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noticias de oriente / OPINIÓN

Los días de Birmania

Foto: Theint Mon Soe / SOPA Images Via Z / DPA
28/02/2021 - 

La situación dramática que está viviendo Myanmar, la antigua Birmania, a raíz del golpe de estado de los militares del pasado 1 de febrero de 2021, nos obliga en 'Noticias de Oriente' a hacer una reflexión sobre los antecedentes lejanos y más próximos que pueden ayudar entender lo que está sucediendo en este bellísimo y complicado país.

Tomo prestado el título a George Orwell de su desasosegante novela Los días de Birmania o Burmese days que se inspira en su intensa y decepcionante experiencia como policía imperial en Birmania que en ese momento formaba parte del Imperio Británico. Es claro que Orwell tenía un intelecto penetrante y clarividente y  que escribe a menudo en estado de gracia pero no era lo que se llamaría una personalidad liviana. El relato se desarrolla en Kyauktada, una pequeña población británica al norte de Birmania. Ilustra el conflicto permanente entre colonizadores y nativos y describe con crudeza las miserias de la administración colonial británica. Al final también hay una memorable historia de amor cruel. 

He tenido la oportunidad de visitar el país en varias ocasiones durante el tiempo que viví en China y me parece uno de los destinos más fascinantes, genuinamente exóticos e interesantes del Sudeste Asiático. La ciudad de Bagan y sus maravillosos templos nos dejaron una huella profunda a mi familia y a mí. También la capital Yangón (antes Rangón) resulta especialmente interesante: sus mercados, sus calles, sus plazas todas impregnadas del perfume colonial británico, son una fiesta para los sentidos. Era una de las joyas del Imperio Británico y eso se nota. Probablemente en la época era incluso más avanzada que la metrópolis londinense (como sucedía en el caso español respecto a la prosperidad de la Habana comparada con la situación de muchas ciudades españolas de la época). Incluso las playas y Ngapali Beach en concreto, ubicada en el estado de Rakhine, tiene todo aquello que el viajero que desea unos días de descanso pueda aspirar: un tiempo estupendo, unas instalaciones confortables, tranquilidad y nada de masificación, aguas limpias y una comida sabrosa e interesante (situándose en un punto equilibrado entre la gastronomía india y la tailandesa) todo ello acariciado por una brisa benevolente y agradablemente fresca. Sin duda un verdadero paraíso tropical en el Sudeste Asiático. Y finalmente sus gentes: son hospitalarias, cercanas, siempre atentas y de una elegancia infrecuente. Por lo tanto Myanmar ofrece sin duda atractivos notables para quién la visita. De hecho, antes de la covid-19 se estaba produciendo una apertura sin precedentes que sí estaba teniendo un impacto considerable y algunos cambios quizás no necesariamente en positivos.

Foto: Santosh Krl / SOPA Images

Antes de describir la situación y las razones que han llevado al general Min Aung Hliang, Jefe del Estado Mayor, a acabar con el anterior gobierno presidido de facto por la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, o como se le conoce, 'la Dama', conviene hacer una breve aproximación a este legendario personaje que gozó en su día de la altura moral y del aura mágica de Nelson Mandela o Vaclav Havel. Simbolizaba la resistencia a un régimen tiránico y opresor así como la solidez y la fuerza de los valores democráticos y el respeto de las libertades y de los derechos humanos. En efecto, la vida de Aung San Suu Kyi no ha sido fácil y en ocasiones ha estado marcada por la tragedia. No hay que olvidar un dato que explica muchas cosas: como apunta Ben Rodes en un interesantísimo artículo de The Atlantic, Aung San Suu Kyi es sobre todo la hija de su padre que en este caso es decir mucho. De hecho fue precisamente su padre quién fundó la moderna junta militar birmana en 1941 tras haber luchado con los japoneses para poner fin al colonialismo británico, después haberse aliado a los ingleses para poder expulsar a los invasores japoneses y finalmente haber protagonizado las negociaciones para conseguir la independencia de Birmania del dominio inglés. 

Sin embargo, Aung San fue asesinado en 1947 cuando solo tenía 32 años y  Suu Kyi solo dos. Por lo tanto, al revés de otros líderes longevos y que pudieron convertirse en verdaderas maldiciones nacionales (como el mismo Mao o Suharto), el general Aung San siempre permanecerá heroico e incorruptible. Con posterioridad a la muerte de su padre fue a un colegio en la India y posteriormente estudió en Oxford donde conoció a su marido Michael Aris. Tuvo dos hijos y pensaba establecerse de forma definitiva en Inglaterra con el propósito de hace un doctorado sobre literatura birmana. De hecho, aunque lo tenía en la sangre, su entrada en la política fue totalmente accidental. Aung San Suu Kyi se desplazó en 1988 a Yangón para atender a su madre que había sufrido un ictus. 

Aung San Suu Kyi. Foto: YNA/Dpa

Allí se  encontró, como es habitual, en Myanmar, con un clima social en plena efervescencia por razón de la política monetaria catastrófica implantada por los militares: los estudiantes birmanos decidieron organizarse contra la dictadura. La respuesta de los militares fue fulminante y literalmente aplastante. Los estudiantes al saber que la hija del líder de la independencia había regresado a Birmania decidieron reclutarla para su causa. La recuerdan como una mujer inteligente, que sobre todo sabía escuchar, completamente diferente al resto de los políticos, sin agenda oculta y con un amor infinito por Birmania. Su involucración con las protestas fue intensa. De hecho hubo momentos legendarios. En el pueblo de Danubyu unos soldados le ordenaron que se fuera apuntándole con sus rifles. Frente a esto exigió que se la dejará pasar. Y eso fue lo que hicieron los soldados. Está claro que la hija de Aung San no iba a ser martirizada. En 1999 su marido murió de cáncer en Inglaterra.  Durante estos años estuvo durante prolongados periodos arrestada. Fueron años duros. Suu Kyi perdió su libertad, a su familia y cualquier tipo de estabilidad vital.

A partir de 2010 la propia Junta Militar empezó, porque resultaba inevitable, un proyecto de progresiva apertura en numerosos ámbitos: se inició un proceso de paz con más de una docena de las diferentes etnias que estaban en conflicto permanente, una tímida liberalización de la economía, la liberación de los presos políticos y el establecimiento de cierta liberta de expresión, de prensa y sindical. Una de las grandes excepciones a este proceso fue la gestión de los Rohingya respecto de los cuales el gobierno seguía siendo implacable. Se trata un antiguo conflicto que sigue siendo el elemento más desestabilizador de la política birmana. Sus orígenes están en la época colonial en los que se desplazó a numerosos habitantes indios para ayudar a los colonizadores. Además su religión era musulmana. Estas circunstancias hicieron que su encaje con el resto de la población birmana fue siempre complicado: por el predominio de la religión budista en Myanmar y por el escaso afecto que se les tenía por ser agentes al servicio de la potencia colonial. 

Y es precisamente este drama humano, esta crisis que una comisión presidida por el ex-secretario general de la ONU, Kofi Annan, calificó de genocidio la que va a erosionar brutalmente el prestigio de la Dama una vez ya en el poder. En efecto, a partir de 2015, el partido de Suu Kyi, el NLD (con sus siglas inglesas, National League for Democracy) ganó las elecciones (más del 80% de los votos) e inició un proceso de transición democrática nada fácil ya que la convivencia con los militares (en el poder más 70 años) era absolutamente inevitable. Y además, la crisis de los Rohingya empeoró. De hecho en 2017 se forzó a 730.000 personas a huir a Bangladesh.  La respuesta de la Dama, de total pasividad, resultó decepcionante para la opinión pública occidental. Muchas de las instituciones que le habían otorgado premios procedieron a retirárselos. Esta indiferencia de Suu Kyi choca con el hecho que siempre había esgrimido el respeto a los derechos humanos como un elemento necesario en su proyecto político. Es cierto que en las motivaciones de Suu Kyi siempre se han dado, por un lado, una eficaz combinación de idealismo patriótico, y por otro, el cálculo de una política intuitiva y sagaz con apetito de poder como fuerza transformadora.

Foto: Santosh Krl / SOPA Images Via ZUMA / DPA

Se han buscado muchas explicaciones a este posicionamiento decepcionante. Una de las que parece más plausible es que Suu Kyi fuera plenamente consciente que ser más asertiva en el conflicto de los Rohingya (y conseguir que el hostigamiento del ejercito hacia ellos parase así como reconocer su derecho a permanecer en Myanmar e incluso a poder obtener la nacionalidad) podría hacer descarrilar la transición democrática. Puedo haber decidido su sacrificio en aras de un bien mayor. Y eso puede explicar el actual golpe de los militares. Probablemente son conscientes que su tiempo se estaba acabando y han decidido revertir el proceso de democrático. Han acusado, lo que resulta grotesco, a Suu Kyi de fraude electoral y de posesión de dispositivos de comunicación ilegales (unos walkie-talkies encontrados en su casa). De todos es conocido que tras la celebración de unas elecciones perfectamente limpias el pasado noviembre la victoria de NLD (y por lo tanto de Suu Kyi) ha resultado demoledora.

 Las protestas y la indignación popular no se han hecho esperar y es muy difícil prever qué es lo que va a suceder. Los militares han prometido elecciones en un año pero la ciudadanía está enfadada. La mecha puede prender en cualquier momento. Y puede tener consecuencias trágicas un país ya socialmente desgarrado. Además nos encontramos en un momento en el que el panorama internacional es especialmente complejo. Por un lado tenemos a China con enormes intereses en Myanmar (es un eslabón esencial de su One Belt One Road o nueva política de la Franja y la Ruta de la que he hablado en este espacio en numerosas ocasiones) y que se inclina por una fórmula que le permita acrecentar y consolidar su influencia. Esto se le puede complicar por el hecho de que los Estados Unidos, con la victoria de Biden, están de vuelta y saben que la región del Sudeste Asiático es prioritaria para sus intereses estratégicos. Además está la India más beligerante que nunca en torno al nacionalismo hindú y con la indisimulada voluntad de querer tener un papel activo en la región. Es de desear que estas circunstancias no impidan que la transición a la democracia de Myanmar se pueda culminar si bien hay serias dudas de que esta pueda ser concluida por Aung San Suu Kyi.

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