Por altruismo y por vocación de servicio público [sic] Joaquín Leguina ha aceptado un puesto de consejero en la Cámara de Cuentas de la Comunidad de Madrid, con un sueldo de más de 100.000 euros al año. Leguina: 83 años, ex presidente socialista de la Comunidad de Madrid, “pata negra” por entonces del socialismo español, novelista y demógrafo. Hasta que en 2022 cambió el paso y apoyó a Isabel Díaz Ayuso como candidata del PP para la Comunidad de Madrid tras la maniobra de Cs de presentar una moción de censura en Murcia. Se pasó al PP, Leguina. Del mismo modo que Ramón Tamames se dejó instrumentalizar por Vox cuando lo de la moción de censura para conseguir nada: o menos que nada, hacer el ridículo.
Ayuso, con el aplauso generalizado de los suyos, acosada por el lío fiscal de su novio, paga favores prestados a Leguina, favores tan legales como inmorales. Ahí voy: lo primero que escupe por su boca el señor Leguina es que, grosso modo, tiene una idea vaga de la Cámara de Cuentas y que en todo caso “ahora cuando me incorpore me enteraré más a fondo”. Olé. 'Ojiplático' me quedé cuando leí/escuché semejante astracanada, viniendo además de un economista.
La cosa ha conmovido a casi todos los partidos, ha habido revuelo, algún ladrido que otro ... y poco más. La grosera cacicada no va a provocar la caída de la presidenta madrileña por una sencilla razón: esa suerte de nepotismo la practican todos. Coloco a quien me da la gana donde me da la gana. El asunto del novio sí que le socava su índice reputacional y su moral, aunque dentro de unos meses estará todo medio olvidado. Será una bala en la recámara del PSOE, como la foto de Feijóo en el yate de un narco, imagen que ha rotado tantísimo que ya esta devaluada.
La cacicada de Ayuso con Leguina indica el grado de tolerancia que tiene la clase política en juguetear con las instituciones públicas para beneficiar o castigar a afines o a enemigos. La tolerancia de la clase política y de una parte de la sociedad que lo ve como lógico. Es un síntoma, otro más, de la bajura de miras que anida en la cosa pública. El ex presidente cántabro Miguel Ángel Revilla valoró el “leguinazo” como un ejemplo del “origen de la desmoralización” que impera en España.
Aún recuerdo, ya van pasando los años, el estado calamitoso al que llegaron las cajas de ahorro, entidades de derecho público sin ánimo de lucro, por el amateurismo, entre otros factores, de los consejos de administración. Había cuotas de poder político y sindical en los mismos y los afortunados brincaban de gozo por las prebendas que recibían: dietas (sueldos encubiertos), viajes exóticos a La India con paseos montados en elefantes, objetos de lujo...como marajás. Las cajas degeneraron en el juguete del poder político y, por lo citado, nadie rechistaba. Aquí en la Comunitat Valenciana hay material para hacer una tesis doctoral. Una o varias.
Lo de Leguina es muy similar a lo de Koldo García Izaguirre, el mismo que está en el centro de una presunta trama corrupta de tráfico de mascarillas (cuando el inicio de la pandemia). El exministro José Luis Ábalos ha dicho que no sabe nada. Pero sí que supo en su día del nombramiento de Koldo como consejero de Renfe-Mercancías sin tener pajolera idea del asunto. Lo supo porque lo nombró Él, Ábalos. Al menos Leguina es persona ilustrada con titulaciones universitarias: triste consuelo. Tristísimo. Koldo no: matón de puticlub.
Las colocaciones a dedo en instituciones y empresas públicas dan pie a una corrupción de baja intensidad que casi todo el mundo asume. Corrupción en síntesis. “Cuando me incorpore ya me enteraré más a fondo”. Así, tan ricamente. En este país de pícaros hay una inflación en el listado de aspirantes a pegar un leguinazo.