De vinos, tercios y lo que se tercie

London O’clock

Hoy cogemos vuelo nocturno y directo a días revoltosos y bien hermosos. Con oso en brazos de nombre Paddington y a saltitos

| 06/12/2019 | 7 min, 7 seg

Entre vinos y cerves, pasando por algún cóctel o la imprescindible cup of tea de dedo estirado. Porque viajamos a Londres, queridos, al más hedonista. 

Vamos desde tren sin miramientos hasta Liverpool Street, escuchando a David Bowie y ensoñando algún Hugh Grant. Paradita aristocrática de sábanas mullidas y a seguir, que tenemos mucho por delante. Porque estamos en ciudad con millones por vivir y que beber, y sin parar de comer, por supuesto. Botellas de todo el mundo en vinotecas de locura, esas sus cervezas en pub de ruidoso descontrol, combinados de hotel elegantón y el bendito té, que reconforta de fríos aportando reposo y sensatez.

Y con tanto en el ambiente empezamos a investigar cual Sherlock Holmes y en sitio de literario nombre, que nos tomamos una Hells Candem Lager en el Shakespeare entre la marabunta del Ángelus, sin calavera ninguna y frente a estación Victoria. Néctar de sed y aperitivo para ir abriendo boca. Bien fresca, como nos gusta, resulta perfecta de trago largo y con unos cacaueses antes de una comida de las muy disfrutonas.

La que nos espera en A. Wong donde pedimos un Scheurebe Trocken Weingut Weegmuler 2017 (Weingut Weegmüller). Blanco alemán de uva scheurebe que nos acompaña con corrección y saber estar. Seriecillo, pero con mirada expresiva, nos acomoda frente a un frutero lleno de limones naranjosos mientras, palillos en mano, devoramos un montón de dim sum de los mejores.

Momento para el justo reposito con lectura de la Woolf antes de volver al revoloteo, incluido algo de teatreo. Paseo por luminosa fachada callejera, musical e interpretable. Barrio chinorris con recuerdos a niñez de aprendizaje y sabor a galletita suertuda. Y derecha a Picadilly siguiendo Regent Street con mochila de oveja a las espaldas. Tiendas y más tiendas donde perderse entre las flores, en botitas y con tantas cosas bonitas. Con esa calle Oxford repleta de imanes de nevera y algún pícaro pijama, para al fin alcanzar la belleza con Mayfair bajo la lluvia y bailando a lo Mary Poppins.

Y por el camino las correspondientes paraditas, la primera de ellas para afternoon de merienda en Fortnum & Mason donde recurrimos a un clásico de nuestra memoria, el Té Lapsang Souchong. Tónico reparador de ahumados reflejos y profundidad sin tonterías que no necesita nada para saberse bien vestido. ¿Qué con qué? Con los correspondientes scones, su crema y mermelada, faltaría más. O menos.

Seguimos en regate a lo David Beckham para adentrarnos en encantadores callejones que esconden esos lugares. El Gordon’s Wine Bar de entrañable pizarra y copas imposibles que, para la ocasión, se llenan de Aliança Bairrada Reserva Tinto 2017 (Aliança). Touriga nacional, tinta roriz y baga en armonía portuguesa que nos lleva a pueblecillo campestre y despreocupado. Frutoso y masticable, se disfruta tan a gusto devorando un pan rústico con paté de cerdo y pato.   

Un paraíso vinoso y a ver pasar el tiempo

En Hedonism Wines descubrimos que existe el paraíso. Impresionante tienda con botellas de muy locos y su zona de degustación donde divertirse de lo lindo. En esta ocasión con un Chateau-Lascombes Grand Cru Classé 1978 (Château Lascombes). Burdeos de cabernet sauvignon, cabernet franc, malbec, merlot y petit verdot que ha sabido pasar los años con inteligencia. Un Sean Connery con esa madurez de la que hace grandes a los que saben esperar. Seda pura que imaginamos con una perdiz roja y su salsa.

Es momento de refrescarse en Coach & Horses con una Punk IPA, que pese al nombre se muestra formalita y con encanto. Con los amargos muy bien puestos y el refresque necesario, es también hierba creciendo a su aire y con un pastel de carne que ni Helena Bonham-Carter.

Cruzamos ahora las puertas de uno de esos bares, de los de ver pasar el tiempo: The Connaught. Y nos quedamos a vivir para la eternidad con nuestro compañero favorito, un Negroni de perfectos amargores y su medida ideal. Relaje en ambiente inigualable y con unas patatas fritas de las buenas.

Al salir decidimos quedarnos en la India sin movernos de ciudad. Porque aunque no seamos Lady con Pamela sabemos de sobra que Londres es adornada mesa de masalas, tandooris y tikkas. Así nos huele desde siempre y hoy en día en Indian Accent, donde nos sorprenden con un Causes and Cures 'dry white' vermouth. Australiano seco seco, y repleto de flores pequeñitas. Perdurable y muy amable nos deleita con unos puchkas rellenos de restallantes aguas especiadas.

Mañanas saltarinas y gordinflonas

La mañana despierta entre ardillas saltarinas, gansos gordinflones y paisaje verde y soleado. Con lejanos palacios al fondo que traslucen tristezas interiores y sonidos de Elton John. Y sin darnos más tregua nos damos de bruces con escaparate magnífico, de calabaza a carroza, a golpe de mirada, y que no falte de nada. Que la jornada es larga y se empieza con un buen desayuno. El de The Wolseley y su English Breakfast Tea, que con su gotita de leche y nada de azúcar resulta suave, sin astringencias y de agradables matices con su largo suficiente. Reconfortante para fríos días, nos ofrece gustito de calor matutino y delisioso junto a unos lujuriosos huevos Arlington.

Continuamos andandito, que nos gusta hacer kilómetros observa que te observa y danzando de a poquitos. Hasta que en pleno Soho escuchamos la llamada de The Blue Posts que viene a invitarnos a una Beavert WN Neck Oil Session IPA. Sencillez con gracia inmediata y acidez sin ácido ninguno. La tomamos ligera, con unas galletitas saladas y a correr, que queda trecho.

Y derechos vamos a Hide, ese bar que bajo tierra hace que ni el mismo Orwel pueda echarte el ojo. Así que retrepamos a taburete para ponernos frente a copa de Château de la Grave Grains Fins 2017 (Château de la Grave). Blanco de semillon y colombard venido de Burdeos para destacar en aromático. Con rosas muy rosas y manzanas crujientes, se pone seriote al besarnos la boquita. Y aunque tiene su madera, nos parece fenomenal junto a una fuente de ostras.

Continuamos, que tenemos grandes esperanzas y no queremos saber nada de tiempos difíciles. Y sin dificultad alguna alcanzamos Covent Garden y su Lamb & Flag donde nos hacemos con una Fullers London Pride. Ambarina y afrutada nos da tostaditos placenteros y su cierto cuerpo pequeño. El que llenamos con un sandwich de pollo y bastante mayonesa.

Terminamos la tarde en el American Bar con un Burning Bright. Mezcolanza de ron, amaro, vermut, lima y pomelo que nos balancea entre el suave dulce y cítricos idílicos. Sin empalague y con lo justito de alcoholes se nos hace chico. Y con unas aceitunas, que ya había ganas.

La penúltima cena y un huevo escocés

La noche nos lleva a apartados barrios que prometen diversión de la buena, porque a pesar de la helada oscuridad hay palabras que nos hacen entrar en calor, las de ese Jack que nunca va por partes. Y directos como él nos dirigimos a Vagabond para probar un La Rue de Foins Côte de Nuits Villages 2013 (Didier Fornerol). Pinot noir y Borgoña de libro para abrir, reabrir y recrearse. Liviandad de impecable caricia y ajolá cada día. Porque está en su momento con decoración navideña y un asado de vaquita.

Un brinco diminuto y estamos en Oxford Gold con una Brakspear Bitter de dorados maltosos y su aquel de frutillas silvestres. Y asilvestrados como somos le damos al plato por excelencia, un poco de pringue y fish and chips.

Porque llega el remate final y nos vamos a The Harwood Arms para esa penúltima cena. Y abrimos un Perles de Saint-Michel Brut (Bedouet Vigneron) que apetecen gurbujas de celebrar que estamos aquí, ahora y por mucho tiempo. Chardonnay espumoso del Loira, finito y algo macarra que pulula entre lo amargoso y lo cremoso, pero siempre precioso y mucho más al lado de un schott egg absolutamente maravilloso. Así nos despedimos con la lagrimita de lo que termina y la alegría de lo mucho y bien vivido. Y bebido.

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