VALÈNCIA. Desde que se conocieron por primera vez, en los libros de texto y las clases de historia, el escritor y docente valenciano Santiago Posteguillo y Julio César siempre han sido uno. Tanto es así que al buscar el nombre del escritor en internet los motores de búsqueda sugieren que “otras personas también buscan” al político romano, porque van siempre de la mano. ¿El motivo? Posteguillo lleva dedicado media vida a investigar y aprender sobre César, a quien ha hecho protagonista de su saga de novelas que acaba de dar la bienvenida a Los tres mundos (Ediciones B), que llega tras el éxito colosal de Roma soy yo y Maldita Roma, dos novelas en las que habla sobre la verdadera historia de César y sobre su ascenso y conquista del poder.
En esta tercera novela aborda, a lo largo de un millar de páginas, como transcurre la conquista de las Galias por un Julio César que comprende que no está solo en el mundo, y que debe mirar desde Roma a otros mundos que le rodean, como son Galia y Egipto. Para comprenderlo Posteguillo juega con recursos característicos del cine y con mapas y glosarios para conseguir que el lector pueda viajar al año 58 a. C. para comprender los movimientos de un César sediento de poder. Lo hace siempre escribiendo desde el pasado -evitando el “presentismo” en sus relatos- mirando a la Roma que le rodea y dotando al lector de todos los recursos para poder formar parte de la historia de un imperio que seguirá construyendo a lo largo de otras tres novelas.

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- Foto: ROBER SOLSONA/EP
-Esta novela, Los tres mundos, se centra en el momento en el que Julio César observa a su alrededor y mira hacia Egipto y Galia en relación con Roma, con la idea de la conquista de estos tres “mundos”, una idea que no está muy alejada del presente político actual de grandes potencias como Estados Unidos o de las coaliciones entre partidos.
-En esta novela César es consciente de que hay otros reinos a su alrededor. Al final acaba pareciéndose al mundo en el que vivimos, en el que el poder es la gran realidad de la política. El poder y los sentimientos son dos máximas universales que perduran en el tiempo y hay sentimientos como la lealtad y la traición que se leen igual antes que ahora, aunque existan las transformaciones de valores. El lector puede intentar calificar los comportamientos del mundo antiguo, pero no puede evaluar una guerra de hace dos mil años con una de hoy en día.
-¿Dirías que los políticos de ahora se parecen a los protagonistas de tus novelas?
-Creo que todos intentan sacar adelante sus intereses particulares, que no deja de ser lo que pasa en la mayoría de los pactos políticos del presente. Pero hay una gran diferencia: los políticos de la época romana eran más cultos que los de ahora. Hablaban todos muy bien el idioma de la cultura de la época: el griego; además, leían y tenían muy buena oratoria. Creo que eso no lo podemos decir de la clase política de hoy en día.
-Era imposible gobernar sin esas cualidades.
-Es como un requisito básico, por ejemplo, tener formación y conocimiento en oratoria, que sería el equivalente de exigirles a los políticos de hoy en día con formación y preparación. Me parece una trampa simplista cuando se dice que cualquiera puede ser representante político. Legalmente, sí que se puede, pero lo lógico es que tomen decisiones de política exterior y manejen presupuestos las personas que tengan una carrera de administración de empresas o derechos internacionales.
-¿Qué hay que pedirle a un político del siglo XXI?
-Hay que pedirle mucho, que tenga formación y que sepa mirar por quien le rodea. Quiero que un representante político tenga la formación necesaria para administrar el dinero de todos. A mí que no me metan en falacias de que cualquiera vale para cualquier cosa, porque entonces tenemos lo que tenemos.

- Santiago Posteguillo recoge el Premio Culturplaza 2025
- Foto: E. Manzana, E. Mañez, K. Taberner y M. Ferrer
-En Los tres mundos introduces la novela escribiendo una definición de poder de la época en la que transcurre la novela, al igual que haces en Roma soy yo y Maldita Roma, ¿te ayudan las definiciones a ubicar al lector?
-Creo que es la forma de darle los elementos para que comprenda esta época. Una novela histórica te tiene que hacer vivir y sentir el relato como si estuvieras en las reuniones y en las batallas. Hay que comprender el poder en la época de los romanos. Hay que comprender lo que significa el poder para un Julio César que se comparaba con Alejandro Magno y se sentía un “don nadie” en comparación con sus logros. César tiene muchísimo poder, es una persona que paralizó el tiempo, que literalmente decidió que un año tuviera 444 días para reorganizar el calendario. Tenía espíritu de gobernante.
-¿Cómo viajas al pasado para construir tus personajes?
-Teniendo en cuenta el contexto histórico, no te puedes inventar el pasado. Hay que integrar en tu mente los valores de la época y las normas por las que se rige el mundo. A la hora de escribir novela histórica hay que evitar el falso presentismo. Es importante atenerse a las fuentes históricas y comprender todas las visiones que hay sobre los personajes, pero sin alterar la historia.
-En tus novelas tienes que imaginar diálogo entre personajes históricos, una parte de ficción en la que, aun así, tienes que apoyarte en ensayos y en expertos constantemente.
-Es la parte de ficción de la novela, pero tengo en cuenta siempre el contexto histórico en el que nos situamos. No sabemos cómo hablaban Cleopatra y César entre ellos, no hay registro de esas conversaciones, aunque seguro que son muy interesantes. Aunque creo que cualquier escritor tiene que tener una gran capacidad de empatía para ponerse en el lugar de personajes que son muy diferentes a uno mismo. Para empezar, tenemos que poder cruzar la frontera de género.
-Como cuando escribes como Cleopatra y Julia
-Lo hago de una forma verosímil para los lectores y las lectoras. A mí me viene muy bien trabajar con editoras, porque me ayudan a que los textos no chirríen. También me ayuda mi pareja, quien me matiza que muchas veces las mujeres no se fijarán en lo que yo creo. Al final mi oficio es ponerme en la mente de esa gente y para eso hay que tener empatía y situarme en su universo.

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- Foto: ROBER SOLSONA/EP
-Tus libros están plagados de recursos para los lectores. En Los tres mundos añades desde un glosario de palabras en latín hasta un mapa de los territorios conquistados, ¿a qué se debe?
-El libro está pensado de una forma didáctica porque creo que la novela histórica se presta a este componente. También he sido docente durante 30 años en la universidad y no puedo huir de mí mismo. Siempre me he esforzado en que mis clases resulten comprensibles y a la vez entretenidas y es lo que busco también en las novelas. Además, recuerdo que cuando pensaba en escribir una novela siempre me decía: “Tiene que tener mapas”, no molestan y ayudan a completar la visión de las batallas.
-Recuerda un poco a Juego de Tronos o El señor de los anillos.
-Por edad soy más de J. R. R. Tolkien, con todo el respeto para George R. R. Martin con quien tuve el honor de hablar en la Feria del Libro de Guadalajara, en México. Me preguntó qué hacía y le dije: “Lo mismo que tú, pero con romanos, y lo mío ocurrió”. De hecho, cuando le vendí la novela a los americanos -Roma soy yo, traducida al inglés y otros nueve idiomas- les dije que esto era una mezcla entre George Martin y John Grisham porque era una novela sobre un juicio y sobre la lucha por el poder, pero en la antigua Roma.

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-Además, tus novelas se sienten como ver una película, muchas de las escenas entre las que navegamos transcurren casi como si fuera una escena.
-A veces pienso los capítulos en términos de montaje, como cuando en Salvar al Soldado Ryan pusieron 13 cámaras para montar la escena del desembarco de Normandía porque no tenían suficiente dinero para ir a grabar más veces. En la sala de montaje es donde se monta la historia, yo trabajo con la misma idea. Yo imagino una escena y voy cortando y “moviéndome entre cámaras”, es muy trabajoso de hacer, pero añade ritmo a la lectura.
Yo soy de los que piensa que el trabajo ha de estar más del lado del escritor y el disfrute más del lado del lector. Pero también hay que exigir atención al lector, porque parece que los jóvenes cada vez se niegan más a concentrarse y reflexionar en una novela de estas características, esto se lo enseñas a un joven -un libro de más de 1000 páginas- y le da un colapso mental.
-Volviendo al cine, ¿existe la posibilidad de que se adapten tus novelas a la gran pantalla?
-Si consigues tú la financiación… sí [ríe] No, pero ahora en serio, he tenido decenas de negociaciones y no hay manera. Estuve bastante cerca de hacerlo realidad con una coproducción italo-española-norteamericana para la trilogía de Escipión porque era un héroe de Italia, pero al final los norteamericanos se tiraron para atrás, y sin el dinero norteamericano no se puede hacer una producción digna de esto. Esta historia excede la capacidad de la producción del cine español.
-Y para cerrar, ¿qué le preguntarías a César si lo tuvieras delante?
-Muchísimas cosas, pero creo que le preguntaría si considera que es prudente darle el poder a todos sus enemigos en el senado… Y también le daría un consejo, que no salga de casa el 15 de marzo, que le haga caso a su mujer, que le va a salvar de una desgracia.

- Foto: KIKE TABERNER. -
- Santiago Posteguillo en una imagen de archivo