VALÈNCIA. La anécdota la cuenta el concejal de Urbanismo, Comercio y Mercados de Xirivella, Michel Montaner. Una vecina llamada Hortensia Martínez por la mañana come en Xirivella y por la noche se acuesta en València. Su casa se construyó sobre la acequia que partía los dos términos y se encuentra seccionada administrativamente; un lado pertenece a una ciudad y el otro a la otra. Nos hallamos en la calle Joan Batista Comes de Xirivella. O lo que es lo mismo, la calle Alessandro Volta de València. Para estar en una u otra sólo basta con cambiar de acera; en el caso de Hortensia, basta con pasar a otra habitación. La existencia de vías compartidas no es tan extraño. Sucede también al otro lado de la avenida del Cid con Mislata. Lo sorprendente es la unidad estética, que hace que sea prácticamente imposible distinguir la frontera. Que no exista. La rigidez burocrática se vuelve ridícula y obtusa a pie de calle.
Pasa el autobús, el 71, que llega hasta Universidades. La doble pertenencia tiene pocos inconvenientes aparte de los que precisamente causan entidades como la EMT. Los vecinos de Joan Batista Comes no tienen derecho al Bono Oro; los de Alessandro Volta sí. “Es absurdo”, comenta Segundo López, chófer de internacional jubilado. “Y yo no me quejo porque yo vivo en el lado de València”, añade. “Lo hemos hablado con el Ayuntamiento de València, pero nos dicen que no tienen financiación”, explica Montaner. Ahora están a la espera de que los presupuestos generales del Estado solventen este asunto con la ayuda al transporte metropolitano. Montaner no quiere hacer sangre del asunto e invoca al agravio que sufre València con respecto a otras grandes metrópolis de España.
El barrio de La Llum nació como tal hace poco más de medio siglo. Es una zona sin mucha historia, pero sí con mucha vivencia. Mientras que el vecino barrio de la Fuensanta fue producto de una acción política como consecuencia de la riada del 57, el de La Llum se concibió dentro del programa de viviendas de renta limitada de 1958. Si algo representan sus viviendas es el abandono de la política de grandes grupos oficiales y la aparición de la promoción privada que la legislación de la época fomentó. Un punto de partida histórico para el barrio podría ser el grupo de renta limitada (1957-1958) del prestigioso arquitecto Vicente Figuerola Benavent para la inmobiliaria La Alquería, con 1.157 viviendas y 70 locales. La construcción tuvo un presupuesto de 77,5 millones de pesetas, es decir, 465.780 euros de la época que, actualizados, equivaldrían hoy a 20,843 millones de euros.
“Primero fue Xirivella”, advierte López. Con su mujer, salen del cercano Mercadona y van camino de casa a preparar la comida. Primero fueron los edificios de Xirivella, luego los de València; todos forman un uno. Unos pocos metros más adelante, Alejandro Máñez e Irene Sánchez, vecinos, ella natural del barrio, también camino de casa, corroboran la impresión de unidad. Administrativamente puede haber separación, la EMT puede diferenciarles, pero los vecinos de Xirivella “se sienten parte del barrio”, asegura Sánchez. La visión que tienen todos es un de continuum, de que no hay dos consistorios, dos administraciones, dos pueblos, de que no existe ninguna frontera.
La que se creó es hija del plan Sur. Fue esta iniciativa la que desgajó el trozo de Xirivella que ha quedado ahora al otro lado del río. Montaner, cuya madre es de Mislata, relata cómo le rememora cuando todo era un único espacio y se podía ir andando de un lado a otro. Aquí tiene sentido evocar la frase: “Todo esto era huerta”. Ahora La Llum es un barrio único, pese a esa doble pertenencia, por cortesía de los ingenieros de Franco. Parafraseando a Robert D. Kaplan, la unidad emocional del barrio sería una nueva venganza de la geografía. Si creas un espacio, éste se hace.
La relación de València con su parte del barrio ha sido durante años parca. En 2014 una comitiva socialista, encabezada por su portavoz Joan Calabuig, quiso visibilizar el abandono que sufría por parte del gobierno de Rita Barberá. Donde debería haber equipamientos encontraron solares. Calabuig lo definió entonces como “un ejemplo de la ciudad inacabada”. Las fincas previstas sí que estaban construidas; los servicios, no. “Se ha ejecutado la parte especulativa, pero no las dotaciones”, sentenció. Especulación 1, servicios públicos 0. En ese tiempo, Xirivella inauguró una biblioteca, un parque y hasta una piscina de verano en su lado del barrio, entre otras dotaciones. “Vienen hasta de Fuensanta, pero nosotros no preguntamos a la gente de dónde es. Son ciudadanos”, explica Montaner, insuflado del espíritu republicano francés, el de la nación donde fueron acogidos sus padres y donde él creció y pasó la primera parte de su vida. “El equipo de fútbol está lleno de vecinos de València y eso nos gusta”, asegura.
En la actualidad el Ayuntamiento de València tiene contabilizadas 175 personas beneficiarias de la ayuda a domicilio, explica la regidora de Igualdad y Políticas Inclusivas, Isa Lozano. Con los datos en la mesa de su concejalía y de la de su compañera Consol Castillo, delegada de Servicios Sociales, constata que La Llum no es un barrio especialmente problemático. En total, a lo largo de 2018 se han tramitado 1.772 ayudas de emergencia por un valor de 636.657 euros, y ha habido 1.570 atendidos por el sistema de dependencia de los cuales 1.049 tienen una resolución de grado y nivel, y 537 ya están disfrutando de un recurso. Sólo hay registradas 19 solicitudes de la renta valenciana de inclusión.
La población de las dos partes es similar, explica Montaner. En el caso de València, según el padrón de 2018 suman 5.050 personas, cifra en la que está estabilizada desde principios de la década. En 2009 se registraron 5.252 personas, pero en 1991 eran 3.891. Se ha subido mucho, se ha bajado poco. La densidad de población es considerable, ya que el barrio tiene unas dimensiones muy reducidas. La comunidad extranjera apenas supone un 14%. Hay una importante presencia de vecinos procedentes de Castilla-La Mancha, especialmente de Cuenca, más del 10% del barrio.
Desde la década de los 90, en el barrio ha ido adquiriendo una mayor preminencia la influencia de Xirivella. En este sentido es muy significativa la respuesta que le dio el presidente de una asociación vecinal, Teobaldo Nacher, a los técnicos del Ayuntamiento de València cuando realizaron un estudio sobre el barrio en enero de 2015, cuando aún gobernaba Barberá. “Nosotros con el Ayuntamiento de València realmente no tenemos muy buena relación, pero no por nada, sino simplemente porque no solemos relacionarnos mucho con ellos. Al contrario de lo que es Xirivella, que tenemos muy buena relación con el alcalde actual”. Una buena relación que Montaner retrotrae a los tiempos de Pepe Santamaría y que sigue ahora. Tanto su sucesor en la alcaldía y socio de gobierno en esta legislatura, Ricard Barberá (Compromís), como él tienen claro que deben cuidar el barrio, que sus vecinos deben gozar de los mismos servicios que al otro lado del río.
Camino del mesón La Tapa Chisquetes, situado en un chaflán que da al centro comercial Gran Turia, Montaner habla con un vecino que, desde el balcón, vestido con batín, le comenta unos problemas que ha habido con un árbol. No muy lejos de allí, unos operarios instalan las nuevas lámparas Led. “Son un ejemplo de Smart city. El técnico podrá controlarlas desde su móvil”, explica. Una vecina le saluda y le felicita. Ya en la terraza, Montaner parece no prestar al ruido de los aviones que pasan por encima del barrio. A los 15 minutos, cualquiera se acostumbra. Comenta sobre su libro El espíritu de Xirivella. Cuando ruge la militancia, que ha coescrito con Eva Aguilar y acaba de publicar con Sargantana. En él rememora cómo fueron los días que precedieron al mitin de resarcimiento de Pedro Sánchez, tras ser desalojado de la Secretaría General del PSOE. Aquella convocatoria, que selló a sangre y fuego la unión de Sánchez con València y con el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, fue un acto que Montaner impulsó y a la larga supuso el regreso del madrileño a primera línea hasta acabar con él en La Moncloa. “Para mí era un acto de justicia, de reconocimiento”, explica Montaner. No pretendía nada más. Nunca se va más lejos cómo cuándo no se sabe adónde se va, aseguran que dijo Oliver Cromwell.
Si algo localiza la parte de Xirivella para la ciudadanía en general es el Gran Turia. En el último pleno, a preguntas de la oposición, Montaner anunció que en breve habrá nuevas inversiones para el centro comercial. En principio, una parte de la propiedad está interesada en ubicar un almacén de logística en la planta baja, que ahora se encuentra cerrada. Han mantenido ya una reunión con los técnicos de su concejalía para estudiar esa posibilidad. El centro ofrece una imagen contradictoria. Hay numerosos locales vacíos. Por el contrario, entre los que siguen abiertos, algunos aseguran ir bien. Es el caso de Romero, una tienda de ropa de Mislata que ha abierto un segundo local. Romero está presente desde que se inauguró el centro comercial en 1992, el año de los prodigios. Barcelona tenía Juegos Olímpicos. Madrid, capitalidad cultural. Sevilla, Expo Universal. En València se inauguró un centro comercial en Xirivella.
Junto al Carrefour, uno de los espacios de referencia del centro comercial son los multicines ABC Gran Turia. En 2001 el complejo de 11 salas estuvo en el top de España, según los datos estadísticos del anuario de la SGAE. En ese año congregó a 930.011 espectadores que proporcionaron una recaudación de 4,18 millones de euros. Numéricamente se podría decir que toda València pasó por allí. La sala 6 fue la quinta de España con 271.494 espectadores y una recaudación de 1,22 millones de euros. En la actualidad no alcanza esas cifras, pero es que nadie lo hace. En 2017 sólo los Kinépolis de Paterna superaron el millón de espectadores en la Comunitat Valenciana. En el nuevo contexto, con las plataformas digitales mordiendo a la exhibición, siguen siendo populares. Un habitual es el cineasta Pedro Rosado, quien resalta la comodidad que supone para él, que vive en Gilet, al liberarle de tener que ir al centro. “Desde el año 2001 prácticamente no voy a València. Aquí he visto por ejemplo películas como 3 anuncios a las afueras”, explica.
Justo enfrente del centro comercial se encuentra el mercado municipal de la calle Andrés Segovia. El espacio tuvo que cerrar precisamente por la competencia del Gran Turia, pero, con el paso de los años, son muchas las voces que reclaman ahora que se reabra reorientado. Montaner mismo explica que su partido tiene previsto incluir una propuesta en su programa para las próximas elecciones municipales: “La posibilidad de crear un mercado artesanal tipo alfarería, cueros, tradicionales y productos de la huerta 100% ecológicos. Es mi intención como siguiente reto”, añade. Ya en su día la hoy Diputada de Igualdad y Deportes, Isabel García, propuso ubicar allí un mercado de tapinería. Propuestas todas que demuestran que Xirivella está buscando acomodo al siglo XX en el siglo XXI.
Xirivella mantiene su pasarela en la avenida del Cid, la única que queda, todo un símbolo de cómo ha mantenido el barrio, de que ha sido el verdadero municipio de ese trozo del extrarradio. De ella hacen uso sus vecinos, los de Mislata y los de València. En cierto modo, se puede decir que el barrio de La Llum, sus gentes, ha sido cohesionado por Xirivella. ¿València no ha sido muy generosa con La Llum? “No mucho”, asiente Montaner frunciendo los labios, sonriendo. El informe de enero de 2015 del anterior gobierno de la capital concluía describiéndolo como “un barrio tranquilo, pequeño, de clase trabajadora en el cuál aparentemente no se produce ninguna conflictividad a destacar. El hecho de que su territorio esté dividido entre dos municipios, València y Xirivella, hace que no exista una elevada conciencia de barrio”. Pero el barrio existe. Y en Xirivella lo saben.