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la vida a cara o cruz  / OPINIÓN

Lucha de rabos 

27/07/2023 - 

VALÈNCIA. Un perro puede ser buen compañero, pero también el mejor enemigo. Todo depende de cómo lo adiestres. Los hay que viven en un ambiente familiar y los hay entrenados para luchar y matar. A los toros les pasa lo mismo.

Recuerdo la primera vez que me tiré a la piscina sin flotador. Estaba acojonao. Me he enterado de que, hasta hace no mucho, existía una FP que enseñaba a Matar con eficacia y pureza. Era para obtener el título de novillero. Dos mil horas tras las que, si se te daba bien, podías ser matador de toros. Entre las múltiples áreas de estudio aprendías a Limpiar con eficacia el descabello; también había asignaturas como Aplicabilidad del axioma en la suerte fundamental de la verónica o La pureza, como base del toreo de muleta; las necesarias Anatomía humana, Buena alimentación, Flexibilidad en las articulaciones, Coordinación y reflejos, u otras más interesantes relacionadas con Ordeñar vacas, El perro pastor, manejo y cuidados o la Preparación del macho para la monta y Extracción de semen en el caso de los procesos de inseminación artificial o lo que siempre se ha llamado mamporrero. También hablaban de ciertas reglas de etiqueta, de respeto, disciplina, esfuerzo y compañerismo. Todo dirigido a que fueras maltratador de toros modélico y elegante.

La primera vez que hice puenting, también. Cualquiera de nosotros puede ser torero. Bueno, si no eres como yo, bajito, gordo, calvo y feo, claro. Solo hay que empezar de joven y echar horas de salón, postureo y práctica para ganar experiencia. Si después de un tiempo tienes gracia, duende, o como se llame, disfrutarás de buenas corridas, como los pilotos de carreras, los abogados, los cirujanos, los probadores de papel higiénico (sí sí, existen, y principalmente entrenan tacto y olfato) o los diseñadores, por poner varios ejemplos.

Para ser matador de toros te tienen que dar la alternativa. Ya has espanzurrado un montón de novillos en nombre de la estética. Animales que, para defenderse, recurren a su genética, repitiendo siempre las mismas pautas de ataque, lo que, de normal, llamamos instinto. Cualquier torero ha estudiado, calculado y practicado esos movimientos una y otra vez y otra vez y otra vez. Instinto animal contra inteligencia humana. Por si fuera poco, el bicho sale hambriento, sediento, estresado, afeitado, deslumbrado, descolocado y no sé cuántos putados más. Solo tiene ganas de empitonar al emperifollao que ni idea de dónde ha salido, ni por qué ha decidido amargarle la vida. Para cuando se da cuenta, ya no tiene ni orejas ni rabo.

La primera vez que me tiré en paracaídas me temblaban las piernas. Recuerdo una vez que fui a una capea en Albacete. Nos invitó Paco Escobar, que tenía apadrinado a un chaval que quería ser torero. Era la primera vez que yo entraba en una plaza de toros con toros. El chaval le puso interés y ganas, pero el novillo muchas más. Lo revolcó 27 veces, contadas. Los amigos nos revolcamos de la risa. Paco estaba muy cabreado. Al final apareció un tipo con un estoque y se cargó al torico, que hasta el momento era el claro vencedor del encuentro. Nos tiraron de la plaza. Nunca más he vuelto a entrar en una plaza de toros con toros. Ni ganas.

La primera vez que me tiré a una chica no sabía ni por dónde empezar.  Una curiosidad: un toro, un diseñador y un humano producimos los mismos mililitros. Por si te va lo de las corridas.

Todas mis primeras veces han sido un fracaso. Pero solo las primeras veces... 


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