VALÈNCIA. Resulta complicado definir a Tony Vidal ‘el Gitano’, fue Dj de la ruta (aunque reniegue de esta), programador de conciertos, manager y en todo ello siempre ha mantenido la esencia de ser “un poco personaje”. Resulta más complicado aún decidir en qué momento se convierte en un emblema, en su biografía No es fácil ser dios, publicada por NPQ Editores, explica que siempre supo que había venido al mundo para hacer algo relacionado con la música, y desde que se metió en la primera barra de un casal fallero a pinchar hasta este pasado fin de semana su vida siempre ha transcurrido entre las cabinas.
El pasado sábado presentaba su libro en una fiesta de despedida y homenaje que duraría de 6 de la tarde a 6 de la mañana (muy aproximadamente), de la mano de todos aquellos que le vieron pinchar por primera vez, amigos, familia y bandas emblemáticas que forman parte de todas estas categorías: La Betty Troupe, Los Inhumanos, La Morgue, Introglicerina, The Phantoms y muchísmos más. Todos ellos le dieron el último adiós al 'Gitano', que comenzó en el mundo de la música a los 14 años y se retira de las cabinas a los 66, porque siente “que ya toca”, y que es momento “de ver los toros desde el otro lado”, aunque seguirá con sus "movidas" en la radio y no reniega de formar parte de algunas pinchadas espontáneas si le invitan, y si no también.
Esta despedida del mundo de la fiesta viene acompañada de una biografía, de lo más realista y políticamente incorrecta en la que relata todo tipo de historias que le han sucedido a lo largo de su vida dentro y fuera de la pista. El reto del que fuera Dj de Chocolate es ponerse en la piel de un escritor, con unas memorias con un título que no dejan mucho pie a la interpretación: No es fácil ser dios, referencia a uno de los temas de Seguridad Social, que según relata el Gitano en sus memorias fueron en su momento la banda más punkie que había en València, pero que tuvo que evolucionar a un cambio musical porque en los conciertos acababan con el público “a hostia limpia”. Por supuesto Tony nunca tuvo problema en programarlos, le importaba más bien poco la opinión pública y subía al escenario lo que quería escuchar, “punto pelota”.