más que langosta, queso y pomada  

Menorca, el perfecto paraíso mediterráneo

Viajamos a la más lejana de las Baleares y quizás, a la más especial de ellas.

| 26/07/2019 | 10 min, 52 seg

Ibiza, Formentera, Mallorca... pero ¿qué nos pasa con Menorca? Hablamos de todas las anteriores hasta la saciedad, desde sus mega hoteles de lujo, hasta de sus restaurantes o chiringuitos molones. Pero tenemos un poco en el olvido a la que sea, quizás, la más especial de ellas, Menorca. ¿Cómo no hemos vuelto antes?

Menorca es inimitable, auténtica. Ha sabido -Menorca y los menorquines- conservar como ninguna su naturaleza, sin explotarla, lo que le ha valido la calificación como Reserva de la Biosfera por la UNESCO y como ello la cuidan. Es un tesoro. Sus 702 kilómetros cuadrados, se nos antojan de lo más apetecible para pasar el verano. ¿Las razones? Que es rabiosamente mediterránea, que no está abarrotada, que sus playas son de belleza sin igual, que tiene hoteles en los que -de verdad- desconectar y que la gastronomía marinera, es aquí el mejor regalo para mimar al paladar.

Y vamos a empezar por lo que más nos gusta, ser hedonistas y gastrónomos. La oferta de la isla es larga y extensa. De recopilarla se ha encargado en numerosas ocasiones uno de los mejores embajadores de la cocina de la isla, Matoses, que con su guía de Menorca pone en el mapa una isla acurrucada al norte de las Baleares. ¿Tienes cuatro balas para gastar? Pues aquí van los imprescindibles. 

El primero y del que todos hablan, Sa Pedrera des Pujol. El 2019 es un año significativo para el restaurante de Dani Mora y Nuria Pendás, ya que cumple la friolera de 50 años abiertos. Pero, ¿qué llevó a una pareja de asturianos a mudarse a Menorca? Como la madre de Dani es menorquina, vinieron a probar suerte. Veni, Vidi, Vinci. En lo que fuera una cantera de marés, estaba uno de los primeros merenderos de Menorca, desde 1969. En 2003, esta pareja toma el relevo y en estos años, han conseguido que su cocina se convierta en atemporal y necesaria. 

Este año apuestan por platazos como una formatjada 'de luxe' como un solomillo Wellington con foie, setas y salsa gravi, raviolis de rustido con salsa suprema de trufa de verano y setas de temporada o clásicos como el calamar con topinambur y un toque de sobrasada, la raya a la manteca negra con alcaparras capuchinas, hinojo marino y limón encurtido, o en su defecto, cocinada a la menorquina en un perol y al horno. Los postres beben directamente de la isla, como es el caso de un helado refrescante de pomada con sopa de melón y piña confitada o la Revolución del queso de Mahón-Menorca.

El sur de Menorca goza de buena fama, porque aquí es donde están sus playas de aguas turquesas y cristalinas, pero hay que ir al norte

El sur de Menorca goza de buena fama, porque aquí es donde están sus playas de aguas turquesas y cristalinas, pero hay que ir al norte. “El norte siempre recuerda” Siempre. Para ello nos vamos a Fornells, un pueblo de casas blancas y cultura marinera, que se levanta sobre una bahía del Mediterráneo. Allí se encuentra Sa Llagosta, que como su propio nombre indica, se ha especializado en cocinar el gran tesoro menorquín, la langosta por supuesto, de mil y una formas diferentes. Nuestro gurú, Matoses, lo asegura “aquí se come la mejor caldereta de langosta de Menorca” y nosotros los constatamos. David de Coca sabe lo que se hace y ha conseguido que su restaurante se haya encumbrado -con razón- a lo más alto, después de pasar por casas como el Celler de Can Roca o Mugaritz. No faltan guiños a cocinas viajeras: salsa anticuchera o un original ramen de langosta, entre otros.

 Por ejemplo, en nuestra visita tomamos unas excepcionales gambas de Ciutadella a la plancha de buen tamaño, boquerones de Menorca o sepia troceada. Pero lo mejor para el final, y si hay un plato que aquí triunfe, esa es su langosta encebollada. No hay palabras. “En esta casa, lo primero que se empieza a hacer cuando abrimos, es pochar la cebolla”, nos cuentan. Así que imagínate cuando llega a la mesa una langosta -de tamaño a elegir- con la cebolla de tu vida. Te acordarás siempre. De eso y de lo majos que son sus camareros. ¡Larga vida al Café Balear!

Pasear por Ciutadella y recorrerla de cabo a rabo, es algo altamente imprescindible. Cuando cae la tarde, los colores se tornan terrosos y la luz se cuela entre los barcos anclados en su puerto. Además, allí mismo tenemos los otros dos favoritos. El primero, el Cafe Balear, que con tres generaciones al frente, sigue siendo uno de los mejores. ¿La razón? Que pescan sus propios mariscos y pescados. A bordo de la 'Rosa Santa Primera', su propia barca, los pescadores traen al restaurante lo mejor de cada día, por lo que muchas cosas de su carta son cambiantes. Por ejemplo, en nuestra visita tomamos unas excepcionales gambas de Ciutadella a la plancha de buen tamaño, boquerones de Menorca o sepia troceada. Pero lo mejor para el final, y si hay un plato que aquí triunfe, esa es su langosta encebollada.

No hay palabras. “En esta casa, lo primero que se empieza a hacer cuando abrimos, es pochar la cebolla”, nos cuentan. Así que imagínate cuando llega a la mesa una langosta -de tamaño a elegir- con la cebolla de tu vida. Te acordarás siempre. De eso y de lo majos que son sus camareros. ¡Larga vida al Café Balear!

La otra opción en la parte alta de la ciudad, es Mon. Felip Llufrui es el que orquesta tras los fogones de esta casa, tras haber pasado por el extinto Roca Moo. Y su cocina no deja indiferente. Coge un poco de aquí y de allá y con ello ensambla platos para el recuerdo. “Nos obsesiona la proximidad de los productos, el frescor de las materias primas y conocer de dónde vienen”, apuntan. Y es que aquí la carta, al trabajar con lo más fresco y mejor del mercado, puede cambiar casi a diario. Por favor, este verano prueba su calabacín con cigala hecha croqueta (puro golosismo), el carpaccio de gamba roja acompañado de un sorbete de albahaca, pide el calamar relleno a la menorquina, el pescado del día o las excepcionales mollejas de ternera con salsa de alcaparras, un plato muy a la française. Y de postre, queso. Siempre queso. Tienen además un original carrito con una decena de referencias, todas ellas de la isla, que acompañan de confituras que preparan ellos mismos. El éxito está asegurado.

¿Y los hoteles? Tenemos tres perfectos y para todos los gustos. El primero, en el campo. El día 15 de agosto, abre sus puertas Menorca Experiemental, el primer hotel del grupo en la isla. Por si no les conoces, se trata de un grupo de franceses que arrancaron su quehacer, bajo el nombre de Experimental Group y con un cocktail bar en París. Fue un exitazo. A ello le siguieron otros en Londres, un beach club en Ibiza, el hotel Henrietta en Londres, un cocktail bar en Nueva York, otro hotel en Venecia y, ahora, un hotelazo de interior en Menorca. Y con unos parisinos detrás, podrás imaginarte el toque chic que reina en cada detalle.

Para empezar, el hotel, concebido a modo de agroturismo, se encuentra en un antigua finca militar del XIX. En Menorca no se pueden construir nuevos hoteles, solo reformar sobre algo ya edificado y en este lugar, Experimental Group ha encontrado la horma de su zapato. El hotel rezuma diseño por los cuatro costados, pero entendedme, no un diseño de esos que te hace no saber dónde estás, sino una elección sublime de piezas que se funden con arquitectura tradicional menorquina. Cuero, madera, colores terracota, sombreros de paja... Obra de la diseñadora de interiores Dorothée Meilichzon. Abren al público con 43 habitaciones, que incluyen 9 villas privadas con una pequeña piscina cada una. Y por supuesto, una piscina infinity para todos con un bar donde preparan sus ya afamados cócteles. ¿Un ejemplo? Un mix perfecto de dulce y amargo, con un cocktail preparado con lima y miel de la isla, licor menorquín de camomila y Tequila. Resulta imprescindible comer o cenar en su restaurante. Preparan platos con ingredientes locales como unas gambas de Menorca con naranja y avellanas, ceviche de corvina o unos espectaculares huevos 'gipsy'.

¿El segundo hotel? En la ciudad. Y entendamos Ciutadella como ciudad. Eso sí, tranquila y sosegada. El perfecto refugio estival está en el hotel Can Faustino, el único Relais & Châteaux de la isla. Lo primero que te recibe es un patio de ensueño, rodeado de vegetación autóctona, olivos y diferentes ambientes, para tomar algo o disfrutar del desayuno. Al girar el muro, una piscina con solárium en la que flotan flores de buganvillas blanca que se cuelan por la pared. Un sueño. Las habitaciones son todas amplias y confortables, con camas que te atrapan y amenities de Hermès. Nos gusta y mucho. Las demás espacios comunes pasan por una piscina interior excavada en una cueva, hamman, salas de tratamiento y el restaurante Fuego, de cocina de producto o una agradable barbacoa en los meses de verano.

Este año además, han inaugurado Country Club, un espacio en Cala Fontalla, con una casa rural con huerto, donde saborear platos preparados con frutas y verduras recién cogidas, disfrutar de una piscina o relajarse en un entorno preservado a pocos pasos de la cala.

El tercero, en la playa. Para ello nos vamos a Cala Galdana, que a pesar de ser una de las calas más concurridas, está a tiro de piedra de las mejores de la isla: Macarella, Macarelleta, Mitjana, Turqueta... allí se alza el hotel Artiem Audax, un hotel que promulga la filosofía slowlife y que conecta con la naturaleza y el deporte. Y vamos a ver porqué. Para empezar, muchas de sus habitaciones cuentan con un balcón con vistas a la bahía de Cala Galdana y el hecho de ser Adults only, hará que no te despierten pequeños correteando por los pasillos. Relax asegurado. Precisamente hablando de relajarse, podrás hacerlo en sus dos piscinas o en el Spa más completo de toda Menorca. Nada menos que 700m2, repartidos entre un circuito termal, zonas de sudoración (terma romana, baño turco, etc.) y zona de relajación. Hablábamos de deporte, ¿verdad? Aquí ponen énfasis en cuidar cuerpo y mente mientras estemos de vacaciones. Así, el hotel presenta un extenso programa de actividades, desde yoga y pilates por la mañana, hasta la posibilidad de alquilar bicis o practicar deportes acuáticos sobre las aguas cristalinas de Menorca, como paddle board o kayak.

En Artiem Audax también prestan atención a la gastronomía y en sus restaurantes Oliva, Galdana o The View, apuestan por la cocina local, siempre pensando en utilizar ingredientes orgánicos, saludables y lo más importante, muy ricos. No puedes dejar pasar la oportunidad de tomarte una pomada (gin y zumo de limón) en Blue Café, amenizado con música en vivo.

¿Eres de los que se lleva souvenirs gastronómicos? Porque a nosotros nos flipa, mucho más que comprar el típico imán o el llavero con menorquinas que venden en casi todas las tiendas. Si eres como nosotros, llévate queso, por favor. El queso de Mahón (de vaca) en todos sus formatos nos emociona, así como los que no están dentro de la D.O.P. ¡Ah! Y ¿sabías que Menorca fue una colonia inglesa allá por el siglo XVIII? De ahí que estos alegres bebedores de ginebra, hicieran mella en la isla, que por aquel entonces contó con unas ocho destilerías de gin. La que siempre permanece es la mítica, Gin Xoriguer. Ubicada en el puerto de Maó, propone visitas a su curiosa destilería, que todavía trabaja con alambiques de más de 300 años de antigüedad.  Trabajan bajo el lema: “Hacer ginebra es una cosa. Hacerla bien, otra”. Así que te harás una idea de que la suya es cosa seria. Y no se nos ocurre mejor souvenir que llevarte a casa un trocito de historia de la isla. Ya nos contarás cuando vuelvas, cojas zumo de limón y te hagas una pomada, lo buena que sabe Menorca.

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