Tino Bendicho es empresario horchatero, fallero de pro y fue una figura de la pilota
VALÈNCIA. Tino entra en Pelayo y se mueve por allí como quien anda del comedor al dormitorio de casa. Cruza el restaurante de moda, gira a la derecha, se mete por un pasillo, llega a una puerta, la abre y entra en el trinquete, de 1868, una de las instalaciones deportivas más antiguas del mundo. La catedral de la pilota, el ancestral juego de los valencianos del que casi nadie parece ya sentirse orgulloso. Una cancha de un blanco abrumador. Casi 60 metros de profundidad. De uno de los extremos cuelgan cinco retratos, los de las cinco grandes leyendas de este deporte: El Nel de Murla, Quart, Juliet de Alginet, Rovellet y Genovés. El penúltimo, el elegante Antonio Reig 'Rovellet', acaba de pasar por la puerta del trinquete con una fortaleza de piernas y una agilidad mental que parecen burlarse de sus casi 90 años. Como cada mañana, se dirige tranquilamente a la cafetería de la esquina de la calle Pelayo con Játiva a tomarse el café. Allí no tardarán en ir apareciendo otros exjugadores del barrio, como Fredi, Vicente Alcina, Pedro, Peluco, Pedrito, Miguelín... A Tino no le da tiempo. En cuanto acaba en Pelayo, se sube a la moto y sale disparado hacia el polígono de la Fuente del Jarro, en Paterna, donde tiene Horchatas Mercader, su empresa.
Porque Tino Bendicho parece vivir rodeado de símbolos de lo valenciano: la pilota, la horchata y, muy cerca del trinquete, su falla, la comisión de Convento Jerusalén a la que le apuntó Maruja, su madre, recién nacido. Vamos, que solo le faltaría vivir en una barraca en medio de la Albufera.
Los Mercader, la rama materna, tenían, desde mediados de los años 50, una horchatería llamada Jerusalén. Allí, de niño, Tino se encontraba con los chavales del barrio. Entonces jugaba al fútbol. Era un veloz extremo que se iba abriendo camino desde el equipo de Deportes Arnau hasta acabar en el Valencia CF. Pero también iba a Pelayo con los amigos. "Aquello, en mi época, era como el polideportivo del barrio. Dentro del trinquete jugábamos a pillar, al fútbol, a pilota... Y un verano, el de 1985, con 14 años, jugué el campeonato juvenil d'escala i corda y me proclamé campeón. Ese verano disputé un montón de torneos y al acabar comprobé que había ganado 85.000 pesetas, que entonces, para un adolescente, era una pasta. Ese día decidí que dejaba el fútbol...".
Aquel chaval estudiaba en el colegio El Vedat, pero su cabeza estaba en el trinquete. Así que aprendió a falsificar la firma de su madre para que le dejaran marcharse de clase por las tardes. Entonces cogía la moto, una Honda MBX de 75 cc que le había regalado su abuelo, y salía pitando hacia Pelayo para intentar emular a su ídolo, Vicente Pataques, en un trinquete donde coincidía con Pastor, Tati o el portentoso Grau, que acabaría convirtiéndose en uno de los tres mejores 'mitgers' de la historia.
Ser el chico de la clase que jugaba al deporte 'raro' no le creó ningún trauma. Tino siempre ha sido una persona extrovertida y, lejos de retraerse, acabó logrando que los compañeros recolectasen dinero para ir los viernes por la tarde a Pelayo para verle jugar y apostarlo todo a favor de su amigo. Si ganaban, se iban a Mérito a celebrarlo y luego a Distrito 10, la discoteca de moda para esa franja de edad en València. "A mi madre no le hacía gracia. Jamás había entrado en el trinquete, que entonces, imagino, no tendría muy buena fama, pero creo que sabía que ahí dentro, al menos, me tenía controlado. En el colegio, del Opus, se acabó destapando lo de las apuestas y aquello trajo cola...".
Eran los tiempos, finales de los 80, en los que la gente que trabajaba en el trinquete animaba a los chavales a jugar a pilota. "Entonces estaba Fidel, que nos daba pelotas y nos ayudaba y luego nosotros, a cambio, le ayudábamos a recoger las almohadillas. Éramos unos quince chavales y siete u ocho llegamos a profesionales". Tino debutó de blanco y disfrutó de una carrera longeva, de 1986 a 2013, el año de su retirada, ya consagrado como uno de los grandes 'punters' de la historia y con cuatro títulos del Circuit Bancaixa (llegó a disputar nueve finales).
Mientras, estudió Empresariales y fue conociendo por dentro el negocio familiar -la heladería acabó convirtiéndose en una fábrica horchatera-. Tino se preparaba para convertirse en la tercera generación y el gerente que dirigió la transición de un negocio enfocado a la hostelería a otro que encontraba mayor rentabilidad vendiéndole a los supermercados. "Hoy representan el 90% de nuestra facturación". El pilotari retirado gobierna ahora una empresa, Mercader, que elabora tres millones de litros de horchata y otros productos al año.
Aún así le queda tiempo para ejercer como director deportivo en la Fundació de Pilota Valenciana (Funpival) y, cuando llega marzo, para abrirse una ventana que le permita aprovechar las Fallas al máximo. "Mis padres no las podían disfrutar nunca porque en Fallas estaban todo el día vendiendo buñuelos. Mi padre hacía la masa, mi madre los freía y mi tío Salva se encargaba del chocolate. Trabajaban todo el día y solo paraban seis horas para dormir. Creo que por eso mi madre me apuntó nada más nacer, para que yo las disfrutara por ella, porque a ella le encantaban pero no podía".
Tino no ha decepcionado a su madre. Es un fallero de manual. De los que empieza el día con la despertà y lo acaba bailando 'Tusa' en el parador. De los de tirar masclets y de los que se visten. De los que van durante el año a visitar el taller del artista y de los de agenciarse un buen balcón para la mascletà al mediodía. "Me encantan las Fallas. He sido vicepresidente de Convento Jerusalén en varias etapas, la última con Santi Ballester como presidente".
Pero no siempre le ha salido todo rodado. Tino, padre de dos hijos, Alex, de 24 años, y Esther, de 20, sufrió hace años un grave accidente de moto que casi le obliga a colgar la 'faixa' antes de tiempo. Un día, el 13 de diciembre de 1995, circulaba con su Vespa por Blasco Ibáñez y un vehículo le embistió por detrás. "Salí despedido y me estampé contra una furgoneta que tenía delante. Se me partió la órbita de la base del ojo derecho y por poco no me cortó el nervio óptico. Me tuvieron que operar, pero, como dice mi madre, era el día de Santa Lucía y ese día no podía perder la vista".
Más grave aún fue lo de 2010, cuando le detectaron una insuficiencia renal que fue empeorando hasta que, en 2016, tuvo que someterse a diálisis peritoneal. "Aquello me condenó a una máquina a la que me tenía que conectar por las noches mientras dormía. Pero no me pedí ni la baja. De hecho seguí jugando hasta 2013 y luego cuatro años más como aficionado. Hasta que el 31 de julio de 2018 me llamaron a las nueve de la mañana del equipo del doctor Perelló para que fuera corriendo al hospital Doctor Peset porque tenían un riñón para mí. Es el mismo médico que, un año antes, trasplantó un riñón de mi compañero Sarasol II a su hija. Acudes al hospital con una mezcla de miedo y emoción. Y sales con la sensación de que te dan una oportunidad y tienes que aprovecharla".
Tuvo suerte. "Te he puesto un Fórmula 1", le dijo el doctor Perelló tras la operación. "La verdad es que estoy genial", agradece Tino, que tiene 49 años y un aspecto fantástico. No ha perdido el nervio y la vitalidad que le han caracterizado desde siempre. Y cuando habla, no para de mover los brazos y esas manos robustas de pilotari.
Este valenciano 'premium' es más 'granota' que 'xoto'. Prefiere el Levante al Valencia CF. Tuvo mucho que ver el expresidente azulgrana José Luis López, el gran mecenas de la pilota y el hombre que salvó el trinquete Pelayo (y a los políticos) cuando parecía condenado a acabar como un almacén, quien regalaba acciones del Levante junto a la propina que daba a los jugadores si había apostado por ellos y habían ganado. "A lo tonto me hice con 25 acciones. Y ahí me aficioné. Aunque he de reconocer que también he tenido épocas de ir a Mestalla, cuando estaba casado con mi exmujer, porque la inercia de la familia te arrastraba. Pero tampoco soy un forofo ni un antivalencianista. El año pasado, de hecho, me fui a ver la final de Copa que ganó el Valencia CF en Sevilla". Aunque el deporte que ahora más le tira es el golf. Y cada verano, cuando organiza las vacaciones, siempre busca un hotel con 9 o 18 hoyos bien cerca. Que no todo tiene que ser valenciano...