Es probable que la zona euro escape a la repetición de las 'décadas perdidas' de Japón, siempre que los responsables políticos emprendan reformas audaces como advierte el experto
MADRID. La situación actual de la zona euro es diferente a la de Japón, aunque existen indudables similitudes. Ambas economías se enfrentan hoy a presiones deflacionarias, pero es Japón quien ha pasado por 13 años de deflación desde 1995. La zona euro aún no ha experimentado la misma deflación, sin que se haya registrado ningún año de descenso de los precios desde su creación en 1999, aunque la inflación se haya mantenido obstinadamente baja. Esta es una diferencia clave, ya que la mentalidad deflacionaria no se ha arraigado tanto en Europa. Al mismo tiempo, los responsables políticos europeos tienen motivos para estar preocupados.
El crecimiento real de la zona euro también ha sido, en general, mayor que el de Japón: Scope estima que el potencial de crecimiento a medio plazo del primero es del 1,2%, frente a menos del 1% en el caso de Japón. La proporción de la deuda pública japonesa con respecto al PIB aumentó hasta cerca del 237% en 2018, junto con un elevado déficit de alrededor del 3% del PIB. Por su parte, la zona euro redujo considerablemente la deuda pública y el déficit fiscal al 85,2% (2018) y el 1% del PIB (2019), respectivamente.
Las expectativas de inflación se han alejado del objetivo nominal del BCE del 2%. La inflación de la zona euro fue sólo del 1,2% interanual en junio. Esta tendencia se ha reanudado recientemente, con un tipo de swap de inflación a cinco años ligeramente por encima del 1%. Esta evolución ha suscitado preocupación por la posibilidad de que se produzca un desacoplamiento más significativo de las expectativas de inflación a largo plazo.
En estas circunstancias, es improbable que el BCE ponga fin a una política monetaria no convencional, ya que los tipos de interés de las principales operaciones de financiación se mantendrán en el 0%, como mínimo, hasta finales de 2020, y es posible que los tipos de depósitos se reduzcan aún más. No esperamos que el BCE amplíe el QE en 2019 más allá de las reinversiones de principal con vencimiento, pero tampoco descartamos un retorno de las compras de activos netos en 2020 y en adelante. Aunque las expectativas de inflación basadas en el mercado son muy bajas, las encuestas sugieren que las expectativas de inflación a cinco años están mejor ancladas en torno al 1,8%, lo que implica que los temores de una deflación al estilo japonés aún no se han afianzado en la zona euro.
Sin embargo, sigue existiendo un alto riesgo de que las políticas de la zona euro resulten insuficientes para evitar un período más largo de bajo crecimiento, baja inflación y una política monetaria muy laxa. El hecho de que el debate sobre la política monetaria haya pasado a hablar de relajación antes de que se hayan desatado las políticas no convencionales de la era de la crisis del BCE demuestra la dificultad de abandonar un enfoque ultraacomodaticio. Si la japonización significa una política monetaria acomodaticia casi estructural, entonces ya estamos ahí. Si la japonización significa una deflación absoluta o un crecimiento casi nulo, entonces Europa se encuentra en una situación mejor que la de Japón en los años noventa o que la actual.
Para impulsar la economía de la zona euro, los responsables políticos deben llevar a cabo planes de reformas monetarias, fiscales, estructurales e institucionales concertadas. Entre ellas figuran, por ejemplo, la introducción de mecanismos de distribución de riesgos, como un seguro de depósitos europeo para mejorar la estabilidad financiera, y una herramienta europea de reaseguro de desempleo para mejorar la sostenibilidad macroeconómica. A diferencia de Japón, la zona euro también dispone de cierto margen fiscal para la adopción de medidas expansionistas específicas de apoyo a la demanda interna.
El marco fiscal de la UE limita la forma en que los gobiernos pueden utilizar la política fiscal, ya que el déficit medio de la zona euro asciende ahora a sólo el 1% del PIB en 2019 (frente al 3% en Japón). El hecho de que la zona euro evite los altos déficits y la deuda, incluso si hay Estados miembros individuales con desequilibrios significativos como Italia ('BBB+'/estable) y Grecia ('BB-'/positivo), crea más espacio para que el gobierno invierta en aumentar el potencial de crecimiento a largo plazo, en contraste con el dilema de la deflación y alta deuda de Japón.
Japón y Europa adolecen de una falta de crecimiento demográfico y del envejecimiento de la población, lo que repercute negativamente en el potencial de crecimiento. Esperamos que el crecimiento del gasto público relacionado con el envejecimiento crezca con el tiempo en consonancia con la prolongación de la esperanza de vida y los mayores costos fiscales asociados con el apoyo a las poblaciones mayores.
En la zona euro, es probable que estos retos demográficos también aumenten los riesgos políticos a medida que los servicios sociales se vean sometidos a presión y la sostenibilidad de la financiación de las pensiones se convierta en un reto más acuciante. La inmigración es una solución potencial pero que conlleva sus propios riesgos políticos: las agendas anti-inmigración de los partidos populistas ayudan a explicar sus recientes éxitos electorales en Europa.
Giacomo Barisone es director general de calificaciones soberanas de Scope
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