Música y ópera

TODO DA LO MISMO

Los años en los que Bowie no pintaba nada en la música

  • David Bowie

VALÈNCIA. Ahora que ya está cercano el décimo aniversario de su muerte, no está de más de recordar que hubo una época en la que David Bowie apenas pintaba nada en la escena musical. Bowie se pasó casi toda la década de los sesenta intentando encontrar su lugar en la música casi siempre con resultados frustrantes. Un dato que no hace sino añadir valor a lo que pasó a partir de 1972, cuando creó el personaje de Ziggy Stardust. Hasta ese momento, se había tenido que conformar con seguir el camino de los grandes. Beatles, Kinks, Yadrbirds, Dylan. Quiso ser como ellos pero no hubo manera. La música que hizo en aquella etapa no aportaba nada nuevo a un panorama, el de la Inglaterra de los años sesenta, en el que cada semana parecía que el mundo se volvía loco por culpa de un single, un grupo o un álbum. 

Entre 1962 y 1969, Bowie lo intentó todo para revertir esa realidad. Tuvo un grupo beat, fue mod, se acercó a la psicodelia y luego se pasó al folk. Eligió el nombre de David Bowie porque el suyo, Davy Jones, podía hacer que lo confundieran con el músico que terminaría siendo cantante en los Monkees. También probó suerte con propuestas escénicas más teatrales. “Le doy muchas vueltas al hecho de convertirme en otra persona”, declaraba en 1966, pero es obvio que por más que se esforzara, le costó lograrlo. Trabajó de manera muy ocasional como actor, pero salvo un anuncio de helado dirigido por Ridley Scott –otro nombre que tuvo que esperar a que llegara su momento-, experiencias que, al igual que gran parte de su producción musical de esos años, tiene más valor arqueológico que artístico.

La canción que al fin le hizo despuntar fue “Space Oddity”. Se le suele achacar un cierto oportunismo por aquello de que el lanzamiento del single coincidió con la llegada del hombre a la Luna. Maquetas de 1968 muestran que, meses antes de que Lance Armstrong pisara suelo lunar, Bowie ya había compuesto su primer clásico. Dicha grabación, junto con otras registradas en aquel año, aparecieron hace unos años distribuidas en dos cajas de sencillos.  Spying Through a Keyhole y Clareville Grove Demos recogían las semillas de su repertorio de finales de los sesenta, todos temas grabados por Bowie junto al guitarra John “Hutch” Hutchinson. Formaba parte del trío musical y teatral Feathers, donde también estaban Tony Visconti (quien, unos meses después, aburrido por los interminables giros de Bowie, rechazó producir el sencillo de “Space Oddity”) y la actriz Hermione Farthingale. Clareville Grove es la calle en la que Bowie vivió con Hermione, que terminó dejándole para poder interpretar una película que se suponía la lanzaría como actriz. Aquella dolorosa ruptura  azuzó su talento como compositor. La camiseta con la leyenda Song of Norway que Bowie lucía en 2013, al final del vídeo de “Where are we now?” no es otro que el título de aquella película.

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El Bowie de finales de los sesenta ha sido comparado a Donovan y Simon & Garfunkel, a los que intentaba seguir entonces, tal como se desprende de sus grabaciones y actuaciones con Hutchinson. También surgían las comparaciones con Dylan, al que sin duda admiraba y con el que él mismo se comparaba diciendo que “cantaba como lo haría él si hubiese nacido en Inglaterra”. Lo que aún no resultaba evidente era el impacto que el álbum The Velvet Underground & Nico tuvo en él. Lo consiguió antes de que saliera a la venta en Estados Unidos en marzo de 1967 (en Inglaterra no se editó hasta 1971), gracias al acetato. Fue un regalo de Ken Pitt, su mánager de entonces. Se lo dio en mano el mismísimo Warhol durante un viaje de negocios a Nueva York. Pitt  intentó involucrar a Warhol en el lanzamiento americano de Bowie, pero el único provecho que obtuvo de la reunión en la Factory fue aquel disco. En1967, Bowie ya tocaba en directo “I’m Waiting For My Man” y dos años después grabaría una maqueta del hoy todavía inédito “Little Toy Soldier”, en la que la influencia de “Venus in Furs” era más que evidente.

Las maquetas que en 1968 grabó con Hutchinson no impidieron que Bowie fuera despedido de Deram, la discográfica que en 1967 publicó su primer álbum –David Bowie- con tan buen ojo comercial que hicieron coincidir su lanzamiento con el del Sargeant Pepper’s de los Beatles. Pero, a pesar de los fracasos y las humillaciones, Bowie no tiró la toalla y consiguió otro contrato discográfico, esta vez con Philips. La canción “Space Oddity” daría paso a un álbum en el que seguía sin vislumbrarse al artista que brillaría tan sólo tres años después. Mientras, Bowie iba acumulando sus experiencias como material para su música. Sus días en el Tibet con los monjes budistas, sus clases de mimo con Lindsay Kemp, incluso su experiencia fallida como cantautor acabaron resultando provechosas. Todo servía, tan sólo era cuestión de que llegara el momento para aplicarlo de la manera adecuada. Sus compañeros en The Buzz, el grupo que le acompañó a finales de los sesenta, recuerdan la teatralidad de sus gestos en el escenario, las manos en las caderas, el modo en que movía los dedos. “Todo el tema de los hippies –dijo en una entrevista en 1969- es ridículo. En su mayoría son chicos de clase media rebelándose contra sus padres. Si pueden permitirse comprar kaftanes y ropas caras quiere decir que son gente de clases privilegiadas. La clase obrera y los negros son los únicos colectivos sociales humildes”. Puede que no acertara en su estrategia, pero lúcido sí que era.

El éxito de “Space Oddity” no tuvo la continuidad deseada y durante los dos años siguientes, Bowie siguió intentando encontrar su lugar. Probó suerte con un rock más pesado y oscuro en el álbum The Man Who Sold The World (1970), del cual cabe destacar la canción homónima –otro de los primeros clásicos de su cancionero- y la portada en la que posaba con un vestido para hombre, convertido en una ambigua criatura prerrafaelita. La semilla ya estaba germinando. La década que acababa de comenzar pronto sería suya. Los sesenta fueron el laboratorio que le permitió crear a Ziggy Stardust. “Space Oddity” –escribió el Melody Maker al salir el sencillo- es un primer tenue eslabón de una larga cadena que hará de David Bowie uno de los más grandes bienes y uno de los personajes más importantes que la música inglesa ha producido en muchísimo tiempo”. A pesar de los errores de cálculo, el destino estaba escrito.

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