La prevención, detección precoz y atención a la conducta suicida están contempladas en la Estrategia Nacional de Salud Mental del Ministerio de Sanidad, pero no es suficiente. Es imprescindible un plan específico
VALÈNCIA. Quien haya tenido la suerte de disfrutar de una representación de La flauta mágica conoce a Papageno. El pajarero está desesperado por haber perdido a su pareja hasta el punto de desear morir. Decide ahorcarse, pero tres muchachos o jóvenes genios le recuerdan que tiene sus campanillas. Al tocarlas encuentra a su querida Papagena. También Pamina, la hija de la Reina de la Noche, piensa en el suicidio al creer que Tamino no la ama, pero los mismos chicos o duendes del bosque hablan con ella y la animan a tener un poco de paciencia. Nadie muere y los buenos cantan en el coro final.
En la vida real, muy lejos del escenario de la última ópera de Mozart donde luchan las fuerzas del bien y del mal, no podemos esperar que aparezcan criaturas mágicas para ayudarnos si nos encontramos en un mal momento. Sin embargo, una amistad, un familiar, un docente o colega al que sintamos cerca…, cualquier persona puede interpretar el papel de los muchachos que escucharon y hablaron con Pamina y Papageno a tiempo de evitar que se quitaran la vida, una decisión que llevan adelante unas cuatro mil personas al año en España.
Con los datos provisionales del Instituto Nacional de Estadística sobre las causas de las defunciones, en 2023, las caídas accidentales fueron, por primera vez, la principal razón de muerte externa, es decir, no por enfermedad, con 4.018 fallecidos. Pasan así a un segundo lugar los 3.952 suicidios. Las cifras definitivas se publicarán en diciembre y, aunque son positivas porque ha bajado un número que no hacía más que subir en los últimos años, alcanzando los 4.227 en 2022, siguen siendo muy elevadas. Por ello, la sociedad civil exige la puesta en marcha de un Plan Nacional para la Prevención del Suicidio en España. Lo gritaron en la marcha que se celebró en Madrid el 15 de septiembre, organizada esta vez por la asociación valenciana La Niña Amarilla y en la que participaron diversas organizaciones nacionales y profesionales que forman parte de la iniciativa Hagamos un Plan.
El Día Mundial de la Prevención del Suicidio, que se celebra cada 10 de septiembre, motivó la fecha elegida para la movilización que pedía políticas públicas coordinadas y efectivas para abordar esta problemática de manera integral. En noviembre contamos con otro día señalado para hablar sobre el asunto sin miedo, dejando atrás los tabúes que todavía perduran en nuestra sociedad: el 19 de noviembre es el Día Internacional del Superviviente a la Muerte por Suicidio de un Ser Querido. Porque no solo hay que prevenir las conductas suicidas para que no sucedan, también hay que apoyar a las personas que quedan desoladas cuando no ha podido evitarse el fallecimiento.
Papageno y Pamina cambiaron de idea al hablar con los tres muchachos. De ahí que se utilice el inolvidable nombre del cazador de pájaros para definir el impacto positivo de hablar sobre el suicidio. Podemos hacerlo cada uno de nosotros, obviamente desde la responsabilidad y, sobre todo, puede hacerse desde los medios de comunicación. El efecto Papageno se consigue con información rigurosa y contextualizada sobre el suicidio como problemática social y una cuidada forma de relatar la conducta suicida que está recogida en guías que se estudian en las facultades de Periodismo. Porque ignorar el problema apelando al efecto Werther de imitación no es la solución. Peor aún, por supuesto, es tratar el tema de forma morbosa.
Hablemos del suicidio como debe hacerse en los medios y fijémonos en nuestro entorno por si alguien necesita hablar y ser escuchado, para acompañarle a los servicios públicos especializados que correspondan. Para ello, han de estar disponibles gracias a los recursos que disponga un buen plan nacional.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 121 (noviembre 2024) de la revista Plaza