VALÈNCIA. Hace apenas un año que la creación de imágenes por tecnología artificial (conocida como IA por sus siglas en inglés) alcanzaba una popularidad significativa. Distintas herramientas se ponían al alcance de cualquier usuario que las usaba como un juego con el que divertirse, construir selfies ‘creativos’ y compartirlos en sus redes sociales. Sin embargo, estas tecnologías no llegaban por azar ni únicamente como un espacio de ocio. En apenas unos meses el aparente ‘juego’ se ha situado en el centro de una conversación mucho más profunda que tiene que ver con el futuro de los trabajos creativos y con los derechos de autor, pues estas herramientas se han construido nutriéndose de imágenes ajenas para mejorar su eficacia. En este agitado contexto, desde la Associació de Professionals de la Il·lustració Valenciana (APIV) han querido poner negro sobre blanco su posición al respecto mediante un comunicado en el que apuntan que “en su estado actual” las herramientas de Inteligencia Artificial suponen un “riesgo grave para nuestro sector y para la sociedad en su conjunto” y , por tanto, demandan una regulación al respecto.
Desde APIV han querido dar una respuesta global a un asunto que, hasta ahora, se había tratado desde los casos puntuales. Algunos ejemplos mediáticos de las últimas semanas son la programación –y posterior cancelación- de un taller para crear un cómic por IA promovido por la red de bibliotecas municipales de Barcelona o las críticas por el uso de ilustraciones creadas con estas herramientas por parte de algunas editoriales o medios de comunicación. El ámbito valenciano tampoco se ha escapado a la cuestión. Hace apenas unas semanas el Ayuntamiento de Vila-real compartía la imagen de la 35 edición del FitCarrer, diseñada por el estudio de Castelló Eclectick. “Algoritmos matemáticos han interpretado las instrucciones de los diseñadores para crear imágenes originales a partir de textos", señalaba en un comunicado la institución, que apuntaba a la elección como un ejemplo de “innovación” en la ciudad.
La publicación levantaba una polvareda entre los profesionales del sector y era la propia APIV la que alertaba de los problemas que podía acarrear su uso. Por su parte, el estudio defendía autoría “porque hemos sido quienes hemos pensado el eslogan, las imágenes que irían bien y el tipo de gráfica que mejor cuadraba”, explicaban a Culturplaza. “La IA ha venido para quedarse y a todos los niveles. Cuando se utiliza en medicina todos aplaudimos, pero en diseño resulta que es un crimen”. La conversación está en un punto caliente y parece salpicarlo todo, de hecho, estos mismos días València acogía el V Encuentro Internacional de Rectores, también marcado por este asunto. “¿Cómo va a cambiarnos la inteligencia artificial? Ahora mismo la dirección no está clara”, confesaba la responsable de la estrategia de investigación de la IA conversacional de Google, Pilar Manchón. Por su parte, el IVAM anunciaba también hace unos días los proyectos que se van a desarrollar en el marco del proyecto Confluències, que contará con cuatro esculturas de Lola Zoido “creadas a partir de inteligencia artificial”.
La Inteligencia Artificial impregna todo en este 2023, un avance que parece ir más rápido que la respuesta legal o del propio conocimiento general en torno a su origen y efectos. Entonces, ¿cuáles son los problemas que entraña esta, para muchos, desconocida tecnología? Como se suele decir, empecemos por el principio. Es en el origen de estas herramientas donde sitúan desde APIV el primero de los focos, una tecnología que pertenece a “grandes empresas privadas” que para generar imágenes necesita una base de datos previa, una base de textos e imágenes extraídas de Internet, en su mayoría, apuntan, “trabajos de artistas protegidos por derechos de autoría y utilizados sin su consentimiento”. Es decir, trabajos “robados”. Esto supone una “violación sistemática y sin precedentes” de los derechos de autor por lo que respecta al uso explícito de las obras pero, también, apuntan a que podría darse una suerte de “usurpación de identidad” al acabar “mimetizando” el estilo de los artistas de los que se nutre la herramienta.
Estas cuestiones, claro, tienen un efecto dominó en las condiciones laborales de los ilustradores, unas tecnologías que podrían derivar en algunos casos en las sustitución de los creadores con el fin de “abaratar costes”. Esto, señalan, supondría profundizar en la ya existente “precarización” del sector. Fue durante el periodo pandémico que la asociación realizó un informe para conocer la realidad del sector, un informe en el que el 78% de los encuestados declaraba que su situación ya era complicada antes de la COVID-19. En el mismo contexto, la Plataforma SOS Sector Gráfico realizaba un informe de ámbito nacional que también describía un sector “sumido en la precariedad antes de la llegada de la virus”, un estudio que reflejaba que la mayoría de trabajadores del sector gráfico habían tenido una media de ingresos en 2019 por debajo del Salario Mínimo Interprofesional, entonces fijado en torno a los 900 euros al mes.
También apuntan desde la asociación a problemáticas quizá menos evidentes para el público general, como aquella que se refiere al impacto en el medio ambiente, que califican de “devastador”, pues “la potencia energética usada en inteligencia artificial se duplica cada 3 o 4 meses”. Los problemas parecen estar claros, pero las soluciones todavía se dibujan como una gran incógnita por resolver. El propio documento apunta a la falta de un consenso legal internacional sobre la pertenencia de los derechos de las imágenes generadas y apuntan a la necesidad de una “regulación” con la que poner orden. “A día de hoy las IAG no están reguladas. Sus avances tecnológicos, motivados por el ánimo de lucro de grandes empresas, van más rápido que la creación de leyes justas que controlen sus consecuencias”, reza el comunicado de APIV, que insiste en la imposibilidad de un “uso ético” de estas herramientas puesto que “su origen es el robo de datos con ánimo de lucro”.