VALÈNCIA. “Es lo único que tienen en común todos los barrios”. Lo dice el escritor valenciano Joanjo García. Natural de Orriols, García es un hombre a pie de calle que vive en la ciudad del valenciano medio. Una ciudad en la que no hay problemas de turistificación, algo que, apunta, realmente sólo afecta a unos pocos distritos (Ciutat Vella, Russafa y Cabanyal); una ciudad en la que lo que es más frecuente es la presencia de solares abandonados, que con suerte son habilitados para ser utilizados como aparcamiento y que en muchos casos sólo sirven para acumular inmundicias y ser lodazales en días de lluvia.
Los solares vacíos son parte esencial en la nueva novela de García, Heidi, Lenin i altres amics, que ha resultado ganadora del último Premi València Alfons el Magnànim y que acaba de editar Bromera. En ella, donde mantiene su habitual tensión entre realidad y ficción, la aparición de los restos decapitados de trece palomas en una maleta abandonada en un solar supone el punto de partida de una intriga en la que irán apareciendo otras doce maletas con un número de animales desmembrados en orden decreciente, en otros tantos solares. ¿Por qué decapitados? Porque en el fondo García cree que la ciudad está desmembrada por culpa de esta plaga de solares abandonados que, asegura, “no existe en otra ciudad”.
Los solares rompen València, sostiene, y facilitan el hecho de que los ciudadanos no sientan la ciudad como propia. La misma visión de lo que es el centro, señala, es significativa. Para una amiga era Plaza España, donde se citaba con sus amigos; para un conocido, la Plaza de Toros, por el mismo motivo; en su caso, El Corte Inglés de Pintor Sorolla. “Somos la ciudad de los solares”, sostiene. Espacios muertos, sin uso, sin aparente futuro, mientras la especulación hace su tarea y los encarece. Para él vertebrar su nueva novela a partir de las zonas cero de la ciudad era casi una obligación. ¿Qué mejor sitio para abandonar maletas con restos de animales muertos? Hay tantos que tenía donde elegir. Sólo con los que dejó tras de sí en el Cabanyal la fracasada ampliación de Blasco Ibáñez, el catálogo ya es extenso.
Esta semana el Ayuntamiento de València, a través de la Concejalía de Vivienda que dirige María Oliver, lanzaba una propuesta novedosa. La Mesa Técnica de Vivienda acordaba este martes determinar a qué solares pueden optar viviendas cooperativas en régimen de cesión de uso. Suelo para construir, suelo para emplear, suelo público. El objetivo, darles salida, hacer que sirvan de algo. La propuesta de Oliver no es sino una emulación de otro proyecto similar impulsado por la Generalitat Valenciana, en concreto por la Conselleria de Vivienda de María José Salvador, y anunciado el pasado mes de junio. Se trata de dar vida a los solares en manos de la administración. Ya que las instituciones no pueden impulsar proyectos constructivos por la falta de liquidez, permitir que los particulares lo hagan.
Salvador es una gran defensora de este proyecto. Considera que las cooperativas de vivienda ofrecen una “solución eficaz e innovadora para generar vivienda asequible, de calidad y adaptada a los nuevos retos sociales”. Se trata de un modelo “no especulativo”, recalca, que “incrementa las formas en que se puede acceder a una vivienda digna y adecuada”, insiste. Y cita como referentes países como Alemania, Holanda o Canadá, además de recordar que en España también se está trabajando en otras comunidades autónomas (Oliver, por su parte, citaba a Dinamarca). Por ello, considera que este modelo “encaja a la perfección con los ejes estratégicos de la Generalitat que se basan en garantizar el acceso a la vivienda de calidad y adaptada a las necesidades de las personas que las habitan”.
La iniciativa del Consell, la que ha imitado el Ayuntamiento de València, se está gestionando a través de la Entitat Valenciana d’Habitatge i Sòl (Evha). El fin, dice la consellera, “movilizar suelo público y crear nueva vivienda garantizando, a través del trabajo con las cooperativas, que no solo se amplía la oferta de vivienda asequible y digna sino que además no se va a especular con un derecho fundamental como es la vivienda”. En total la administración autonómica dispone de 49 solares en toda la Comunitat. En Alcoi se contabilizan cinco, en Alicante nueve, en Sant Joan 12, en Gandía siete y en València cinco (uno en La Torre y cuatro en el centro histórico). Precisamente en el solar de La Torre la administración autonómica está estudiando fórmulas para cedérselo a un promotor y que se construyan 96 viviendas de protección oficial. “Mejor un edificio con vivienda pública nueva que ratas”, sintetiza el subdirector del Evha, Alberto Aznar.
La plaga de los solares vacíos se siente especialmente en la capital, por su tamaño, pero es extensiva a buena parte de las localidades de la Comunitat. Es tan acusada que ha permitido la aparición de personajes singulares, como el Grupo Siso que pretende expropiar solares ajenos sin uso para construir. Por ahora los intentos de esta empresa han quedado en nada pero han servido para que las administraciones locales busquen soluciones. Así, València, Calpe y Dénia paralizaron sendas propuestas de esta promotora de maneras muy dispares. Calpe y Dénia, por ejemplo, fueron taxativas, y le dieron un no al Grupo Siso, al tiempo que los propietarios de los solares vacíos activaron sus proyectos de construcción.
En el caso de València, en junio del año pasado la Concejalía de Desarrollo Urbano propuso una serie de medidas para impulsar la edificación y rehabilitación de inmuebles. A partir del caso Siso, el consistorio valenciano reaccionó y obligó a los propietarios a presentar en un plazo de tres meses un proyecto para esos solares sin uso que habían superado el tope legal de tiempo de espera hasta la construcción. Según la ley los propietarios tienen un margen de hasta cuatro años para construir. Si no lo hacen, su dilación se considera incompetencia y para evitar la degradación que suponen al entorno le pueden ser expropiados. La Concejalía se ha puesto manos a la obra y este verano confirmaba a Las Provincias que habían ordenado a 60 propietarios mover ficha: o edifican, o venden, pero se acabó el barbecho.
Para Aznar una de las asignaturas pendientes por resolver en este asunto es la escasa utilización de una figura: la del deber de edificar y rehabilitar. Porque, igual que un gran poder conlleva una gran responsabilidad, la propiedad de un solar implica la obligación de construir. Nadie tiene derecho a dejar un espacio muerto durante años. Y es una figura, la del deber de edificar y rehabilitar, que está presente en la legislación española desde 1945; en concreto en la legislación franquista se señalaba expresamente que el Estado tenía “la obligación y deber de poner límite a los excesos de la propiedad de solares, armonizando el interés público con los justos derechos de la propiedad privada”. Unos límites que, lógicamente, siguen vigentes. Así Aznar recuerda que la Constitución reconoce el derecho a la propiedad privada, pero no es un derecho absoluto y está limitado (como todos) por el artículo 128 de la Carta Magna, el del “interés general”.
Los límites se marcan en el texto refundido de la Ley de Suelo y Rehabilitación Urbana que establece la obligación de edificar los solares urbanizados en los plazos y condiciones establecidos por la ordenación urbanística; en el caso de la Comunitat estas condiciones se hallan en la Ley de Ordenación del Territorio, Urbanismo y Paisaje. En estos casos se puede establecer un régimen de edificación forzosa a través del cual el ayuntamiento en cuestión o, si fuera necesario, la Generalitat, pueden tramitar un Programa de Actuación Aislada; la otra opción es la venta forzosa en pública subasta. “Inevitablemente València, como todas las ciudades, va a crecer en expansión hacia fuera”, -recuerda Aznar-, “pero es un reto fundamental para administración y sector privado conseguir que València y las otras ciudades de la Comunitat crezcan también hacia dentro, en la propia ciudad ya construida, en esos solares y edificios en ruina que por razones económicas, sociales y medioambientales sería más que positivo que desaparecieran”.
Por el momento estas herramientas no se están utilizando con la mayoría de los propietarios privados porque, en primer lugar, es un procedimiento muy complejo, y después porque la Administración está intentando acabar primero con su parque de solares vacíos. Mete prisa, pero ni aprieta ni mucho menos ahoga. La intención es, con el ejemplo, incentivar la puesta en marcha de iniciativas de vivienda pública, una de las grandes carencias de España en general, y de la Comunitat Valenciana en particular. Y es que entre las propias instituciones se dan algunos casos como el del solar de la calle Salvador de València, propiedad de Les Corts. Los vecinos llevan años protestando por el estado de abandono del emplazamiento. Ni los constantes escritos del Síndic de Greuges ni la protestas de diferentes colectivos de defensa del Patrimonio (en dicho solar se encuentran los restos de una torre romana) han servido para que los responsables del parlamento valenciano actúen y el espacio sigue abandonado, mal vallado, y se han detectado ratas.
En Heidi, Lenin i altres amics, la protagonista creada por García relata un momento en el que la policía se pone a vigilar solares por si aparece otra maleta con restos de animales muertos, una orden que evidenciará que “en València hay más solares que policías”. “La ciudad está por hacer”, escribe García en su novela. “Desde los años cincuenta se está edificando sin orden: no a partir de un centro hacia la periferia, sino desde la periferia hacia ningún lugar. La especulación ha impuesto la lógica perversa de cuanto más lejos más barato, prescindiendo de cualquier planificación. Ha primado el lucro y la inmediatez. Y recogemos los frutos amargos”. Solares vacíos. Escenarios para maletas llenas de animales muertos.