Los crustáceos fritos que hace Quique Barella en su nuevo proyecto son puro vicio
Como las pipas o las palomitas, como explotar las burbujas del plástico de embalar, como los capítulos finales de Lost o Breaking Bad. Estos pequeños bichejos (munidas rugosas es su nombre científico) son adictivos. Todo se come, desde las patas hasta la cabeza. Así, bien frititos, acompañados de una copa de vino banco mientras esperas que salga el arroz, son una delicia. Un plato que suelen tener fuera de carta en Torreta y que nunca antes había visto en ningún otro restaurante, aunque parece que se va extendiendo. "El pescatero que nos sirve ya me ha dicho que varios cocineros están preguntado por ellos", me cuenta Quique.
Barella es del Cabanyal, así que intuyo que el origen de este plato que en Cataluña llaman xinxes tiene raíces marineras. "En mi casa siempre los he comido. Mi padre era pescador y mi abuela pescatera. Venían mezclados con la morralla, era un producto como la galera, que entonces no se apreciaba demasiado aunque ahora están al alza. Intentamos tenerlos en el restaurante, pero no siempre hay, la persona que nos trae el pescado sabe que si tiene, siempre tiene que guardarnos", afirma el cocinero".
Respecto a la forma de prepararlos, no puede ser más sencilla. Se pasan por harina, se fríen en aceite de oliva, se escurren bien y se añade un poco de sal. ¡Y al vicio.!