VALÈNCIA. Verano. Lis, una adolescente de un pequeño pueblo valenciano, se pasa el día jugando en las calles con sus amigas y tonteando con su novio, una relación que oculta de los chismorreos de los vecinos y, sobre todo, de sus padres. “El verano es siempre mejor de lo que podría ser”, que decía el escritor y periodista Charles Bowden. El verano, donde todo está por descubrir y todo está por hacer. Pero, como siempre, la época estival llega a su fin. Y, con el inicio del convulso y cambiante otoño, Lis descubre algo: está embarazada.
Este es el argumento de La inocencia, ópera prima de la valenciana Lucía Alemany (Traiguera, Castellón, 1985). La película, con marcados tintes autobiográficos refleja, en palabras de su directora, el “encontronazo entre lo viejo y lo nuevo, lo tradicional y lo moderno, la eufórica juventud resplandeciente y el choque con la cruda realidad, el verano y el invierno, y el comerse el mundo o que el mundo te coma a ti”. Frente a ello, alega, no existen culpables. “Si tenemos unos padres que nos permiten ser nosotros mismos y un entorno que nos hace sentir libre y nos conecta con el amor propio, esto será más fácil; en cambio, si tenemos unos padres retrógrados y un entorno que nos encierra, eso será un drama. Un drama por el que tenemos que pasar: el drama de aceptar la realidad sin culpabilizarnos de nada”, matiza la cineasta.
La película, que sigue la estela del anterior cortometraje de la valenciana, 14 anys i un dia, se vale de un estilo de interpretación hiperrealista con actores no profesionales para vertebrar la historia. Entre su elenco, así, destacan figuras tan conocidas como Laia Marrull, Sergi López o Joel Bosqued y otras tan (todavía) desconocidas como Carmen Arrufat, que con 15 años se estrena como protagonista del film, coproducido por Turanga Films, Un Capricho de Producciones y Lagarto Films (y con el apoyo de diversos organismos e instituciones).
En septiembre, La inocencia viajará al Festival de Cine de San Sebastián como nominada en la sección de Nuevos Directores, una noticia inesperada que Alemany ha acogido con alegría y entusiasmo. “Para mí es una gran oportunidad de mostrar la película en un festival con gran reconocimiento y, sobre todo, una oportunidad de disfrutar del festival desde dentro, ya no como espectadora, sino como directora de una película seleccionada”, señala la joven. Habrá que seguirle la pista.
-La protagonista de la película es una adolescente. ¿Cómo ves tú a la juventud de ahora?
-Si lo comparo con mi época de juventud, en general, veo una juventud más libre y unos padres con más conciencia de la importancia de respetar quienes son sus hijos sin imponerles sus propias cargas. Veo que las nuevas generaciones tienen mucho que enseñarnos si nos paramos a mirarlos y escucharlos sin superioridad y sin juicios de valor. Me parece que al ser una generación que ha crecido con un bienestar bastante estable, con las distancias muy cortas gracias a los avances tecnológicos, con la rapidez de internet y con más voz y voto de lo que tenía yo en mi generación, tiene menos limitaciones mentales; son jóvenes más honestos consigo mismos y con lo que quieren, y sin tanto miedo de revelarse ante lo que no les gusta. Al hablar de temas tabúes, también son más abiertos, con una energía menos densa y mucho más fluida.
-Recientes y exitosas series, como Élite o Skam hablan sobre la juventud y giran en torno a la vida de los y las adolescentes. ¿Crees que la juventud está realmente bien representada en la pequeña pantalla o se recurren siempre a los mismos tópicos?
-Creo que la clave es dejar que ellos se representen. Si yo como directora les impongo un guión o una manera de expresarse sin saber si se aleja mucho o no de la suya propia, corro el riesgo de separarme de la realidad; en cambio, si les pregunto a ellos cómo lo dirían, qué harían en determinada ocasión y les doy la libertad y el espacio para expresarse a su manera, como mínimo sé que estaré representando bien a algunos adolescentes concretos, pues son ellos mismos los que se representan.
-¿Cuál es la relación entre adolescentes y cine? ¿Se educa lo suficiente en temas audiovisuales teniendo en cuenta que vivimos en la era de la imagen?
-Es difícil valorarlo, puesto que las nuevas tecnologías han dado un vuelco muy rápido. Seguramente aún estemos en un proceso de adaptación a nuestra propia era.
Lo que sí que he observado es que los adolescentes tienen un gran control sobre el medio audiovisual, casi de manera innata, pues lo usan en su día a día: saben posar perfectamente delante de la cámara de su teléfono móvil, saben encuadrar, saben narrar una historia, saben escoger la luz, el fondo, transmitir emociones…. Seguramente es necesario más presencia de asignaturas sobre comunicación audiovisual en los institutos, para aportar un pensamiento más filosófico y reflexivo sobre el medio, porque sin un pensamiento crítico e intelectual detrás podemos quedarnos en la pura superficialidad que nos aboca a una cultura de patatas fritas y fast food más que a usar nuestro propio medio para expresar o recibir mensajes que nos ayuden a elevarnos como seres humanos y construir un tejido social fuerte, firme, moderno y sostenible que nos lleve a un avance en la conciencia humana.
-¿En qué estado se encuentra el cine en España? ¿Crees que realmente se están haciendo propuestas innovadoras, o falta originalidad en las producciones españolas?
-Sí creo que se están haciendo propuestas innovadoras, aunque cierto es que son minoritarias y no tienen, según mi parecer, el suficiente reconocimiento. Hacer productos que funcionan porque siguen una fórmula o rodar de manera excesivamente convencional es una opción; la otra es investigar en el propio lenguaje cinematográfico y arriesgarse.
Para mí la segunda opción es la que demuestra amor por el cine, y por eso siento que cuando tenemos películas que apuestan y arriesgan deberíamos elevarlas mucho más. Por ejemplo, el largometraje Petra de Jaime Rosales es para mí una obra maestra, puesto que no solo cuenta una historia, sino que revoluciona la forma en que la cuenta. Siento que no se le dio, en nuestro país, el eco que una obra así debería haber tenido. En este sentido, creo que es responsabilidad de los medios el valorar el riesgo y las nuevas formas narrativas para hacer llegar al público el valor de estas obras.
-El equipo técnico de La inocencia está formado mayoritariamente por mujeres. ¿Fue una decisión totalmente intencionada?
-Fue una decisión intencionada, pero no por el tema sexual, sino por el tema profesional: coincidió que los profesionales con los que queríamos trabajar eran mujeres. Creo que es importante la voz de la mujer a la hora de contar historias, y considero que estamos en un buen momento, donde la lucha está culminando y se está consiguiendo un buen equilibrio gracias al reconocimiento que las ayudas públicas a desarrollo tienen respecto a eso, y gracias a la conciencia que los circuitos de exhibición tienen respecto a la necesidad de la paridad de género.
-Se tiene el prejuicio de que el valenciano/catalán cierra algunas puertas. ¿A qué responde la idea de hacer esta película bilingüe?
-Al ubicarse la historia en un sitio tan concreto, lo más honesto es que los personajes de la película hablen como se habla en esa zona, pues la historia se ubica en un espacio determinado, y este espacio toma mucha importancia narrativa. ¿Cómo vamos a hacer una película donde expliquemos la vida de un pequeño pueblo valenciano si los personajes no hablan valenciano? Para mí era muy importante el lugar, el pueblo y el realismo descriptivo del ambiente: si iba a rodar en mi pueblo, iba a rodar con mi lengua materna.
La película es bilingüe porque en esta zona es muy habitual que la gente del pueblo hable valenciano/catalán, mientras que los que viven en las ciudades de los alrededores suelen hablar castellano: así diferenciamos qué personajes son del pueblo y cuáles viene de fuera. Tampoco pensé que cerrara puertas, pues me parece que tener películas que muestren otros tipos de habla enriquece mucho nuestra cultura.
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