VALÈNCIA. Antonio Venancio se ha vestido de mariachi para la entrevista. Aunque el bullicio, en realidad, es por las noches, cuando su bar, Casa Toni, se llena de gente que acude a cenar y a escucharle cantar y tocar la guitarra. Pero ahora, a mediodía, todo está tranquilo. Allí dentro está todo en silencio y el restaurante va impregnándose poco a poco del olor al guiso que está cocinando Concha, su mujer, que está trabajando en la cocina con una oreja puesta en la conversación. No sólo por curiosidad, sino también porque sabe que a su marido, que ya tiene 61 años, le bailan las fechas y le cuesta concretar los recuerdos. Toni lo sabe y muchas veces, cuando la necesita, la invoca como quien busca la ayuda de esos asistentes virtuales llamados Alexa o Siri. "Concha, ¿desde qué año estamos aquí?". Y entonces sale la mujer y le recuerda que abrieron en 1999.
A Antonio Venancio García Castro la gente lo conoce como Toni Venan desde que su amigo del alma, José Andrés, el coletas, como él lo llama, le puso ese nombre uno de esos días que, con veinte años, se presentaron a un concurso de cantantes en una de las discotecas de la época en València. Cuando Toni escuchó al presentador anunciar a una voz valenciana que se llamaba Toni Venan, pensó: "Menudo nombre más garrulo". Pero segundos después apareció el coletas y le gritó: "¡Vamos, sal al escenario, que eres tú!". Días después, otro amigo le hizo unos carteles con una foto suya y el nombre de Toni Venan, y ya se le quedó para siempre.
A los dos, a este matrimonio afable y atento, se les ve felices con la vida que llevan. Una vida alegre compartida con los clientes, muchos de ellos fieles a este bar aparentemente eclipsado por el JM, a una manzana de allí, el tótem gastronómico de un barrio de Monteolivete donde no abundan las exquisiteces. Ellos trabajan y viven allí, en la calle Finestrat, donde cada noche acuden sus feligreses, los amantes del folclore que les gusta pasar un buen rato comiendo unas tapas y escuchando a Toni Venan.
Hoy va de mariachi porque hace unos pocos años le llamó el coletas, que es cantante y hace un tributo a Joaquín Sabina, y le ofreció un trabajo como mariachi que él tenía que rechazar porque no sabía tocar la guitarra. Y Toni, entonces, recordó todos esos años escuchando a Luis Mariano, Vicente Fernández o Luis Miguel, y se imaginó rodeado de violines, trompetas y un guitarrón, y dijo que sí, que por supuesto que quería ser mariachi. Luego llegaron la pandemia y el confinamiento, tuvo que cerrar el bar y un buen día decidió que se echaba a la calle a cantar rancheras vestido de mariachi, tocando la guitarra que había hecho imitando la de Coco, la famosa película ganadora de dos Oscar, y dejando al lado, abierta en el suelo, una funda de guitarra para que la gente pudiera echarle unas monedas. "Y se ganaba un buen dinero, ¿eh?".
Al principio salió con Jesús, un compañero al que no tardó en entrarle el miedo escénico por cantar en la calle, así que en unos días Toni se quedó solo. "A mí siempre me había llamado hacer esto. Y la pandemia me pareció el momento perfecto para romper ese miedo, esa aprensión a que la gente te mire como si fueras un indigente. Y me gustó". Semanas antes, para vencer el tedio del encierro, decidió arreglar una guitarra rota, una Alhambra que le había regalado su padre. Toni había visto la película Coco, se había emocionado y, entre lágrimas, había decidido que iba a hacer una guitarra igual que la del protagonista.
"La pinté de blanco y salí a la calle. La guitarra ha sido todo un éxito. Me dieron la zona 2 y el primer día nos fuimos al Mercado del Cabanyal. Hubo una señora que salió al balcón a protestar, pero en general le gustaba a la gente. Luego me cansé de ir tan lejos y un día me bajé al río y me puse debajo del puente de las gárgolas porque vi que allí había una acústica fantástica".
Bajo el puente, Toni miraba quién se acercaba y, entonces, en función de su aspecto, hacía su elección musical. Si venía una familia con un niño, se ponía a cantar La Vaca Lola. Si se aproximaban unos sudamericanos, tiraba por la canción latina. "Los colombianos son los amantes del mariachi porque su dios es Vicente Fernández -un cantante mexicano, ganador de varios Grammy, que murió en 2021-, más que los mexicanos. Los colombianos son más viscerales". Si veía venir a unas chicas, entonaba Mujeres divinas o Caballo de patas blancas. A veces se paraba alguien y le preguntaba si conocía una canción concreta. Si pasaban unos ancianos, elegía un bolero: Toda una vida, Si nos dejan, Piel canela... Si venían jóvenes, alguna canción de moda. "Y hacía dinero. En hora y media o dos horas podía llegar a ganar cuarenta o cincuenta euros. A veces treinta. Otras veces salían contratos para ir a cantarle a alguien. Un mariachi cuesta pasta: a cincuenta euros la hora por músico. Salieron bastantes contratos".
Muchas veces cantaba canciones de Bombai, el grupo en el que toca la guitarra su hijo Ramón. Toni Venan derrocha orgullo por el éxito de la banda y dice que mucha gente no sabe quiénes son hasta que explica que son los de 'Solo si es contigo'. El mariachi coge y, de golpe, empieza a cantar: "Contigo / Recorrería el mundo entero contigo / Me pasaría todo el tiempo...". El bar está lleno de fotos de Bombai. En una pared, incluso, cuelga un disco de oro de este grupo valenciano. Toni saca pecho y cuenta que han tenido varios números uno en los 40 Principales y que grabaron el himno del centenario del Valencia CF.
El chico se curtió primero en el bar, donde tocaba y cantaba todas las noches con su padre. Muchas de esas veladas cogía el cajón flamenco y daba espectáculo. "Mi hijo es una mala bestia con el cajón. Es flipante. Empezó aquí conmigo. Con 15 años tocaba la guitarra y el cajón y la gente se volvía loca; esto estaba petado. La policía llegó a advertirme que tuviera cuidado porque venía mucha gente; no por el ruido, que lo tengo insonorizado, sino porque salían a la calle a fumar y molestaban".
Toni y Concha han echado raíces en Monteolivete, pero él proviene de Nazaret. Su padre era portuario y enfermó de cáncer muy joven. Su madre era ama de casa. A la rama paterna le gustaba mucho cantar. "Mi tía Amparo, que aún vive y tiene 97 años, canta muy bien. Y mi padre también lo hacía bien. A ellos les gustaba una serie de cantantes y yo he seguido su estela. Artistas como Luis Mariano. Me sé todas sus canciones y las canto". Toni Venan vuelve a arrancarse y, tirando de vibrato, canta la opereta 'México': "En esta tierra mexicana donde jamás se pone el sol...".
La añoranza cubre la piel de Toni y acuden los recuerdos de esos largos viajes en coche escuchando las casetes de Vicente Fernández. "Me aprendí todas sus canciones de memoria: 'El Rey', 'Volver, volver' y todas. De jovencito era un crack cantando. Cuando me cambió la voz una monja llamó a mi padre para que cantara en la Escolanía de la Virgen, pero mi padre se negó y yo se lo agradecí. Fue tajante: 'Mi hijo no va a ninguna parte'. Hay que tener en cuenta que yo tenía 13 o 14 años y que me llevaba más de diez con mis hermanas. Mis padres me tuvieron cuando ya eran mayores. Mi madre tenía 43 años. Así que mi padre, con más de cincuenta, se negó a que se llevaran a su hijo pequeño. Yo era el mimado de la casa".
En todos los locales que ha tenido, ha acabado sacando la guitarra y cantando. Casa Toni abrió en 1999 y aquello funcionó. Era la época en que mucha gente no tenía Canal Plus en casa y se bajaba al bar a ver el fútbol. En un momento álgido, cogió y se quedó también un restaurante en Algimia de Almonacid, en el Alto Palancia y en plena sierra de Espadán. "Mi hermana tenía una casa allí y el Ayuntamiento necesitaba alguien que llevase el restaurante de la piscina. Me lo quedé y allí hice todo el dinero que quise".
Concha tiene que salir de la cocina para ordenar su memoria, que estuvieron en Casa Toni de 1999 a 2012, que luego pasaron los dos siguientes años en la sierra y que regresaron a Monteolivete en 2014. Aunque en 2016 el alcalde le rogó que volviera a abrir. Toni lo hizo a lo grande, montó un gran escenario e hizo una canción que se llama 'El cormorán de la sierra Espadán'. "Una canción muy friki que, en una semana, tuvo 3.500 visitas en YouTube".
Cuando su hijo voló con Bombai, como no podía meter un micrófono y un altavoz en el bar, comenzó a cantar con su guitarra. Fue entonces cuando le llamó el coletas y empezó a actuar también en un mariachi, El Aventurero, que dirige un hombre que tiene una parada de bebidas en el Mercado de Ruzafa.
Toni empieza a presumir de que es el cantante mariachi que canta en la Catedral de València el día de la Virgen de Guadalupe, la patrona de México.
-¡Concha, qué día es la Virgen de Guadalupe!
-Es el 12 de diciembre, pero lo celebran el domingo más próximo a esa fecha.
Toni cuenta que ese día cantan, de manera gratuita, Las Mañanitas o Cielito lindo, nunca canciones de cuernos o subidas de tono, y que, a veces, si no está la soprano, hasta se atreve con el Ave María. "Salimos a la puerta de hierro y cantamos de cara a la gente: El Rey, Volver, volver, México, lindo... Seis o siete canciones delante de la gente, que se agolpa alrededor del mariachi. Es un día muy bonito".
Casa Toni encierra un caos con cierto encanto. Las paredes están forradas de recuerdos de toda índole. Fotos de Bombai, guitarras, bufandas del Valencia CF... "Es un estilo muy personal, lleno de trastos, pero a la gente le gusta. Mi vida entera la tengo metida aquí dentro". Toni tiene, entre las del bar y las de casa, más de veinte guitarras. Dice que una que se conoce como saz es la típica de Turquía y que la compró en un viaje a este país. Aunque llama más la atención que Toni Venan es un mariachi que nunca ha estado en México. Luego señala un requinto que, cuenta, le costó treinta euros. Una ganga. Como otra guitarra que tiene a mano, una de ensayo, que compró por el mismo precio. "Hubo una época en que, en los sitios de segunda mano, la gente no conocía y las guitarras se vendían tiradas de precio. Ahí me aproveché".
Toni nos lleva por el bar como si fuera un guía turístico. Nos enseña una foto de Bombai con David Otero. Otra con Soraya, Una más con la corte de la Fallera Mayor. Un retrato antiquísimo en el que salen él y el coletas de jóvenes. Fuera, en la entrada, está la guitarra de Coco cogida con una brida. El cantante sabe que su bar es un sitio peculiar. "Aquí pasas por la puerta, miras hacia dentro y no entras. Pero esto está siempre lleno y tengo clientela de todo el mundo. Vienen japoneses, latinos de todas partes y ahora los extranjeros que viajan en masa a València, buscan por internet, nos encuentran y vienen".
Habla mucho de sus hijos. De Ramón, que es el guitarrista, y de Antonio, el mayor, que es el 'road manager' de Bombai. Recuerda con mucho orgullo cuando grabaron el himno del centenario del Valencia CF y el día que lo cantaron en Mestalla. Ese día invitaron a su padre y este se tiró toda el rato de palique con Kempes.
Toni lleva una pinta curiosa con la vestimenta del mariachi. Todo de negro con la camisa blanca. Los laterales del pantalón elástico llevan como unos broches o una botonadura formada por varias piezas metálicas con dos cabezas de caballo unidas por una herradura. Esto se repite en los puños de la chaqueta. Y del cuello de la camisa le sale un llamativo lazo amarillo. "Las botas se supone que llevan espuelas, pero como yo no voy a caballo, para qué quiero espuelas...", bromea. Aunque Toni Venan se ha vestido así para el reportaje. Él no va a así cuando canta en el bar, sólo cuando actúa con el mariachi, con el grupo El Aventurero. Pero se le ve cómodo vestido así y su mujer, desde la barra, lo observa con una sonrisa tierna. Porque ellos son felices así. Les gusta su vida y, por lo visto, a la gente que acude cada noche a cenar y a escucharle cantar, también.