VALENCIA. Si el poder pudiera definirse como la capacidad para decidir sin necesidad de contar mucho con otros, los resultados de las elecciones generales parecen haber dejado claro que el poder ha sido tan repartido como los premios de la lotería navideña. Recientemente se publicó la lista Forbes de las 74 personas más poderosas del mundo, y si para alguno de nuestros compatriotas políticos la cura de humildad no ha sido suficiente tras las elecciones, comprobar que ningún español está en dicha lista es la confirmación de que en ocasiones el poder que se cree que se tiene, está muy lejos del que en realidad se tiene. O como recuerda Kevin Spacey en House of Cards: “La proximidad al poder hace creer a algunos que pueden ejercerlo”.
Y es que los 4 criterios considerados para elaborar dicho ranking sitúan las ínfulas de los próceres patrios en su justa medida. El primer criterio es el número de personas sobre las que se tiene influencia. Nuestro país, con 46,7 millones de ciudadanos, poco tiene que hacer frente a países mucho más poblados como India, Rusia o China, o con la influencia que tiene el Papa sobre 1.000 millones de católicos. Baste como dato curioso, que en la Comunidad Valenciana el total de votos obtenidos en estas elecciones por los cuatro partidos que han logrado representantes, apenas superan los 2,2 millones, que equivalen al número de empleados que ocupa la empresa Wal-Mart, y que aúpan a su CEO, Doug McMillon al puesto 32 de la indicada lista.
El segundo parámetro evalúa los recursos financieros que se controlan, el PIB en el caso de los jefes de estado, o las ventas en el caso de las empresas. De nuevo nuestro PIB nacional, aunque el 14º del mundo, según el Fondo Monetario Internacional, queda muy lejos de, por ejemplo, Estados Unidos, del que ni siquiera es el 10%, o del de China, cuyos presidentes Barak Obama, y Xi-Jinping ocupan los puestos 3 y 5 del ranking respectivamente. El tercer criterio repasa la variedad de esferas sobre la que se ejercita ese poder (político, económico, religioso, ideológico, social…), y es que aunque pueda pensarse otra cosa, como alguno de nuestros nuevos líderes recuerdan, ya Gramsci advertía que “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político, y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios”.
Por último, se valora el efectivo ejercicio del poder, la iniciativa que se desarrolla para que el trecho entre el dicho y el hecho sea lo más corto posible. Seguramente que este es el criterio que más favorece a aquellos políticos que ejercen un férreo control sobre sus paisanos, incluso reduciendo al máximo cualquier margen de disidencia. Y esto puede explicar que el norcoreano Kim Jong-un, al frente de un país de apenas 25 millones de habitantes, ocupe el puesto 46 de la lista.
A la vista de estos cuatro criterios resulta claro que el poder de nuestros máximos representantes está limitado por el de otros muchos que se sitúan por delante de ellos en ese ranking internacional, de modo que quedan relegados en muchas ocasiones al papel de cabeza de ratón o cola de león, según se mire. Pero no solo eso, a la vista de estos cuatro criterios, los partidos hegemónicos en nuestro país, a lo largo de los últimos procesos electorales (municipales, autonómicos y estatales) han perdido cuota de poder en su propio terreno en favor de las dos nuevas formaciones emergentes -Podemos y Ciudadanos- : influyen sobre menos ciudadanos, van a controlar menos parte del presupuesto, si es que la controlan, y en menos sitios.
No obstante, el ejemplo político no es más que un espejo de lo que a cualquiera de nosotros nos acaece en cualquier ámbito de nuestra vida, personal, laboral o cualquier otro. Si quisiera aplicar estos criterios a su situación actual, pregúntese: 1º) ¿Cuál es su ámbito de influencia?, ¿Cuál es su red de contactos sobre la que puede ejercerla? ¿Y cuál es la calidad de esos contactos? , ¿Son a su vez influyentes?; 2º) ¿Qué recursos económicos controla?; 3º) ¿Cómo de variados son los campos en los que puede aplicar su influencia? ¿En su casa, en el trabajo, en la Falla, en el colegio profesional…? ; 4º) ¿Cómo de activo es para hacer efectiva su influencia? ¿Se limita a esperar que se le reconozca por su estatus o jerarquía, o trabaja para construir nuevas alianzas? Es más, ¿estaría dispuesto a evaluar la evolución de su poder en los últimos cuatro años?, ¿se ha incrementado o ha disminuido? , ¿en todos los ámbitos o solo en algunos? Quizá solo a partir de esa toma de conciencia esté en condiciones de trazar un plan en el que usted tenga algo que decir, desarrollando su capacidad de influir sobre su entorno más próximo y accesible, no limitándose a ser simple espectador de la película de su vida. Porque como decía el taxista encarnado por Pepe Isbert en Los ángeles del volante: “Siempre se puede hacer algo; todo menos quedarse de brazos cruzados”.