Música y ópera

El Palau de la Música, atrapado en el laberinto de sus reformas

El edificio lleva desde 2018 padeciendo el paso de los años. Una legislatura y media y dos administraciones distintas no han servido para asegurar el edificio de nuevos desprendimientos y actuaciones pendientes

  • Un operario trabaja en las obras del Palau de la Música.
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VALÈNCIA. ¿Vuelta a la casilla de salida? El Ayuntamiento de València ha preferido ser cauto y esperar a medir el alcance del último desprendimiento de techo de la Sala Iturbi del Palau de la Música, que tuvo lugar a finales del mes de julio. En todo caso, el auditorio sí ha adelantado que la nueva temporada no empezará en su sala principal sino en Les Arts.

Este anuncio, en todo caso, ha arqueado las cejas de la comunidad melómana, que aún tienen reciente el trauma de un cierre total del edificio durante cuatro años. Entonces, empezó todo igual: una caída de parte del techo de la Sala Iturbi; a la que seis meses después se le sumó otra en la Sala Rodrigo; y finalmente, la decisión del Ayuntamiento de hacer una gran reforma del edificio por primera vez en su historia que abarcara todas las deficiencias —una obra de tal tamaño, coste y complejidad, que no se ejecutaron hasta cuatro años después.

Con el edificio cerrado, la oposición al gobierno de Joan Ribó (Compromís) se lanzó a denunciar retrasos, mala gestión y a subrayar el coste económico y reputacional del eterno cierre. María José Catalá, una vez accedió al poder, hizo del Palau de la Música uno de sus primeros frentes y reproches a la herencia recibida.

No era para menos: el Ayuntamiento descubre que hay otras deficiencias importantes del recinto que la reforma que iba a estar a punto de ser entregada no contemplaba. Principalmente, las goteras e inundaciones que provocaba en el edificio donde trabaja el grueso de la plantilla y se encuentran los locales de ensayo. Lo hace a través de un informe de Mantenimiento, aunque fuentes del Palau han llegado a relatar casos de personas trabajando desde 2018 con paraguas los días de lluvia.

En septiembre de 2023, Catalá adelantaba la única solución: hacer un segundo paquete de reformas. Para no volver a cerrar el edificio (y teniendo en cuenta que, en su mayoría, no se iban a realizar en las salas ni por donde pasa el público general), se harían de forma escalonada, a lo largo de tres años, y priorizando ejecutarlas en periodos de vacaciones o con poca programación.

A los 12 millones de la primera fase de reformas, se le sumarían otros 6,4 millones de euros de la segunda, que preveían acabar entre 2026 o algún coletazo en 2027. La puesta a punto de esta supuesta urgencia se ha alargado mucho y, por ahora, acumula cerca de un año de retraso. Precisamente, hace tan solo unas semanas se ha empezado una de las principales intervenciones de esta segunda fase, la de la zona de conserjería del edificio anexo al auditorio, que es una de las más afectadas por las continuas inundaciones.

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Y cuando parecía que el túnel iba teniendo un final, el Ayuntamiento informó el pasado 30 de junio que, tan solo unos días antes, unos paneles del techo de la Sala Iturbi se rompieron durante los trabajos de limpieza y revisión del camaranchón.

La empresa especializada ya realizó estudios similares en 2022 y 2023, “pero se considera necesaria una nueva revisión especializada para evaluar los daños, documentar las zonas afectadas y determinar las reparaciones y medidas de seguridad antes de la reapertura”, según explicó el Ayuntamiento en una nota.

Se le ha solicitado a la UTE Becsa-Bertolín (la adjudicataria de la primera fase de la reforma) un informe sobre lo sucedido. La Iturbi se reabrirá “una vez se hayan inspeccionado completamente todos los falsos techos y se hayan realizado las reparaciones que se consideren oportunas durante el mes de septiembre. Al finalizar estos trabajos, se emitirá un informe definitivo sobre el estado de los falsos techos y se certificará su seguridad”.

Las actuaciones previstas incluyen la revisión del camaranchón por parte de empresa especializada y su refuerzo donde sea necesario. Provisionalmente, se cubrirá con tela el hueco de la placa desprendida, "sin impacto acústico ni en la seguridad del público, artistas o de la propia sala", para poder reabrir, previsiblemente a mediados de octubre, por lo que la afectación para el público sería mínima.

En septiembre también se encargaría la fabricación de los paneles necesarios y se instalaran tras la finalización de la temporada, “ya que se requiere de la instalación de una cimbra (andamio) y el cierre de la sala durante dos meses y medio”.

Las dudas que quedan sobre la mesa es de qué manera esto puede afectar a las obras de la segunda fase y retrasarlas aún más; o qué va a pasar con otras actuaciones que tal vez queden pendientes y no estén reflejadas tampoco en la segunda fase. Además, el mantenimiento del edificio es un regalo envenenado. Por ejemplo: la Sala Rodrigo debe tener la climatización puesta todo el día a todas horas para mantener en buen estado su nuevo suelo, con el coste que esto supone.

El Palau de la Música empezó su calvario en 2019, y aún no ha acabado de pagar todas sus penas. Al menos hasta 2027, el edificio seguirá con la chapa, la pintura, y el fantasma del cierre. La caída de los paneles de la Iturbi no parece que vayan a tener mayor afectación, pero sí tienen un impacto emocional: ¿y si el edificio vive atrapado en el laberinto de su eterna reforma?

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