Al gritito de "sí se puede" escarbaron en el lodazal del desencanto. Tenían tantas ganas de llegar al machito para derribar a la casta que se convirtieron en más que casta. Todo el martirio y la guerra civil que están viviendo las últimas hordas del populismo podemita tienen su reflejo en la misma Venezuela.
Durante demasiado tiempo recogieron el hastío a una clase política y a un olor putrefacto de corrupción. Dibujaron nubes en el aire para asaltar unos cielos que no eran sino una mera quimera. Fueron tantas las barbaridades y tontunas que dijeron que el personal los “caló” del todo. Fueron perdiendo los votos a millones hasta la “derrota final”. No es que se hayan acuchillado a navaja los otrora amigos, es que no tienen amigos. Ni votantes.
Toda la superficie del populismo siempre está engalanada de un guion mentiroso. Se amparan en el pueblo al que son incapaces de servir. Primero el chalet, luego el resto. No es que no tengan ideología es que su ideología es perversa. Por eso son más peligrosos que ninguno. Por eso la gente les ha apuntado la matrícula y bajan en intención de voto, y en votos. No han podido superar lo de Andalucía como partido residual. Ni anticapitalistas, ni coñas en vinagre. No son una opción de Gobierno, porque su reino no es de este mundo.
Venezuela sangra. Un Gobierno muy de ellos. Muy de las mentiras populistas que asolan a las sociedades. Esos gobiernos que acaban con la clase media y dejan solo muy pobres y muy ricos. Y los muy ricos son los que manejan los gobiernos. Es el pueblo el que crea el populismo y el que se lo come con patatas fritas. Decir que eso es una democracia es un insulto a la sensatez.
Con el exilio de millones de venezolanos, y los demás porque no pueden salir, se establece una conexión de lágrimas. Lloran los que se van, lloran los que se quedan en una situación irreversiblemente dramática. Nadie podrá explicar el maldito gobierno que les hace cada vez más pobres. Tanta tontuna de decir que la gente come tres veces al día, no acaba de convertirse en verdad. La verdad, verdadera, es el empobrecimiento, la rapiña, la violencia seca, el escarnio, la falta de sentido de pueblo, el descontento, el hastío, la verdadera plaga del hambre…
En Venezuela no se puede. No se puede vivir con un gobierno manirroto y corrupto hasta las trancas. Con un personaje de opereta subido a sus propios chistes. Tanta grima dan que hasta los imitadores son peores que el original. Los de Podemos habrán de pedir perdón por haber apoyado, justificado y consentido esa república bananera de Maduro. Y como cobraron por hacer no se sabe qué, debieran hacer como los corruptos, devolver la pasta que de allí extrajeron. No se les oye decir por qué cobraron, de quién y para qué. Solo atacar a los que les pedimos que devuelvan la pasta al pueblo venezolano, al que robaron.
Conforme pasa el tiempo los “sí se puede” se transforman en “a lo mejor va a ser que no”. Tanta algarabía e insensatez acaba con el más pintado. Ya les están bien empleadas las críticas por el apoyo a un régimen totalitario y corrupto enlatado como democrático. No aguanta el algodón de la verdad, esa mentira de Podemos en Venezuela. Son tantos los hermanos venezolanos en España llorando por su país, que los de Podemos tendrán a bien no salir a defender a un Maduro matón.
Sabemos cómo empezó todo, pero no sabemos cuál será el final. Esperamos que no cunda la violencia. Que la propia pobreza de un pueblo machacado levante la voz por hacer Venezuela grande, otra vez. Tanta mentira han querido contar sobre ese Gobierno, que cuando se ha levantado el telón, sólo tragedia había. Si ahora nos van a decir lo que hay que hacer los que nos trajeron a este infierno, que vuelvan a pasar la minuta de Podemos. Si cobraron por decir al régimen venezolano cómo hacer mejor las cosas, una parte del cheque se quedó en la mentira. Bueno, la mitad era mentira, y la otra mitad no era verdad.
Emilio Argüeso es secretario de Organización de Ciudadanos y secretario segundo de la Mesa de Les Corts