total de los Factores PTF (innovación en los procesos, nuevas tecnologías, economías de escala, capacitación gerencial, cambios organizativos, apertura de mercados, etc.) es preciso una decidida apuesta por la generación de un clima empresarial confiado que cuente, al menos, con cierta comprensión por parte del Consell. La PTF es, ante todo, un signo de eficiencia empresarial y de buen management.
Innumerables estudios empíricos evidencian grandes ganancias en productividad simplemente mejorando de manera significativa las gestiones corrientes de planificación, control y supervisión de operaciones y personas, propiciando la comunicación en el interior de la empresa, terminando con enfoques sociales caducos basados en el command and control y en el micromanagement, propiciando sistemas de valoración del personal en función de resultados, etc. En suma, acciones, todas ellas, que no requieren grandes inversiones en nuevos equipos, ni significativas incorporaciones de personal, sino que están directamente relacionadas con la PTN y, de ahí, habremos de convenir que es en la mejora de la gestión y la organización empresarial donde se encuentra la gran bolsa de ganancia en eficiencia y, por ende, en la productividad a nivel global.
Sabemos que la productividad de las empresas está influenciada por su tamaño y por las características de los sectores en las que operan. En el caso de la Comunitat Valenciana, el 95% del tejido empresarial está constituido por empresas pequeñas con escasas posibilidades de activar, por si solas, los mecanismos descritos anteriormente para incrementar significativamente su productividad y el cambio cultural que lleva implícito. En paralelo, el que dos de nuestros principales sectores económicos sean la construcción y el turismo, aunque suponen una contribución notable al nivel de empleo, sus productos deben ser consumidos in situ lo que implica, en principio, menor movilidad competitiva al ser menos comercializables y, por ende, con menos opciones de alcanzar cuotas de productividad significativas. Otros sectores muy presentes, también, en la Comunitat como la cerámica, la agroindustria y la automoción son claros ejemplos de bienes comercializables en los que la productividad es básica para ser competitivos y, por ello, se esfuerzan permanentemente en incrementarla.
Algunas preguntas para terminar: ¿es posible hoy un pacto político sobre la productividad en la Comunitat?; ¿podrán los sindicatos grand class reconocer que las mejoras salariales dependen de los avances en la productividad?; ¿la España vaciada puede aplicarse, también, a la productividad en nuestro territorio?; ¿es nuestro mayor déficit empresarial la insuficiencia de management?; ¿construiremos, como Noé, el Arca cuando todavía llueve, o esperaremos al Diluvio?; ¿debería Dios haberse tomado un octavo día para remediar la falta de liderazgo de algunos políticos en la solución de problemas trascendentales?
José Emilio Cervera es exconseller de Sanitat