VALÈNCIA. La vida de la abeja empieza en un huevo depositado en el interior de una celda. Cuando eclosiona, emerge la larva, cuyo destino dependerá del sexo. Si es hembra, podrá ser obrera o reina; si es macho, será zángano. Antes de abandonar su refugio, tendrá que ganarse las alas en la metamorfosis, que se realiza en la intimidad de un opérculo. A partir de ahí, a trabajar: la recolección de polen, la elaboración del néctar. De ambos se nutren las obreras, cuya esperanza de vida ronda los 45 días, mientras que las reinas se alimentan solo con jalea real y llegan a vivir años. Pero la colmena es un solo cerebro, y en consecuencia opera. Buscar fuentes de alimentos, construir las celdas, defender al enjambre de posibles intrusos y todo para, al final, ceder la codiciada miel al apicultor.
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