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EL MURO / OPINIÓN

Marqueses

Tenemos al festival Cinema Jove pendiente de un hilo. ¿Se celebrará o no? Pues también está en los juzgados. La disputa obedece a una subcontratación. Y es que hasta hemos pagado a empresas externas para organizar una semana de cine oficial con director y staff al margen bien pagados. ¡Bien!

8/05/2016 - 

Difícil, de momento, parecer tener este año su edición Cinema Jove. Si es que al final se celebra a mediados de junio como estaba inicialmente previsto. Pinta mal el asunto. Y es que existe una disputa legal sobre el concurso público convocado para su organización. Un/a juez ha paralizado cautelarmente el proceso de adjudicación. Hasta ahí todo correcto en cuanto a formalismos, aunque el asunto tiene su miga. Pero también está bien abrir un proceso de reflexión gracias a las circunstancias, que no todo ha de ser jauja consentida. 

Entiendo lo de la demanda y esas cosas privadas entre aspirantes cuando se trata de dinero, pero que incluso los procesos judiciales afecten a los festivales de cine resulta paradójico y hasta chocante. Pero la pela es la pela. Y ahí no existe perdón alguno. Se la buscan a Rafael Maluenda, su director, hijo del conocido exparlamentario popular y protegido, hasta ahora, por cierto system capaz de dejarte caer en cuanto te descuides o ya no le sirvas. 

Cinema Jove, al margen de lo que algunos puedan considerar sobre su interés real o general, éxito de participación, resultados reales o contenidos, que no es el objeto ahora, es un certamen que mueve dinero a su alrededor y muchos intereses. Innumerables. Está unido al Instituto de Cinematografía/CulturArts. Tiene muchos años de vida, aunque también bastantes detractores. Muchos.

Murió la Mostra por deseo del anterior equipo de Gobierno municipal cuya eliminación estuvo justificada en un ahorro económico. Esa fue la excusa, aunque la verdad es que el encuentro estaba desnaturalizado, había perdido su horizonte y rumbo y sólo era utilizado para que determinados políticos sacaran rédito personal a base de fotografías pagadas por la Hacienda municipal. El cine, lo de menos. Lo importante eran los caterings, el book de fotos con estrellas contratadas para la ocasión, las galas...

Hasta cuentan que salió dinero de forma extraña durante la etapa de María José Alcón como concejala de Cultura, como así apunta el caso Imelsa. Parece que Cinema Jove puede estar condenado al mismo destino, al menos este año que otros creen podría ser aprovechado para darle un nuevo aire, renovación y espíritu, que también le va haciendo muchísima falta.

Lo que no cuadra en demasía es que la Generalitat, con el equipo humano que ha tenido y tiene y lo capacitado que ha estado y está para afrontar cualquier reto, tenga que recurrir a empresas externas para que le organice un festival propio. Y bien pagado, ojo. Nada menos que 600.000 euros en dos años. Todo ello, creo, sin contabilizar los honorarios del staff directivo. Esto es, pagamos nóminas y después, además, a empresas externas que ejecutan lo que se “piensa”.

Imaginemos. Me encargan un festival de cine y durante un año veo películas con mi equipo comiendo palomitas y mantengo contactos profesionales. Después elijo lo que me resulta interesante y más tarde decido entre relaciones públicas, conquistas periodísticas, viajes y contactos que una empresa lo monte a mi gusto. No parece del todo muy lógico. 

La única conclusión que se puede sacar de todo este asunto, o una de ellas, es que durante los últimos veinte años no se ha logrado consolidar un equipo de producción capaz de sacar adelante una semana de cine. Por ello la contratación externa a la que ha sido muy dada nuestra Administración autonómica. Ha sido, por lo que se ve, una forma de evitar la profesionalización real y sí un reparto de dividendos. O una tomadura de pelo.

Más ejemplos

Pero no sólo ha sido en Cinema Jove. El mismo ejemplo se extiende a otras instituciones vigiladas ahora con lupa desde los juzgados, como son el IVAM o El Palau de les Arts. Teniendo equipos de publicaciones, ambos organismos recurrían a firmas externas para que les resolvieran sus ediciones. Como si fuera tan complicado dirigirse a una empresa, entregar el material, recoger el resultado y de paso ahorrarse una comisión o unos gastos extras innecesarios, lo que se conoce como sobreprecio.

Si es que no había algo más detrás. He puesto dos ejemplos, pero debe de haber decenas que aún desconocemos. Y eso ha de dolerme mucho más ahora porque llevo un mes revisando textos ajenos de un libro del que no saco nada más que hacer bien mi compromiso personal en homenaje a un amigo público y mediático. Ya vale.

Cuando las primeras Mostra de Cine no existía un gran equipo organizativo, pero sí fijo y competente. Las mostras salían sin necesidad de más contrataciones externas. Salen ahora las Mostras Vivas por cuatro duros que, por cierto, han recuperado el espíritu de esos años.

Pongo un ejemplo del que siempre me acuerdo y escuece. En sus tiempos de borrachera, Les Arts quiso montar un acto de promoción en el Mercado Central. Buena idea. Consistía en llevar artistas del Centro de Perfeccionamiento para que cantaran en algunos puestos de venta. Así que, pese a disponer de un departamento de márquetin, la decisión fue contratar a una firma externa para que lo coordinara. Salió por un dineral, cuando era bien sencillo negociar directamente, acompañar a los cantantes, disponer a los músicos en sus respectivos espacios y ofrecer el happening de apenas una hora de duración. Un disparate más.

La conclusión es que durante años hemos sufragado con fondos públicos “becas” y “carreras profesionales” para continuar subcontratando a terceros, lo que da a entender que la inversión apenas nos ha servido para nada. Bueno, sí, para que muchos hayan vivido muy bien. Con lo divertido e ilusionante que resulta sentirse activo, tener imaginación y sacar adelante las ideas. Por lo visto, no es el caso. Demasiado esfuerzo, por lo que se ve.

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