La pobreza, el hambre, la guerra, los conflictos culturales, la falta de libertad, las desigualdades… Son algunas de las injusticias que sufre el mundo hoy en día y dónde la educación en valores no ha conseguido interceder.
Frente a estas injusticias y estos problemas que nos rodean, la educación en valores se ha presentado durante las últimas décadas como esperanza para intentar cambiar la tendencia, pero, desgraciadamente, no parece haber tenido los frutos deseados.
Así es cómo se presenta el V Congreso Internacional de Bioética, un congreso que se ha celebrado esta semana en Valencia con el objetivo de indagar en las bases cerebrales de la educación moral y comprender cómo podemos reconciliar los valores que decimos defender con nuestras actuaciones reales.
El congreso se marca como objetivo conocer las bases cerebrales que permitirían una neuroeducación moral más efectiva para reducir las actuales injusticias.
Este congreso va más allá de la “educación en valores”. Se focaliza en la importancia de conectar la dimensión cognitiva con la emocional que renace ahora con base neurocientífica. Y, junto a ello, diseñar un nuevo modelo de desarrollo humano que nos haga más libres y a la vez más responsables por construir un mundo mejor para todos y todas.
Juan Carlos Siurana, profesor titular de Filosofa Moral de la Universitat de València es uno de los organizadores del encuentro, asegura que la bioética afronta todos los problemas éticos relacionados con las ciencias de la salud y la biología. Desde las cuestiones medioambientales, como el cambio climático, hasta la orientación de las profesiones sanitarias “¿cómo podemos cuidar mejor a los pacientes?”, o los dilemas en la investigación médica. “¿Debemos permitir la clonación de seres humanos?
Según el experto Siurana, nuestros hábitos generan conexiones neuronales que se van consolidando con la repetición de nuestras acciones. Esas conexiones hacen que con la práctica cada vez nos resulte más fácil tocar un instrumento, conducir un vehículo o actuar justamente.
Debemos educar a nuestros alumnos y alumnas no tanto en ideas teóricas sobre valores como la justicia, sino con la práctica, es decir, practicando la justicia, el diálogo, el respeto.
La práctica es lo que los convertirá en el tipo de personas que debe fomentar la educación: personas más justas, más respetuosas y más compasivas. María José Codina defendió en el Congreso estas ideas, que presenta en su libro Neuroeducación en virtudes cordiales, y ofreció un ejemplo de un centro educativo que ha construido toda su estructura con era orientación.
Ponentes como Anna Forés, Emilio Martínez, António Jácomo (Portugal), Arleen Salles (Argentina) o Darcia Narvaez (Estados Unidos) apuntaron las bases científicas, y éticas de este cambio de orientación.
Cristina Nebot, Carmen D. Medina o Diego Gracia ofrecieron reflexiones éticas para mejorar el cuidado en el ámbito sanitario y el respeto a la voluntad del paciente.
Y Adela Cortina, Jesús Conill, Laura Molina y Domingo García Marzá, mostraron la importancia y la actualidad del pensamiento de Karl-Otto Apel, defensor del diálogo y el universalismo moral desgraciadamente fallecido en 2017 y que ha sido una de las grandes figuras filosóficas del siglo XX y los inicios del siglo XXI.
El congreso ha destacado que Karl-Otto Apel defendió el diálogo transparente, sincero, que busca la verdad y la justicia para todos los implicados y que aspira a dar la razón al mejor argumento.
Este tipo de diálogo que ayudaría mucho a la resolución de determinados conflictos que acontecen o se acrecientan precisamente por la falta de diálogo.
En total más de cien ponentes de las comunicaciones libres ofrecieron tantas conclusiones sobre cuestiones bioéticas que es imposible recogerlas aquí. Se trata de un congreso importante para la sociedad valenciana porque sitúa a Valencia en el centro de la investigación en bioética en Iberoamérica. Es el quinto congreso que se organiza con investigadores de todo el mundo. En esta ocasión han estado presentes 15 países.
Como asegura Siurana, debemos fomentar la reflexión en los ciudadanos, el diálogo interior que permite comprender cómo hemos llegado hasta aquí, por qué creemos en los valores que creemos, por qué hemos organizado así la sociedad, y qué tipo de sociedad queremos realmente para todos.
La semana que viene… ¡más!