VALÈNCIA. Sorpresa, rabia, alegría, preocupación, incertidumbre, emoción, incredulidad, asombro, ira, tristeza, desencanto, esperanza, desahogo, tranquilidad, felicidad, alivio, desengaño: hoy ya no hay vuelta atrás -como ningún hoy-, los sobres se han abierto, las papeletas se han contado, y la realidad es otra. Empiezan cuatro años muy prometedores para quien sienta que ha ganado -como si eso fuese del todo posible-, cuatro años por otro lado que parecen augurar no pocas oscuridades para la cultura, visto lo visto: la cultura no es un frente de batalla para los partidos, mucho más pendientes de darse estopa en las trincheras de solo una parte de la política territorial. La cultura es esa cosa molesta que no sabemos muy bien lo que es, qué forma tiene o de quién es. ¿La cultura es lo que me gusta a mí o lo que hace los domingos por la tarde el vecino? ¿Cómo puede ser cultura lo del otro si a mí me es ajeno, si no me siento identificado? ¿Puede ser mi cultura si me la quieren imponer? El cine contra la tauromaquia, solo puede quedar uno. Cultura una, grande y libre, pero es que tiene muchas caras. Demasiados cabos sueltos para lo poco que renta en un debate.
Quizás por eso no hemos sabido apenas nada de la cultura ni durante la campaña electoral ni antes, porque como arma hace poco daño al arrojarla. Si hiciese daño, ya estaría llena de sangre de candidato: con la escasez de recursos de muchas bibliotecas se laceraría el rostro del oponente, con la falta de compromiso con las librerías se le pegaría en la entrepierna, con las cadenas al cuello de los espacios escénicos se le castigaría el espinazo y con las señales de prohibido tocar que arruinan la música y a los músicos se le daría un sonoro planchazo en la cabeza. Con el arma cargada de oportunidades de la cultura no institucional se le daría el tiro de gracia. Todo esto no ha ocurrido, así que habrá que esperar a la próxima, que ya ha empezado. A ver qué es de la cultura en esta nueva etapa de la historia. Si no como arma, que hagan uso de ella por lo que es, patrimonio de todos y también el asfaltado que nos permite movernos sobre una existencia casi, casi incomprensible -de momento-. Pero que ellos no hayan ajustado cuentas con la cultura no nos impide a los demás ajustar las nuestras: en esta sección de La librería de Valencia Plaza se han ido quedando en el tintero algunos títulos por todo tipo de cuestiones, siendo ninguna su falta de calidad. Así que hoy vamos a hacer justicia con ellos aprovechando que ya se encuentra en marcha la Fira del Llibre de València en su edición quincuagésimo cuarta. Dice así:
El volumen diseñado por Libros del Kultrum para la antología de textos del crítico del rock Lester Bangs -edición de Greil Marcus y traducción de Ignacio Julià- es algo digno de tener en la estantería, una especie de cubo de Lamont de los cenobitas de The Hellbound Heart solo que en este caso para contener e invocar el espíritu mismo de una música y una época, o siendo más precisos: de una música en una época concreta de explosión de autenticidad. Reacciones psicóticas y mierda de carburador, con subtítulo Prosas reunidas de un crítico legendario: rock a la literatura y literatura al rock, es un artefacto vibrante, uno de esos libros que solo con sostenerlos en la mano ya ejercen poder sobre nosotros.