VALÈNCIA. Hace unos meses, la suma de años de investigación y escritura vio la luz: la editorial independiente connsomi, original del barrio bilbaíno de San Francisco, publicó Vínculos, una ambiciosa novela escrita por Antxiñe Mendizabal Aranburu y traducida del euskera al castellano por Bego Montorio Uribarren. Junto a ‘necesaria’, ‘ambiciosa’ es otro de los adjetivos más manidos en esto de hablar sobre libros y/o hacer crítica de los mismos. Pero en el caso de Vínculos, no hay otro calificativo mejor. A lo largo de 288 páginas, Mendizabal desarrolla un marco temporal que comienza en 1941 y finaliza en nuestros días. La novela relata la historia de una familia carlista conservadora de Pamplona a través de tres mujeres de tres generaciones diferentes —Matilde, Teresa y Amaia—, tres matrioskas que buscan a sus madres y al mismo tiempo reniegan de ellas.
“Esta es la primera novela de Antxiñe Mendizabal, escritora principalmente de literatura infantil y reconocida editora, fue originalmente escrita y publicada en euskera, captando la atención de la crítica ante esta historia formalmente ambiciosa, muy bien documentada y llena de emoción en su mesura. La narración va reflejando, como si de un espejo itinerante se tratara, las formas de vida, modas y sucesos de cada época, hilando así una vívida crónica de tensiones, luchas y cambios sociales. Pero además de la Historia con mayúscula, conoceremos también otras muchas historias personales: las de los componentes de la familia Echaluce, las de sus parientes, sus empleadas, sus amistades y sus enemigos”, explican desde la editorial dirigida por María Mur Dean. “Pero, sobre todo, este es un intenso y conmovedor relato sobre los vínculos entre madre e hija: una relación difícil, compleja y dolorosa, construida por sentimientos contrapuestos, y que, al igual que algunas bebidas, en un primer trago nos quemará la garganta, pero nos calentará el alma durante mucho tiempo”.
“La idea de esta novela surgió hace muchos años— cuenta Mendizabal —pero nunca pensé que iba a coger de esta forma. En la idea original de esta historia, estaba solo esa relación entre madre e hija, pero ahí se quedó durante muchos años. Me costó mucho tiempo pensar en dónde iba a centrar o dónde iba a colocar a los personajes. Creo que llevo escribiendo esto toda mi vida. Supongo que como todas las cosas, esta ficción surge de alguna herida que tengo yo. De esa relación tan de desamor entre una madre y una hija, surge algo muy profundo. He hecho un poco de una arqueología de sentimientos propios. La escritura tiene para todas las personas ese proceso de autopsicoanálisis”.
Vínculos se ambienta en Iruña. Aparecen numerosos detalles que contextualizan lugar y fecha. La ciudad ejerce de actante y tiene un peso esencial para la trama. Envuelve a todos los personajes y los ata en una realidad particular. “No conozco Pamplona, bueno, he estado de fiesta y esas cosas, pero soy de Gipuzkoa, de un pueblo pequeño. No tengo ningún lazo, ni vínculo ni familiar en Pamplona. Es una es una ciudad muy pueblerina, la Pamplona de antes era muy católica, muy carlista y muy provinciana, llena de militares, monjas y curas. También lo contrario. Ha sido una ciudad muy polarizada, una ciudad muy pequeña y muy asfixiante”.
La opresión que ejerce la ciudad se encarna en el personaje de Matilde, “ella mismo asfixia, a todo el que tiene al lado. Pamplona me pareció la ciudad adecuada. Donosti quizá es más liberal, más clásica. Bilbao es como más proletaria. Vitoria la desconozco. He constatado que hay que mantener como una distancia prudencial con el lugar, quizás si conociese demasiado la ciudad, me vería enredada en historias, incluso personales. En memorias que igual a la novela no le iban a ir bien”.
Antxiñe cuenta que tiene una obsesión: reparar los personajes. “En la primera parte del libro es en la que Matilde es protagonista. Está esa memoria de la violencia, pero yo, que soy un poco neurótica, no me gusta dejar a mis personajes. Necesito curarlos, repararlos como hace Teresa. Empecé a crear a Teresa, a darle la forma de ser la reparadora de la historia. La historia se ha alargado tanto porque se creó en un estado de violencia, para repararlo hacía falta una necesita una conciencia y luego, una apertura al amor”.
Entre las casi trescientas páginas de extensión, hay un gran peso descriptivo. La autora frecuentó hemerotecas para recabar información a través de la prensa original. Conseguir mantener una distribución de pesos para que lo documental no se coma lo narrativo no parece fácil. “Eso ha sido con mi obsesión. Que la Historia no se coma a la pequeña historia. No obstante, el uso de acontecimientos históricos me ayudaban a avanzar en la trama. Empecé a apoyarme en ellos, pero hubo momentos en los que se me estaban comiendo la historia. Es un equilibrio muy difícil”.
Escribir, ya sea artículos como este, o novelas, es armar un puzzle de pequeñas piezas que a veces se esconden debajo de un cenicero o un punto muerto. “Me he sentido un poco como una tramposa. En el fondo lo he hecho no ha sido más que unir cosas. Hay pequeños detalles que son tuyos, de tus vivencias propias. Es decir, que no he tenido que echar mano de libros de historia para saber que las secadoras entonces, eran así. Que lo he visto. Esta no es mi historia, ni la de la familia, pero no he exagerado nada. Me resulta todo muy cercano y muy mío”.
Vínculos es sobre todo, una historia de madres. Hay dos fuerzas, una que busca a la madre y otra que reniega de ella. “Son totalmente contradictorias. Parece que una madre nunca cumple suficientemente las expectativas de una hija. Eso es una tensión muy fuerte. Yo siento que no cumplo todas las expectativas de mi hija. Al mismo tiempo siento, que mi madre no ha cumplido todas mis expectativas. Para mí, más allá de la maternidad está cómo se ejerce de madre, o sea, el ejercicio el hacer de madre. La maternidad no es un título que te dan y ya. Puedes hacer de madre desde muy diferentes sitios; se ejerce desde el dolor, se ejerce desde el amor, se ejerce desde la conciencia, desde la responsabilidad. Se puede ejercer desde la dificultad, desde la imposibilidad. Se puede ejercer desde el odio. Se puede ejercer desde la norma. ¿Cuál es en el siglo XX ser madre? ¿Y en el XIX? Pero es que en el siglo XXI también hay una norma. Yo creo que lo interesante de la maternidad, y seguramente de la paternidad, es desde donde la ejercemos. Es tan simple como que cada mujer tiene que ser ella misma. La maternidad, si es impostura, es mentira. Lo bueno de toda esta historia es que los hijos se dan cuenta enseguida, entonces ellos mismos reniegan de esa madre”.